Cuál habría sido su actitud si no se hubiese distraído con la lotería médica – ruleta rusa que colgaba sobre su cabeza. Aparte del hecho que podría estar enferma otra vez, estaba muy lejos de tener práctica con todo eso de las citas y no buscaba volver a estarlo. ¿Quién necesitaba el drama? Muchos tipos solteros a principios de los treinta todavía andaban buscando diversión o habrían estado casados ya, y ella era la anti-diversión, del tipo murmullo-muerto. Seria por naturaleza, con alguna dura experiencia.
Y ella no parecía una fiesta, tampoco. Su poca notoria cabellera retirada hacia atrás en su cabeza estaba estirada y recogida con una goma. El suéter tejido irlandés de color crema que llevaba era holgado y caliente. Sus pantalones color caqui eran muy cómodos, sus zapatos planos, marrones y rallados en los dedos de los pies. Probablemente parecía la madre que nunca sería.
Cuando entró andando en el restaurante, se dirigió a la encargada y fue dirigida hacia un reservado en la esquina de atrás. Cuando dejó su bolso, olió a pimientos verdes y cebollas y miró hacia arriba. Una camarera con una bandeja de acero se movía rápidamente.
El restaurante estaba ocupado, una gran cacofonía levantándose por todo el lugar. Mientras los camareros bailaban por todos lados con bandejas de comida humeante o de platos usados, las familias y las parejas y los grupos de amigos se reían, hablaban, discutían. El alocado caos la impresionó más que de ordinario, y sentada allí sola se sintió completamente aparte, un problema difícil entre las personas.
Todos ellos tenían felices futuros. Ella tenía… más citas para ir al doctor.
Con una maldición, devolvió sus emociones a su lugar, disminuyendo el catastrófico pánico, olvidando la determinación de no pensar obsesivamente en la Dra. Delia Croce esta noche.
Mary pensó en los jardines y sonrió un poco, entonces una camarera llego hasta de la mesa. La mujer puso un vaso de agua de plástico, rebasándose un poco.
– ¿Está esperando a alguien?
– Sí, lo estoy.
– ¿Quiere beber algo?
– Esto está bien. Gracias.
Cuando la camarera se fue, Mary sorbió el agua, sabía a metal, y apartó el vaso. Por la esquina de su ojo percibió una ráfaga de movimiento en la puerta principal.
Santo… Wow.
Un hombre entró andando en el restaurante. Un de verdad, de verdad…un muy excelente hombre.
Era rubio. Una hermosa estrella de cine. Y monumental en un abrigo negro de cuero. Sus hombros eran tan anchos como el marco de la puerta por la que había pasado, sus piernas tan largas que era más alto que cualquiera en el lugar. Y mientras caminaba a grandes pasos a través del nudo de personas de la entrada, los otros hombres miraban hacia abajo o hacia fuera o a sus relojes de pulsera, como si supieran que no podían competir hasta que hubiera pasado.
Mary frunció el ceño, sintiendo como si lo hubiera visto antes en algún sitio.
Sí, estaba llamado a la pantalla grande, se dijo a sí misma. Tal vez había empezado alguna película aquí en la ciudad.
El hombre se aproximó a la encargada y paseó su mirada por la mujer como si la sometiera a juicio por el tamaño. La pelirroja parpadeo con incredulidad quedándose estupefacta, pero entonces claramente sus receptores de estrógeno acudieron al rescate. Ella se retiró el pelo, como si quisiera asegurarse de que advertía las cosas, y luego ladeó hacia afuera su cadera como si se hubiera desencajado.
No te preocupes, Mary pensó. Él te ve, cariño.
Cuando los dos se movieron a través del restaurante, el hombre examinó cada mesa, y Mary se preguntó con quien comería.
Ajá. Dos reservados más allá había una rubia sola. Su suave suéter azul era muy ajustado, el abrigo de angora mostraba sus deslumbrantes activos. Y la mujer irradiaba anticipación cuando lo vio venir directo por el restaurante.
Bingo. Ken y Barbie.
Bueno, no realmente Ken. Mientras el tipo caminaba, había algo en él que no era WASP y (anglosajón, blanco y protestante) bien parecido a pesar de su asombroso aspecto general. Algo… animal. Él no se comportaba como lo hacían las otras personas.
De hecho, se movía como un depredador, gruesos hombros que rodaban con su modo de andar, cambiando de dirección, escudriñando. Ella tenía la incómoda sensación de que si él lo quisiera, podría arrasar con todo el mundo en el lugar con sus manos desnudas.
Requiriendo toda su fuerza de voluntad, Mary se forzó a sí misma a quedarse mirando fijamente su vaso de agua. Ella no quería ser como todos los demás tontos mirándolo estúpidamente.
Oh, caramba, ella tuvo que mirar hacia arriba otra vez.
Él había pasado de la rubia y estaba de pie delante de una morena a través del pasillo. La mujer le sonreía ampliamente. Lo que también le pareció razonable.
– Hey. -Dijo él.
Pues bien, qué cosas pasan. La voz era espectacular, también. Una profunda voz arrastrada, resonante.
– Hola, a ti también.
El tono del hombre se agudizó. -Tú no eres Mary.
Mary se tensó. Oh, No.
– Seré quien quieras tú que sea.
– Estoy buscando a Mary Luce.
Oh…Mierda.
Mary despejó su garganta, deseando no estar allí si no en cualquier otro lugar. -Yo soy… ah, yo soy Mary.
El hombre se dio a la vuelta. Cuando los ojos de un azul verdoso se fijaron en ella, su gran cuerpo se puso rígido.
Mary miró hacia abajo rápidamente, recogiendo la gota que rebasaba su vaso de agua.
¿No soy lo que estabas esperando, no?-Pensó ella.
Mientras el silencio se prolongaba, claramente él buscaba una excusa lo suficientemente buena para salir corriendo.
Dios mío, ¿cómo la había podido humillar Bella de esa manera?
Rhage dejó de respirar y solo observó a la humana. Oh, era preciosa. Nada de lo que había esperado, pero encantadora sin embargo.
Su piel era pálida y suave, como el fino papel de marfil. Los huesos de su cara eran igualmente delicados, su mandíbula un arco lleno de gracia recorría desde sus orejas hasta su barbilla, sus mejillas altas y teñidas con un rubor natural. Su cuello era largo y delgado, como sus manos y probablemente sus piernas. Su pelo castaño oscuro estaba recogido hacia atrás en una cola de caballo.
Ella no llevaba puesto maquillaje, él no podía detectar ningún perfume, y la única joya que llevaba puesta eran un par de pendientes de perlas diminutos. Su suéter blanquecino era grande y suelto, y estaba dispuesto a apostar que sus pantalones eran también bombachos.
No había absolutamente nada que lo avisara sobre su cortejo. Ella no era como cualquiera de las mujeres con las que salía. Y ella mantenía su atención como una banda de marcha.
– Hola, Mary. -Dijo él suavemente.
Él esperaba que mirase hacia arriba, porque él no había podido ver sus ojos. Y no podía esperar para oír su voz otra vez. Las dos palabras que ella le había dicho habían sido tranquilas y no lo suficiente.
Sacó su mano, sintiendo una comezón por tocarla. -Soy Hal.
Ella dejó su palma colgar entre ellos cuando trató de alcanzar su bolso y comenzó a buscar la salida del reservado.
Él se plantó en su camino. -¿A dónde vas?
– Mira, está bien. No se lo diré a Bella. Solo fingiremos que hemos cenado.
Rhage cerró sus ojos y sintonizó fuera del ruido de fondo de modo que pudo absorber el sonido de su voz. Su cuerpo revuelto y calmado, se tensó un poco.
Y luego se dio cuenta de lo que le había dicho.
– ¿Por qué vamos a mentir? Vamos a cenar juntos.
Sus labios se apretaron, pero al menos ahora ella dejó de escapar.
Cuándo estuvo seguro de que no iba a escaparse, él se sentó y trató de colocar sus piernas bajo la mesa. Cuando ella le miró, puso sus rodillas a su alrededor.