No importaba con quien más había estado él esta noche, no merecía ser usado y esto era exactamente lo que había hecho ella. Había estado muy enfadada cuando todo esto había comenzado y luego lo había dejado fuera antes de rehusar mirarlo. Lo había tratado como un juguete sexual.
– Lo siento, Rhage. Yo…lo siento…
Ella se movió para bajarse de sus caderas y comprendió que todavía estaba muy grueso dentro de ella. Él no había terminado.
Oh, Dios, eso era malo. Todo eso era malo.
Las manos de Rhage la sujetaban como abrazaderas sobre sus músculos. -Nunca lamentes que hemos estado juntos.
Ella lo miró fijamente a los ojos. -Parece que te he violado.
– Yo estaba más que dispuesto. Mary, está bien. Ven aquí, déjame besarte.
– ¿Cómo puedes plantearte tenerme cerca tuyo?
– Lo único que no puedo manejar es que te marches.
Él la sujetó por las muñecas y la impulsó hacia su boca. Cuando sus labios se encontraron, él deslizó sus brazos a su alrededor, sosteniéndola. El cambio de posición la hizo sumamente consciente que él estaba preparado para explotar, tan fuerte que ella podía sentir las contracciones involuntarias de su excitación.
Él meció sus caderas con cuidado contra ella, retirando su pelo hacia atrás con sus grandes palmas. -No podré aguantar este fuego mucho más tiempo. Me tomas muy adentro, toco el techo ahora mismo. Pero mientras sea capaz, mientras pueda controlarme, quiero degustar tu cuerpo en el mío. Como comienza. Como acaba.
Él movió sus caderas arriba y abajo, saliendo, deslizándose. Ella se derritió a su alrededor. El placer era profundo, infinito. Aterrador.
– ¿Las besaste esta noche?- Le preguntó ella.- ¿A las mujeres?
– No, no besé a las mujeres, nunca lo hago. Y lo odié. No lo volveré a hacer otra vez, Mary. Encontraré otro modo de impedir descontrolarme mientras tú estés en mi vida. No quiero a nadie más que a ti.
Le permitió que rodara sobre ella. Cuando él se puso encima de ella, su peso caliente, presionando la horquilla de su cuerpo dónde él estaba alojado. La besó tiernamente, lamiéndola con la lengua, queriéndola con sus labios. Era tan apacible aunque estuviera en su interior y su cuerpo almacenara la clase de fuerza que podría partirla por la mitad.
– No terminaré esto si tu no me quieres. -Le susurró él en su cuello. -Me retiraré ahora mismo.
Ella lo atrajo poniendo sus manos en su espalda, sintiendo cambiar los músculos y la expansión y compresión de sus costillas mientras respiraba. Ella inhaló profundamente y atrapó un olor encantador, erótico. Oscuro, picante, sazonado con especias. Entre sus piernas ella sintió una rápida contesta húmeda, como si la fragancia fuera un toque o un beso.
– ¿Qué es ese maravilloso olor?
– Mío. – Murmuró él contra su boca. -Es lo que pasa cuando un hombre se vincula. No lo puedo evitar. Si me dejas continuar, estará por toda tu piel, en tu pelo. También dentro de ti.
Con esto, él empujó profundamente. Ella se arqueó hasta el placer, dejando el flujo de calor por todas las partes de su cuerpo.
– No puedo hacerlo otra vez esta noche.- Gimió ella, más para sí misma que para él.
Cayendo completamente, él tomó su mano y la colocó sobre su corazón.-Nunca más, Mary. Lo juro por mi honor.
Sus ojos eran graves, un buen voto como podría hacer cualquier ser vivo. Pero el alivio que sintió en su promesa era un problema.
– No me enamoraré de ti. -Dijo ella. – No puedo permitírmelo. No quiero.
– Está bien. Te amaré lo suficiente para los dos. -Él se sumergió en ella, llenando sus profundidades.
– Tú no me conoces. – Ella le pellizcó el hombro y luego le lamió la clavícula. El sabor de su piel hizo que su lengua cantara, que aquel olor especial se condensara en su boca.
– Sí, te conozco. -Él se retiró, sus ojos considerándola con la convicción y la claridad de un animal. -Sé que me mantuviste a salvo cuando el sol estuvo alto y yo me encontraba indefenso contra ello. Sé que te preocupaste por mí aún cuando tuviste miedo. Me alimentaste de tu cocina. Sé que eres una guerrera, una superviviente, una wahlker. Y se que el sonido de tu voz es el más precioso que nunca antes escuché. -Él la besó suavemente. -Lo sé todo sobre ti y todo lo que veo es hermoso. Todo lo que veo es mío.
– No soy tuya. -Susurró ella.
El rechazo no lo desconcertó. -Bien. Si no puedo tenerte, entonces tómame. Obtén todo de mí, un pequeño trozo, todo lo que quieras. Pero por favor, toma algo.
Ella llegó hasta su cara, acariciando los planos y ángulos perfectos de sus mejillas y su mandíbula.
– ¿No temes al dolor?-Preguntó ella.
– No, pero te diré que me asusta como el infierno. Perderte. -Él miró sus labios. ¿Ahora quieres que me separe? Por que lo haré.
– No. Quédate. -Mary mantuvo los ojos abiertos y atrajo su boca hacia la suya, resbalando su boca en su interior.
ÉL tembló y comenzó a moverse en un ritmo estable, penetrando y retirándose, cada vez el eje más grueso vacilando en la rotura de su conexión.
– Te sientes…tan perfecta. -Dijo él, puntualizando las palabras con sus golpes. -Fui hecho para…estar en tu interior.
El delicioso olor que provenía de su cuerpo se intensificó cuando lo hizo el bombeo, hasta que toda ella lo podría sentir, toda ella olería a él, toda ella sabría a él.
Ella lo llamó por su nombre cuando culminó y lo sintió acercarse al borde con ella, su cuerpo estremeciéndose con el suyo, su liberación tan poderosa como lo habían sido sus embistes, su orgasmo vertido en ella.
Cuando él se quedó quieto, los giró para quedar de lado. Él la apretó contra él, tan cerca que ella podía oír los latidos del gran corazón en su pecho.
Ella cerró los ojos y durmió con un agotamiento que rivalizaba con la muerte.
Capítulo 29
Aquella tarde, cuando cayó el sol y las persianas se elevaron sobre las ventanas, Mary decidió que podría acostumbrarse a ser mimada por Rhage. Lo que no podía tolerar eran más alimentos. Puso sus dedos sobre su muñeca, deteniendo la cantidad de puré que le llegaba.
– No, estoy llena. – Dijo ella mientras se reclinaba sobre las almohadas. – Mi estómago va a reventar.
Con una sonrisa, él recogió la bandeja de platos, luego se sentó al lado de ella otra vez. Él había desaparecido durante la mayor parte del día, trabajando, pensó y ella le agradeció el sueño que obtuvo. Su agotamiento empeoraba cada día y podía sentir como se deslizaba la enfermedad. Su cuerpo sentía como si luchara por mantener sus procesos regulares, pequeños dolores que le aparecían por todas partes. Y los hematomas en su espalda: amoratadas señales que florecían bajo su piel en una tarifa alarmante. Rhage se había horrorizado cunado los vio, estaba convencido que le había hecho daño mientras habían mantenido sexo. Le había costado mucho tiempo de conversaciones para hacerle comprender que no había sido culpa suya.
Mary se concentró en Rhage, no queriendo pensar en la enfermedad o en la cita con el doctor que pronto tendría. Dios, él no se veía mejor que lo que ella se sentía, aunque él no estaba entusiasmado, no había pasado totalmente. Cuando él se sentó a su lado en la cama, se frotaba los muslos con las palmas, parecía que tenía un caso de hiedra venenosa o de varicela. Ella estaba a punto de preguntarle que le pasaba cuando le habló.
– Mary, ¿me dejarás hacer algo por ti?
Incluso aunque el sexo era lo último que le pasaba por la mente, ella miró los bíceps que se tensaban bajo su camisa negra. ¿Puedo saber que es?
Un suave gruñido salió de él – No deberías mirarme así.
– ¿Por qué no?
– Por que quiero montarte cuando tú lo haces.
– No luches contra lo que sientes.
Como el ataque de doble combate, sus blancas pupilas brillaron. Era algo extraño. Un momento antes eran negros. La cercana pálida luz, brillaba sobre ellos.