Rhage se balanceó y cayó hacia delante, apoyándose sobre sus manos. Pasó mucho tiempo antes de que pudiera exprimir cualquier palabra de su garganta.
– Realmente me odia.
Una suave descarga lo atravesó y comprendió que la Scribe Virgin le había tocado el hombro.
– No, guerrero. Te amo, mi niño. El castigo de la bestia debía enseñarte el control, aprender cuales eran tus límites, enfocar hacia adentro.
Él levantó la mirada, no preocupado por lo que ella vería en ellos: odio, dolor, el impulso de repartir golpes a diestro y siniestro.
Su voz tembló. -Me quita la vida.
– Ese es el punto. – Dijo ella en un tono extremadamente apacible. -Esto es el yin y el yang, guerrero. Tu vida, metafóricamente, por la suya, de hecho. El equilibrio debe ser mantenido, los sacrificios deben ser hechos si se dan como regalos. Si debo salvar a la humana por ti, debe de haber una profunda promesa por tu parte. Yin y yang.
Puso su cabeza hacia abajo.
Y gritó. Gritó hasta que la sangre se precipitó por su cara y picó. Hasta que sus ojos se hincharon y casi se le salieron de las órbitas. Hasta que su voz se quebró y se desvaneció.
Cuando terminó, enfocó sus ojos. La Scribe Virgin estaba arrodillada ante él, sus ropas desparramadas por todas partes, un fondo negro sobre el mármol blanco.
– Guerrero, yo te ahorraría esto si pudiera.
Dios, casi la creyó. Su voz era tan falsa.
– Hágalo. -Dijo él bruscamente. -Déle la opción. Yo prefiero que ella viva mucho tiempo y felizmente sin saber que moriría ahora.
– Así sea.
– Pero le pido…que me permita despedirme. Un último adiós.
La Scribe Virgin negó con la cabeza.
El dolor lo rasgó, cortándolo de tal manera que no le extrañaría encontrar que su cuerpo estaba sangrando.
– Le pido…
– Esto es ahora o nunca.
Rhage se estremeció. Cerró los ojos. Sintió la muerte llegar tan segura como si su corazón hubiera dejado de bombear.
– Entonces es ahora. -Susurró él.
Capítulo 50
La primera parada que hizo Butch cuando llegó del hospital fue el estudio de la mansión. No sabía por qué Rhage lo había llamado y le había hecho dejar la habitación de Mary. Su primer impulso había sido discutir con el hermano, pero el sonido de la voz del tipo había sido extraño, por lo que la había dejado sola.
La Hermandad esperaba en la habitación de Wrath, todos severos y concentrados. Y lo estaban esperando. Cuando Butch los miró a todos, se sintió como si estuviera a punto de presentar un informe al departamento y después de los meses de estar sentado sobre su culo, era bueno regresar al trabajo.
Aunque maldita fuera, lamentaba que fueran necesarias sus habilidades.
– ¿Dónde está Rhage? -Preguntó Wrath- Que alguien vaya a buscarlo.
Phury desapareció. Cuando regresó dejó la puerta abierta. -El hombre está en la ducha. Después acudirá.
Wrath miró a través de su escritorio a Butch -¿Qué es lo que sabemos?
– No mucho, aunque anima una cosa. Se llevaron algunas ropas de Bella. Era del tipo aseado, solo pude encontrar vaqueros y camisones, no la clase de material que podría haberse llevado a la tintorería o así. Esto me da la esperanza de que puedan mantenerla con vida algún tiempo. – Butch escuchó como se cerraba la puerta detrás de él y pensó en que Rhage había entrado.
– De todos modos, en ambos lugares, el de Bella y el de Mary, eran bonitos y limpios, aunque efectúe un barrido…
Butch comprendió que nadie lo estaba escuchando, Se giró.
Un fantasma caminaba por la habitación. Un fantasma que se parecía mucho a Rhage.
El hermano iba vestido de blanco y tenía una especie de bufanda alrededor de su garganta. Tenía colgando algo blanco de ambas muñecas también. Todos los puntos de haberse tragado algo, pesó Butch.
– ¿Cuándo se reunirá ella con el Fade? -Le preguntó Wrath.
Rhage solo sacudió la cabeza y se acercó a una de las ventanas. Miró fijamente a través de ella aún cuando las persianas estaban bajadas y no podía ver nada.
Butch se quedó perplejo porque la muerte había llegado tan rápida, no sabía si seguir o no. Echó un vistazo a Wrath, quien negó con la cabeza y se puso de pie.
– ¿Rhage? ¿Mi hermano? ¿Qué podemos hacer por ti?
Rhage lo miró por encima del hombro. Miró fijamente a cada uno de los hombres de la sala, terminando sobre Wrath. -No puedo salir esta noche.
– Desde luego que no. Y nos quedaremos contigo y compartiremos tu aflicción.
– No.-Dijo Rhage bruscamente. -Bella está ahí fuera. Encontradla. No permitáis que…se vaya.
– ¿Pero habrá alguna cosa que podamos hacer por ti?
– No puedo… encuentro que no puedo concentrarme. De verdad que no puedo…-Los ojos de Rhage fueron a la deriva hacia Zsadist. -¿Cómo vives con ello? Toda esa cólera. El dolor. El…
Z se movió inquietamente y miró fijamente al suelo.
Rhage se puso de espaldas al grupo.
El silencio en la habitación se alargó.
Y luego con un caminar lento y vacilante, Zsadist se acercó a Rhage. Cuando se encontró de pie al lado de su hermano, no dijo ni una palabra, no levantó una mano, no dijo nada. Solo cruzó los brazos sobre su pecho y apoyó su hombro junto al de Rhage.
Rhage se movió como si se sorprendiera. Los dos hombres se miraron el uno al otro. Y luego ambos se volvieron para mirar fijamente la oscurecida ventana.
– Continua. -Ordenó Rhage con una voz mortal.
Wrath regresó otra vez al escritorio. Butch comenzó a hablar otra vez.
A las ocho de aquella noche, Zsadist terminó en casa de Bella.
Vertió el último balde de agua jabonosa en el fregadero y luego puso el balde y la fregona en el armario de al lado de la puerta del garaje.
Su casa estaba limpia ahora y todo estaba donde tenía que estar. Cuando ella regresara a casa, todo tenía que verse como siempre.
Tocó la pequeña cadena de pequeños diamantes que llevaba alrededor de su garganta. La había encontrado la noche anterior en el suelo y después de ver que tenía un eslabón roto lo arregló. Apenas le rodeaba su cuello.
Exploró la cocina un rato más y luego bajó la escalera que llevaba a su dormitorio. Había doblado de nuevo la ropa muy bien. Colocó los cajones del aparador a su lugar otra vez. Alineó las botellas de perfume sobre la cómoda. Pasó la aspiradora sobre el lugar.
Abrió el armario y tocó las blusas, los jerséis y los vestidos. Se apoyó y aspiró su olor profundamente. Podía olerla y el olor hizo que le quemara el pecho.
Aquellos bastardos de mierda iban a sangrar por ella. Iba a desgarrarlos con sus manos desnudas hasta que su negra sangre cayera como una cascada.
Con la venganza palpitando en sus venas, se acercó a la cama y se sentó. Moviéndose despacio, como si pudiera romperse el marco y se echó, recostando su cabeza sobre las almohadas. Había una libreta de espiral sobre el edredón y lo recogió. Sus páginas llenas de letras.
Era analfabeto, por lo que no podía entender las palabras, pero estaban maravillosamente compuestas, su caligrafía curva era un modelo encantador sobre el papel.
En una página aleatoria, atrapó una palabra que sí podía leer.
Zsadist.
Ella había escrito su nombre. Hojeó el diario, mirándolo estrechamente. Había escrito su nombre varias veces recientemente. Se abatió cuando se imaginó el contenido.
Cerrando la libreta, la devolvió al lugar exacto dónde la había encontrado. Entonces miró a su derecha. Había una cinta del pelo sobre el soporte de la cama, como si ella se la hubiera quitado antes de meterse a la cama. La recogió y enrolló el negro satén en sus dedos.
Butch apareció en la base de la escalera.
Z salió disparado de la cama como si lo hubieran cogido haciendo algo malo. Lo que, desde luego, había hecho. No debería haber estado por la zona privada de Bella.