– ¿Estás inventando? -exclamó Maggie, azorada.
– ¡No, claro que no! Les envié una tarjeta para el casamiento. Qué diablos… vive y deja vivir. Me divertí mucho con Mark cuando viajábamos con la banda de la escuela.
– Hablabas en serio cuando dijiste que te mantuviste en con todos.
– Espera, aquí tengo otro. Eric Severson.
Maggie se irguió en la silla. La risa se le borró del rostro.
– ¿Eric?
– Sí, KL5-3500, la misma característica que el mío.
Luego de varios segundos, Maggie declaró:
– No puedo llamar a Eric Severson.
– ¿Por qué?
– Bueno… porque no. -Porque hacía mucho tiempo, cuando estaban en el último año de la secundaria, Maggie Pearson y Eric Severson habían sido amantes. Amantes primerizos, torpes e inexpertos, aterrados de que los descubrieran o de que ella quedara embazada. Habían tenido suerte en ambas cosas.
– Vive aquí en Fish Creek. Tiene un barco de alquiler en Gills Rock, como tenía su padre.
– Brookie, te dije que no podía llamar a Eric.
– ¿Por qué? ¿Porque te acostabas con él?
– ¡Brookie! -Maggie quedó boquiabierta.
Brookie rió.
– No nos contábamos todo, ¿eh? Y no olvides que yo también estaba en el barco de su padre ese día después de la fiesta de graduación. ¿Qué otra cosa podían estar haciendo ustedes dos en la cabina tanto tiempo? ¿Pero qué importancia tiene ahora? Eric sigue aquí, y tan bueno como lo fue siempre. Sé que le encantaría tener noticias tuyas.
– Pero se casó, ¿no es cierto?
– Sí. La mujer es bellísima. Y por lo que sé, son muy felices.
– Bueno, ahí tienes. -Amén.
– Maggie, por Dios, no seas chiquilina. Ya somos adultos.
Maggie oyó salir de su boca palabras increíblemente asombrosas.
– ¿Pero qué podría decirle?
– Qué te parecería: "¿qué tal, Eric, cómo va todo?" -Maggie imaginó a Brookie agitar una mano en el aire como hacía siempre. -¡Qué sé yo qué puedes decirle! Te di su número con todos los demás. No me pareció que fuese a ser algo del otro mundo.
– No lo es.
– Entonces no te comportes como si lo fuera.
– Es que… -Maggie iba a seguir discutiendo, pero lo pensó mejor. -Oye, gracias, Brookie. Muchísimas gracias, te lo digo de corazón. Esta noche fuiste el mejor remedio para mí.
– No seas tarada, Pearson. No se le agradece a una amiga una cosa así. ¿Estás mejor, ahora? ¿No te arrojarás por el inodoro ni nada por el estilo?
– He mejorado en un ciento por ciento.
– ¿Seguro?
– Seguro.
– Muy bien, entonces tengo que cortar. Debo acostar a los niños. Llámame en cualquier momento ¿quieres?
– Lo haré; tú también, llámame.
– Seguro. Nos vemos, Mag.
– Hasta pronto, Brookie.
Después de cortar, Maggie se arrellanó en la silla, y se quedó sonriendo durante largo rato. Un montaje de recuerdos agradables le pasaba por la mente: las amigas de la secundaria… Fish, Tani, Lisa y Brookie. Sobre todo Brookie, no demasiado inteligente pero querida por todos por el fantástico sentido del humor que tenía y porque trataba a todos por igual, sin criticar ni chismear. Qué maravilloso era saber que no había cambiado, que seguía allí en Door Counly, un eslabón con el pasado, la que se había mantenido en contacto contodos.
Maggie acercó la silla al escritorio y miró los números telefónicos iluminados por la lámpara de mesa. Los números de Fish, Lisa, Tani, Dave Christianson, Kenny Hedlund.
El número de Eric Severson.
No, no podría.
Se echó hacia atrás, se meció y pensó un poco más. Por fin se levantó y revisó la biblioteca hasta encontrar un delgado volumen de cuero acolchado color crema, estampado con letras doradas que se habían oscurecido hacía mucho tiempo. Gibraltar, 1965.
Abrió la portada y vio su propia letra cuadrada en la inscripción encerrada entre paréntesis: (Reservar para Brookie) y luego la caligrafía espantosa de Brookie.
Querida Maggie:
Bueno, lo logramos, ¿eh? Por Dios, ¡creí que nunca lo haríamos! Pensé que la vieja Morrie nos pescaría bebiendo cerveza y nos expulsaría antes de que nos recibiéramos. Y bastantes cervezas nos tomamos ¿no? Nunca olvidaré cómo nos divertimos cantando y bailando y andando por todos esos campos de trigo en el camión de Fish con el Quinteto Fatal. ¿Recuerdas la vez que paramos e hicimos pis en el medio de la Calle Principal? ¡Uy Dios, si nos pescaban! No olvides el viaje con el coro y el moco verde que pusimos en el termo de Pruitt y todas esas veces que lo volvimos loco agregando notas a las canciones, ni la vez que pusimos ese poster del desnudo en el vestuario de los varones con el nombre de ya-sabes-quién escrito encima. (Mi madre todavía no se enteró del lío en que nos metimos a causa de eso.) La fiesta de graduación fue sensacional con Arnie y Eric y el día después, en la Bahía Garret en el barco de Eric, también. (¡Suspiro!) Espero que les vaya todo bien a ti y a Eric, y sé que será así porque son una pareja fenomenal. Aun a pesar de que te irás a la Northwestern y yo estaré en la Escuela de Belleza de Bahía Green, nos juntaremos los fines de semana y reventaremos todo con Fish, Lisa y Tani, así que mantengámonos en contacto… ¡claro que sí! Tranquila con los muchachos de Chicago y suerte en todo lo que hagas. Eres la que tiene todo el cerebro y el talento, de modo que sé que te irá muy bien. Has sido la mejor amiga que pude haber tenido, Mag, así que por favor, no cambies… Y no me olvides. ¡Promételo!
Besos, Brookie
Al llegar al final del monólogo de Brookie, Maggie sonrió con nostalgia. No recordaba haber puesto moco verde en el termo del señor Pruitt, ni de quién era el nombre que escribieron sobre el poster del desnudo. ¿Y quién era la vieja Morrie? Tantos recuerdos perdidos.
Miró la fotografía de Brookie, las de Tani, Lisa, Fish, la suya (frunciendo la nariz con cara de horror)… Todas tan aniñadas y poco sofisticadas. Pero la foto que había querido ver al abrir el libro era la de Eric Severson.
Y allí estaba. Descomunalmente buen mozo a los diecisiete años; alto, rubio y nórdico. A pesar de que el anuario estaba hecho en blanco y negro, Maggie imaginó el color allí donde no estaba: el llamativo azul de sus ojos, puro como un campo de achicoria de Door County en agosto; el rubio desteñido del pelo, con mechones como espigas secas; el perenne bronceado de la piel curtida por veranos pasados ayudando a su padre con el barco pesquero.
Eric Severson, mi primer amante.
Encontró la letra de él en la última hoja del anuario.
Querida Maggie:
Nunca hubiera pensado al principio de este año cómo me costaría escribirte esto. ¡Qué buen año pasamos juntos! Recuerdo aquella primera vez que te pregunté si podía acompañarte a tu casa y cuando me dijiste que sí, pensé: ¡Uau, Maggie Pearson conmigo! Y ahora aquí estamos, graduándonos con millones de recuerdos. Jamás olvidaré aquel primer baile, cuando me dijiste que no mascara chicle en tu oreja, ni la primera vez que te besé en el sendero de la máquina de nieve debajo de la Old Bluff Road, ni todas las veces que cuando el entrenador Gilbert nos hablaba a los muchachos y a mí durante el medio tiempo, yo te miraba a ti cantar y bailar del otro lado del gimnasio. Me empezaste a gustar mucho antes de que me atreviera a invitarle a salir, y ahora me gustaría haberlo hecho tres años antes. Voy a extrañarte como loco este otoño cuando esté en Stout State, pero tenemos una cita para el día de Acción de Gracias en Door y otra para Navidad. Nunca olvidaré el día después de la graduación en el Mary Deare, ni la noche en el huerto del viejo Easley. No te olvides de Felicily y Aaron y tenemos una cita en la primavera del 69 para hablar de lo que ya sabes. Vístete siempre de rosado (no, sólo cuando salgas conmigo). Nunca conocí una mujer que quedara tan espectacular de rosado. Jamás te olvidaré, Maggie Mía. Con todo mi amor, Eric.