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– Ya veo -dije. Me sentí como si estuviera cayendo por el pozo de una mina-. Bueno, pues no cuente conmigo, señor Buckley. Yo seré antimonopolio hasta que me muera.

El Jefe Ciego giró la cara con el gesto torcido, como si yo hubiera propagado un olor fétido. Supuse que me indicaba que podía retirarme. Así pues, abandoné la reunión de los jefes de partido de la Democracia de San Francisco en el salón Alhambra.

Epílogo

Futuro: Periodo de tiempo en el que nuestros asuntos prosperan, nuestrosamigos son sinceros y nuestra felicidad estáasegurada.

– El Diccionario del Diablo-

El senador Jennings fue condenado por el asesinato de la señora Hamon, pero apeló la sentencia. Estaba muriéndose de cáncer de estómago y durante el segundo juicio entró en la sala en una silla de ruedas. No recibió mucha compasión de la concurrencia. Fue representado por Bosworth Curtis.

Los asesinatos del destripador de Morton Street pasaron a engrosar la lista de los casos no resueltos de San Francisco. La teoría de que el destripador huyó a Londres, donde volvió a resurgir como Jack el Destripador, fue ganando considerable aceptación.

Lady Caroline Stearns y su hijo también regresaron a Londres. Su hija se casó con el duque de Beltravers en Beltravers a finales de agosto. La boda fue todo un acontecimiento, y los escalofriantes gastos fueron publicados en el London Times.

Amelia Brittain y Marshall Sloat se casaron en septiembre, en la Trinity Episcopalian. Me alquilé unos trapos elegantes para asistir. Puede que no fuera un evento tan impresionante como el de la boda de Beltravers, pero aun así resultaba demasiado suntuoso para mí. Una concurrencia sumamente elegante en vehículos y caballos sumamente elegantes abarrotaban Post y Powell, y decenas de sirvientes uniformados y lacayos esperaban en los alrededores durante la ceremonia. Nunca antes había estado en una iglesia episcopaliana. Era una pálida copia de la católica romana. Amelia y su banquero parecían muy pequeños allá en el altar. Él era calvo, con mechones pelirrojos sobresaliendo por encima de las orejas, asemejándolo a un lince. Cascadas de flores los rodeaban. Acomodados en los bancos estaban los aristócratas instantáneos del Directorio de la Élite de San Francisco. No me uní a los himnos ni a las oraciones. Me sentía torpe y chabacano, como me sentí cuando tumbé a Beau McNair de un puñetazo y acabé con la nariz sangrando. Había caballeros gordos vestidos con toda la parafernalia y distintos estilos de patillas hasta la barbilla que parecían muy satisfechos consigo mismos; había mujeres viejas gordas como fogones; había hombres y mujeres jóvenes admirándose mutuamente. No asistí a la recepción.

Cuando dejé el Hornet conseguí trabajo en el Chronicle, con un ligero aumento de sueldo en comparación con el que el señor Macgowan me pagaba. El Chronicle eratan contrario a los chinos como el Hornet, pero publicaron mi artículo sobre las esclavas, el cual cito a continuación por llegar a ser tan importante en mi carrera como periodista:

»Se pueden encontrar esclavas chinas en salones de San Francisco, donde se ofrecen todas las atracciones típicas chinas que los turistas esperan ver: almizcle, sándalo, teca, tapices de seda, dioses cómicos de cerámica y manuscritos. Estos locales están en Grant Avenue, Waverly Place y Ross Alley. Hay tan sólo unos cuantos de ellos. Pero hay innumerables casas de citas. Se concentran en las calles Jackson y Washington, así como en los callejones Barlett, China y Church.

En 1869 el Chronicle informó de un cargamento de niñas chinas de nueve y diez años como si fueran una mercancía cualquiera llegada desde oriente.

»"Los mejores ejemplares del cargamento, las hembras frescas y bonitas que vienen del interior, son destinadas a suministrar los pedidos de comerciantes ricos y hombres de negocios prósperos. La peor parte del cargamento eran chicas-de-barco, procedentes de las ciudades costeras, donde el contacto con los marineros reducen su valor".

»Ese artículo fue publicado seis años después de la Proclamación de Emancipación de Lincoln.

»Las chicas son vendidas cuando tienen alrededor de cinco años por sus propios padres. Los sindicatos consiguen reunir hasta ochocientas chicas y las traen cuando tienen una edad aceptable; y para entonces valen entre setenta y cinco y ochenta dólares en China. En California valen entre doscientos y mil dólares, dependiendo del grado de atractivo. Las tarifas por sus servicios oscilan entre quince centavos hasta un dólar.

»Las chicas de las casas de citas de Jackson y Washington Street, y los callejones, son expuestas como pollos en jaulas. Los lupanares miden entre tres y tres metros y medio de ancho y contienen un cuarto principal y la estancia trasera, separada por una cortina. Los Reformistas [14] afirman que el noventa por ciento de las chicas están enfermas. El contrato vinculante de las prostitutas, que normalmente es para ocho años, se prolonga dos semanas más de trabajo por cada día de baja por enfermedad. Si intentan escapar su vinculación es conmutada y en lugar de ocho años se convierte en un contrato de por vida. Si están demasiado enfermas para trabajar son transportadas a un "hospital", que nunca abandonan con vida».

Jugué al béisbol con Elmer Nix una vez más, en el nuevo diamante de béisbol en Central Park de 8th Street con Market; ambos jugábamos para equipos a los que ya no pertenecíamos por derecho, porque Nix había abandonado la policía para convertirse en despachante del San Francisco Stock Brewery. Tuve el placer de echarlo de la segunda base en un juego doble.

La Ley del Corredor de Girtcrest fue aprobada a principios de 1886.

El capitán Isaiah Pusey se convirtió en el jefe de policía de San Francisco en 1891.

Continué escribiendo artículos de forma esporádica para el Chronicle, sobre sucesos, escándalos, reseñas y exposiciones para turistas y recién llegados a la City; sobre el emperador Norton, sobre Sarah Althea Hill, el juez Terry y el senador Sharon, sobre el Rey Kalakaua y la Reina Liliuokalani, sobre Lucky Baldwin, William Ralston, los Cuatro Grandes, el Jefe Buckley y Boss Ruef. Mi extenso artículo sobre las chicas esclavas fue publicado por Bret Harte en el Athlantic Monthly. Causó cierto revuelo y mis expectativas como periodista mejoraron notablemente.

Publiqué algunas cosas que dolieron a los jefes del partido democrático de la ciudad, a los jefes republicanos del estado, y a los del Ferrocarril del Pacífico Sur. No era ni por asomo tan brillante como Bierce, pero tampoco era tan cínico. Más tarde, publiqué varios libros y colecciones sobre la historia de San Francisco.

Creo que mi padre finalmente se sintió tan orgulloso de mí como si hubiera llegado a ser jefe de bomberos. Continuó repartiendo los sobornos para los asuntos del Ferrocarril en la legislatura. Nos reuníamos para cenar una vez al mes en uno de los mejores restaurantes de San Francisco, y el ágape siempre lo pagaba el Don incluso cuando yo ya ganaba bastante dinero. Los mensajes del ex Picas para Bierce nunca fueron mencionados, el único acto de deslealtad con sus jefes.

Algunos años después de su boda, encontré a la señora Sloat en Geary Street. Amelia estaba con otra bella joven, ambas vestidas de punta en blanco con elegantes sombreros y corpiños ajustados de escote bajo y que revelaban una piel tan suave como la gamuza, iban ambas cargadas con paquetes de compras. Habían venido de Woodside para pasar el día.

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[14] Tempranos defensores de la reforma del sistema sanitario en Estados Unidos siguiendo el modelo de sanidad pública universal hacia la que tendían varios países europeos a finales de siglo XIX. (N. de la T.)