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Sombrío, mortífero, Hal estaba muy controlado, a gusto con la violencia. Y su fría expresión, tranquila la molestaba infernalmente a ella, hasta cuando le estaba agradecida por haberlos salvado.

Ella encontró su teléfono y comenzó a marcar el 911, pensando que él claramente los podría sostener mientras llegaba la policía.

Ella oyó un repugnante chasquido.

Mary alzó la vista. El hombre que había sido agarrado cayó al suelo, su cabeza colgando de su cuello en un ángulo totalmente incorrecto. No se movía.

Ella se levantó. -!Qué has hecho!

Hal sacó una larga daga negra de algún sitio y sobresalió sobre el hombre que había estado bajo su bota. El tipo reptaba por la tierra para escaparse.

– No. -Ella se colocó delante de Hal.

– Hazte a un lado. – Su voz era misteriosa. Apartada. Totalmente indiferente.

Ella lo cogió por el brazo. -Páralo.

– Tengo que terminar…

– No voy a dejar que mates otro…

Alguien la agarró del pelo y la tiró a sus pies. Entonces el otro hombre de negro atacó a Hal.

El dolor atravesó su cabeza y su cuello como un relámpago y luego cayó sobre su trasero con fuerza. El impacto del golpe hizo que la abandonara la respiración y las estrellas irrumpieran su visión como fuegos artificiales. Ella luchaba por conseguir aire en sus pulmones cuando sus brazos fueron retorcidos hacia arriba y se la llevaron arrastrándola. Rápidamente.

Su cuerpo se golpeaba contra el suelo, sus dientes castañeando. Ella levantó la cabeza aún cuando esto le enviaba agujas arriba y debajo de su espina dorsal. Lo que vio fue un horrible alivio. Hal lanzaba otro cuerpo sin vida sobre la hierba y venía tras ella en una carrera mortal. Sus muslos se comían por completo la distancia, la chaqueta llameaba detrás de él, la daga estaba en su mano. Sus ojos eran de un azul chillón en la noche, como linternas de neón sobre un coche, y su gran cuerpo era nada más que la muerte que espera un lugar para pasar.

Gracias a Dios

Pero entonces otro hombre se lanzó sobre Hal.

Cuando Hal rechazó al tipo, Mary llamó a su entrenamiento de auto-defensa, retorciéndose hasta que su atacante tuviera que recolocarse para apretarla. Cuando ella sintió que sus dedos se aflojaban, dio un tirón con tanta fuerza como pudo. Él giró y la reconquistó rápidamente, pero con un agarre menos seguro. Ella tiró otra vez, obligándolo a parar y girarse.

Ella se batió, lista para ser golpeada, pero al menos esperaba haberle conseguido a Hal algo de tiempo.

No hubo ningún golpe. En cambio un aullido de dolor salió desde el hombre y su raptor cayó sobre ella, un pesado y sofocante peso. El pánico y el terror le dieron las fuerzas para retirarlo.

Su cuerpo se dio la vuelta débilmente. La daga de Hal atravesaba el ojo izquierdo del hombre.

Demasiado horrorizada para gritar, Mary se puso de pie y corrió tan rápido como pudo. Estaba segura de que la volverían a coger, convencida de que iba a morir.

Pero entonces el brillo de las luces de restaurante finalmente entró en su campo de visión. Cuando sintió el asfalto del aparcamiento, quiso llorar de gratitud.

Hasta que vio a Hal delante de ella. Como si hubiera aparecido de la nada.

Dio un patinazo al pararse, jadeando, mareada, incapaz de comprender como había podido ir tras ella. Cuando sus rodillas se agotaron, ella fue hasta un coche cualquiera.

– Venga, vámonos. -Dijo él apenas.

En una fría precipitación, ella recordó el chasquido del cuello del hombre. Y la daga negra en el ojo del hombre. Y el control tranquilo, cruel de Hal.

Hal era la muerte…La muerte en un hermoso paquete.

– Aléjate de mí. -Ella se cayó sobre sus pies y él extendió la mano hacia ella. -¡No! No me toques.

– Mary…

– Mantente lejos de mí. -Ella fue hacia el restaurante, las manos levantadas para rechazarlo. Para lo poco que le serviría contra él.

Hal la siguió, moviendo sus poderosos brazos y piernas. -Escúchame…

– Necesito…-Ella se aclaró la garganta. -Tengo que llamar a la policía.

– No, no lo harás.

¡Fuimos atacados! Y tú…mataste a gente. Mataste a la gente. Quiero llamar a…

– Esto es algo privado. La poli no puede protegerte. Yo puedo.

Ella se paró, un sucio disparo de la verdad en la que él estaba en el centro. Todo tenía sentido. La amenaza que él ocultaba detrás de su encanto. La carencia absoluta de miedo cuando fueron atacados. Su determinación a no implicar a la policía. Dios, el hecho de que había rajado la cabeza de un hombre con facilidad, como si lo hubiera hecho antes.

Hal no quería que ella llamara al 911 porque él estaba al otro lado de la ley. No menos que los gamberros que habían ido detrás de ellos.

Ella bajó su brazo para sostener el bolso, a punto de volver a correr. Y se dio cuenta de que su bolso había desaparecido.

Hal maldijo, rápido y fuerte. -¿Has perdido el bolso, verdad? -Él miró a su alrededor. -Escucha, Mary, tienes que venir conmigo.

– Un infierno que lo haré.

Ella huyó hacia el restaurante, pero Hal saltó delante de ella, bloqueándole el camino, cogiéndola de los brazos.

– Gritaré. – Ella miró hacia los aparcacoches. Ellos estaban probablemente a unos 25 metros de distancia. -Gritaré muy fuerte.

– Tú vida está en peligro, pero puedo protegerte. Confía en mí.

– No te conozco.

– Sí, lo haces.

– Ah, tienes razón. Eres hermoso, entonces posiblemente no puedes ser malo.

Él señaló con un dedo hacia el parque. -Te salvé ahí. Sin mí, ahora mismo no estarías viva.

– Bien. Muchas gracias. ¡Ahora déjame sola!

– No quiero hacer eso. -Refunfuñó él. -Realmente no lo hago.

¡Hacer qué!

Él pasó su mano por delante de su cara.

Y de repente, ella no podía recordar por que estaba tan enojada.

Capítulo 19

Estando de pie ante Mary, su memoria a su merced, Rhage se dijo que tenía que terminar el trabajo. Solo borrarlo como si fuera una mancha.

– Sí, ¿y cómo iba a trabajar para ellos?

Había abandonado al menos a uno, tal vez a dos lessers vivos en el parque cuando había tenido que ir detrás de ella. Si aquellos sujetos pillaban su bolso y él solo podía imaginar que lo tenían, ella estaba en la mira. La Sociedad ya estaba secuestrando civiles que no sabían nada de la Hermandad: ella en realidad había sido vista con él.

¿Pero qué diablos iba a hacer ahora? No podía abandonarla sola en su casa porque su dirección estaría en su permiso de conducir y este sería el primer lugar al que los lessers irían. Llevarla a un hotel no era una opción, porque no podía estar seguro de que ella se quedaría allí. No entendería por que tendría que mantenerse a distancia de su casa porque no recordaría el ataque.

Lo que él quería hacer es llevarla a la mansión, al menos hasta que pudiera calcular cómo manejar esta mierda de tormenta. El problema era que tarde o temprano alguien averiguaría que ella estaba en su cuarto y éstas no serían buenas noticias para nadie. Incluso si la orden de Tohr de borrarle la memoria no se mantenía en pie, los humanos estaban prohibidos en su mundo. Demasiado peligroso. Lo último que la Hermanad necesitaba para la existencia de la raza y la secreta guerra con los lessers era hacerse público entre los Homo sapiens.

Sí, pero él era el responsable de la vida de Mary Y las reglas se pusieron para ser torcidas…

Tal vez podría conseguir que Warth le permitiera llevarla. La Shellan de Wrath era medio humana y después de que los dos se habían unido, el Rey Ciego se había ablandado con especto el tema de las mujeres. Y Thor no podía anular al rey. Nadie podía.