Выбрать главу

Cuando ella regresó a la sala de estar, él se giró hacia ella, balanceando el petate sobre su hombro. Ella miró su americana negra, viendo bultos que antes no había pensado que fueran significativos.

– ¿Vas armado? -Preguntó ella.

Él asintió.

– ¿Con qué? – Cuando él solo la miró, Mary movió la cabeza. -Tienes razón. Probablemente es mejor que no lo sepa. Vamos a ir…

Condujeron en silencio por la Ruta 22 entre la zona muerta entre los límites rurales de Cadwell y los principios de la siguiente gran ciudad. Era una zona montañosa, un campo boscoso con extensas zonas de putrefacción a ambos lados del camino. No había faroles, pocos coches y muchos ciervos.

Aproximadamente veinte minutos después de que ellos hubieran abandonado la casa, él se dirigió por un camino más estrecho que los llevó a una elevación gradual. Ella exploró lo que iluminaban los focos delanteros, pero no pudo distinguir donde estaban. De una manera extraña, no parecía haber ningún rasgo de identificación en el bosque o en el camino. De hecho, una amortiguación que ella no podía explicar y no podía anular no importaba cuanto ella parpadeara.

Desde ninguna parte un juego de puertas negras de hierro aparecieron.

Cuando Mary saltó de su asiento, Rhage alcanzó la puerta de un garaje y la abertura de pesadas puertas por la mitad, permitiéndoles solo el espacio justo para poder pasar. Inmediatamente ellos se enfrentaron a otro juego. Él bajo su ventana y tecleó un código en un intercomunicador. Una agradable voz le daba la bienvenida y alzó la vista y a la izquierda, asintiendo a una cámara de seguridad.

Al segundo las puertas se separaron y Rhage aceleró por un largo camino, ascendiendo por un paseo. Cuando giraron por una esquina, 6 metros de alta pared de albañilería hecha de la misma manera que la primera entrada. Después pasaron bajo una arcada y por otro juego de barricadas, entrando en un patio con una fuente en el medio.

A la derecha, había una mansión de cuatro pisos hechos de piedra gris, la clase de lugar que veías en las promociones para las películas de horror: gótica, sombría, opresiva con más sombras que una persona sentía a salvo de los alrededores. Más allá del camino, había una pequeña casa, una casa con historia con el mismo sentido que Wes Craven

Seis coches, casi todos del tipo caro europeo, estaban aparcados en orden. Rhage aparcó el GTO entre un Escalda y un Mercedes.

Mary salió y levantó el cuello hacia la mansión. Sentía como si la estuvieran observando y lo era. Desde la azotea, las gárgolas la miraban y las cámaras de seguridad también.

Rhage vino, su bolso de fin de semana en su mano. Su boca estaba apretada, sus ojos profundos.

– Voy a cuidarte. ¿Lo sabes, verdad? -Cuando ella asintió, él sonrió un poco. -Va a funcionar, pero quiero que estés junto a mí. No quiero que te separes. ¿Está claro? Te quedarás conmigo pase lo que pase.

Tranquilidad combinada con una orden, pensó ella. Esto no iba a ir bien.

Se acercaron a un par de puertas erosionadas por el tiempo de bronce y él abrió un lado. Después de que pasaran hacia un pasillo sin ventanas, el gran panel sujeto con abrazaderas se cerró con una reverberación que surgió a través de sus zapatos. Directamente delante había otro juego macizo de puertas, estas hechas de madera y talladas con símbolos. Rhage introdujo un código en un teclado numérico y hubo un sonido de cambio en la cerradura que se abría libremente. Él la tomó del brazo firmemente y abrió la segunda puerta que daba a un vestíbulo enorme.

Mary jadeó. ¡How…era mágico!

El vestíbulo era un arco iris de color, tan inesperado como un jardín que florece en una cueva. Verdes columnas de malaquita alternadas con otras de mármol burdeos, las alturas se elevaban sobre un suelo multicolor. Las paredes eran de un color amarillo brillante y había colgados espejos enmarcados en oro y candelabros en la pared ensartados en cristal. El techo, tres pisos más arriba, era una obra maestra de material gráfico y dorado a la hoja, las escenas representaban héroes, caballos y ángeles. Y más adelante, centrado entre todo este esplendor, una amplia escalera que llevaba al segundo piso con balcón.

Era un hermoso salón tipo ruso de los tiempos del zar…pero los sonidos del lugar no eran exactamente formal y elegante. Desde la habitación de la izquierda, música rap dura sonaba y profundas voces masculinas se oían. Bolas de billar americano golpeaban las unas a las otras. Alguien gritó. -Vamos, poli.

Un balón de fútbol americano navegó hacia el vestíbulo y un musculoso hombre salió disparado detrás de él. Saltó y justo cuando lo tuvo entre las manos la cosa, un tipo aún más grande con una melena leonada cayó sobre él. Los dos cayeron sobre el suelo en un enredo de brazos y piernas, deslizándose con fuerza sobre la pared.

– Te tengo, poli.

– Pero aún no tienes la pelota, vampiro.

Gruñidos, risas y jugosas maldiciones fueron hechas bajo aquel techo adornado cuando los hombres lucharon por el balón, tirando el uno del otro, sentándose sobre los pechos de cada uno. Dos más enormes tipos vestidos de cuero negro corrieron a comprobar la acción. Y luego un pequeño anciano vestido con chaqueta de mayordomo surgió a su lado, llevando un ramo de flores frescas en un jarrón de cristal. El mayordomo dio un paso rodeando a los luchadores con una risa indulgente.

Entonces todo se quedó en silencio cuando todos ellos la notaron de repente.

Rhage la colocó detrás de su cuerpo.

– Hijo de puta. -Dijo alguien.

Uno de los hombres fue hacia Rhage como un tanque. Su pelo negro estaba cortado al estilo militar y Mary sintió la rareza de haberlo visto antes.

– ¿Qué diablos estás haciendo?

Rhage extendió su postura, dejando caer el bolso y llevó sus brazos al nivel de su pecho. -¿Dónde está Wrath?

– Te he hecho una pregunta. -Le replicó el otro tipo. -¿Qué estás haciendo trayéndola aquí?

– Necesito a Wrath.

– Te dije que te deshicieras de ella. ¿O esperas que alguno de nosotros haga el trabajo?

Rhage se encontró barbilla a barbilla con el hombre. -Cuidado, Tohr. No me hagas hacerte daño.

Mary echó un vistazo detrás de ella. La puerta del vestíbulo aún estaba abierta. Y ahora mismo esperar en el coche de Rhage mientras clarificaba las cosas le pareció una idea realmente buena. Mantenerse juntos era no obstante la orden.

Cuando ella se separó, mantuvo los ojos sobre él. Hasta que chocó con alguna cosa dura.

Ella se giró sobre sí misma. Buscando. Y perdió la voz.

Lo que obstruía su fuga tenía una cara llena de cicatrices, oscuros ojos y una aureola de fría cólera.

Antes de que ella pudiera marcharse despavorida, él la cogió del brazo y la hizo girar cerca de la puerta.

– No pienses en correr. -Haciendo centellear sus largos colmillos, midiendo su cuerpo. -Gracioso, tú no eres su tipo habitual. Pero estás viva y aterrorizada meándote en los pantalones. Entonces me servirás.

Mary gritó.

Cada cabeza del vestíbulo se giró. Rhage embistió hacia ella, atrayéndola apretadamente hacia su cuerpo. Él habó severamente, en la lengua que ella no entendía.

El hombre de las cicatrices estrechó los ojos. -Tranquilo, Hollywood. Cuidaré de tu pequeña jugando en la casa muerte. ¿Vas a compartirla o vas a ser tan egoísta como sueles ser en general?

Rhage lo miró como si estuviese dispuesto a repartir golpes a diestro y siniestro cuando la voz de una mujer lo cortó.

– ¡OH, por Dios, chicos! La estáis asustando.

Mary echó un vistazo alrededor del pecho de Rhage y vio a una mujer bajar la escalera. Ella se veía completamente normaclass="underline" largo pelo negro, tejanos azules, jersey de cuello alto blanco. Un gato ronroneaba como una máquina de coser sobre sus brazos. Cuando ella se aproximó al matorral de hombres, todos ellos se apartaron de su camino.