Mary se apoyó hacia abajo y lamió su boca. Cuando sus ojos llamearon con sorpresa, ella deslizó su lengua en su interior y cogió una muestra del persistente sabor, un vino tinto dulce.
– Bueno. -Ella murmuró contra sus labios. -Quiero que pienses en mi cuando lo hagas.
Él puso sus manos sobre los lados del cuello, sus pulgares directamente sobre sus venas. -Siempre.
Su boca encontró la suya y ella lo agarró por los hombros, acercándolo más. Cuando él tiro de su suéter, ella levantó los brazos para ayudarle a conseguirlo y luego dejó que la echara en la cama. Le quitó los pantalones y sus bragas y luego se quitó su propia ropa.
Él gravitó sobre ella, recogiéndola con un brazo y poniéndola antes sobre la cama. Su muslo entre sus piernas y luego presionó su cuerpo sobre el colchón, la pesada excitación llegándole hasta su propio centro. Ella ondulándose contra él, acariciándose, acariciándolo.
Su boca moviéndose urgentemente mientras se besaban, pero él entró en ella despacio, separándola con cuidado, estirándola, uniéndose. Él era grueso, duro, divino y se movía lánguidamente, profundamente. Aquel oscuro olor delicioso salió de su piel, saturándola.
– No tendré a ninguna otra.- Dijo él contra su garganta. – No tomaré a ninguna más que tú.
Mary colocó sus piernas alrededor de las caderas, intentando tenerlo en su interior para que se quedara con ella siempre.
John siguió a Tohrment por la casa. Había muchas habitaciones y todos los muebles y las decoraciones eran realmente agradables, realmente antiguos. Hizo una pausa ante una pintura con la escena de una montaña. Un pequeño letrero en cobre estaba sobre el marco dorado dónde se leía Frederic Church. Se preguntó quien y qué era y decidió que el tipo era terriblemente bueno en lo que hacía.
Abajo al final del vestíbulo, Tohrment abrió una puerta y encendió una luz. – Puse tu maleta aquí.
John entró dentro. Las paredes y el techo estaban pintadas en azules oscuros y había una gran cama con una cabecera lisa y muchas almohadas grandes. Había también un escritorio y un bureau. Y un juego de puertas de cristal que se deslizaban y daban a una terraza.
– El cuarto de baño está aquí. -Tohrment encendió otra luz.
John metió la cabeza y vio una parte de mármol azul oscuro. La ducha era de cristal y…wow, había cuatro cabezas para que saliera el agua.
– Si necesitas algo Wellsie estará aquí y regresaré alrededor de las cuatro de la mañana. Nosotros bajamos en ese momento cada noche. Si nos necesitas durante el día, solo coge cualquier teléfono y marca el número uno. Seremos muy felices de verte en cualquier momento. Ah y tenemos dos doggen, o personal, quien nos echan una mano por aquí, Sal y Regine. Ambos saben que están aquí con nosotros.
Ellos se levantan alrededor de las cinco. Si tienes que salir, solo diles que te lleven.
John se acercó a la cama y tocó la funda de la almohada. Era tan suave, que apenas podía sentirla.
– Estarás bien aquí, hijo. Podría costarte acostumbrarte, pero estarás bien.
John lo miró a través de la habitación. Robusteciendo su coraje, caminó hacia Tohrment y abrió su boca. Entonces señaló hacia el hombre.
– ¿Estás seguro de que quieres hacer esto ahora?- Murmuró Tohrment.
Cuando John asintió, Tohrment despacio separó sus labios. Y enseñó un par de colmillos.
Oh…hombre…Oh…
John tragó y puso sus dedos sobre su propia boca.
– Sí, tú también los tendrás. Algún día en los próximos dos años seguramente. -Tohrment cruzó la habitación y se sentó sobre la cama, colocando sus codos sobre sus rodillas. -Hacemos el cambio alrededor de los veinticinco años. Después de ello vas a tener que beber para sobrevivir. Y no hablo de leche, hijo.
John levantó las cejas, preguntándole quien.
– Te conseguiremos una mujer para el cambio, y te diré que esperar. Esto no es ninguna fiesta, pero una que vez lo hayas pasado, serás muy fuerte, pensarás que todo esto lo merecía.
Los ojos de John llamearon cuando se midió con Tohrment. Bruscamente extendió sus manos horizontal y longitudinalmente, luego puso su pulgar sobre su propio pecho.
– Sí, también serás de mi tamaño.
John articuló las palabras no te creo.
– De verdad. Es por lo que la transición es una perra. Tu cuerpo sentirá el cambio durante horas. Después tendrás que aprender nuevas cosas, como andar, como moverte. -Tohr se miró hacia sí mismo.-Nuestros cuerpos son difíciles de controlar al principio.
Capítulo 38
Salió de la cama y se dirigió a la ducha. Aunque estaba en una bonita casa, con gente amable, en una zona a salvo. Se sentía…muy pequeño.
Las botas de Tohrment entraron en su línea de visión.
– Hey, John, tal vez estaré un ratito por aquí contigo. ¿Te gustaría? Podemos ver el canal de surf.
Gracias, trabajó con el pensamiento. Me siento un poco extraño.
– Me tomaré esto como un sí. -Tohrment se apoyó sobre las almohadas, cogiendo el mando de la televisión y la conectó. -Vishous, uno de mis hermanos, hizo la instalación de la casa. Me parece que consiguió setecientas estaciones aproximadamente de esta cosa. ¿Qué querrías ver?
John se encogió de hombros y caminó arrastrando los pies hacia la cabecera.
Tohrment fue cambiando de canales hasta que encontró Terminator 2- ¿Te gusta?
John silbó suavemente por sus dientes y asintió.
– Si, a mi, también. Es un clásico y Linda Hamilton es caliente.
Rhage durmió hasta tarde, muy tarde y lo que lo despertó eran malas noticias. Agitación, un horrible picor, estaba vivo dentro de él otra vez. El indulto de la Scribe Virgin había terminado. La bestia había regresado.
Abrió los ojos y vio el pelo de Mary sobre su almohada. Y la curva de su cuello. Y volvía a estar desnuda.
Comenzó a sudar, una terrible erección apareció tan rápidamente como el latido del corazón.
Pensó en lo que habían hecho juntos después de la alimentación. Y luego otra vez cuando habían regresado a la habitación. Lo habían hecho dos veces más durante el día, sintiéndose mal por sus demandas por que había estado por todas las partes de ella. De todas formas cada vez que ella le había sonreído, le había dado la bienvenida en su interior, aun cuando ella había estado agotada y probablemente un poco dolorida.
Y él la quería otra vez ahora mismo, pero con una necesidad palpitante que era diferente de lo que había sentido antes. Este era un hambre salvaje, como si no lo hubiera sentido en absoluto o no la hubiera visto durante meses. Cuando luchó contra el impulso, sus manos se apretaron, sus dedos sintieron un cosquilleo, sentía la piel tensa. Él estaba completamente atado, sus huesos vibraban.
Salió de la cama y se dirigió hacia la ducha. Cuando regresó, había recuperado un poco el control, pero entonces vio que Mary le había dado un par de patadas a las cubiertas. Estaba maravillosamente desnuda colocada sobre su estómago, su hermoso culo una tentación que se lo comía.
– ¿Quieres que te traiga algo de la cocina? -Le preguntó él con voz ronca.
– Dormir.-Murmuró ella, volviéndose de espaldas. Sus rosados pechos se tensaron cuando el aire los tocó.
Oh, dulce Jesús…Espera, estaba pasando algo. Tenía la cara enrojecida como si hubiera estado al viento y sus piernas serraban encima del colchón.
Él se acercó y le puso la mano sobre la frente. Estaba caliente y seca.
– Mary, creo que tienes fiebre.
– Es fiebre baja. No es inusual.
El miedo enfrió sus ansias por poseerla. -¿Quieres que te traiga una aspirina?
– Solo tengo que dormir.
– ¿Quieres que me quede contigo?
Ella abrió los ojos. Odiaba ver su mirada embotada en ellos. -No, pasará. Francamente, estoy bien. Solo tengo que dormir.