Bubba sonrió, abrazó a Maggie y siguió con su tarea.
Maggie también sonrió. Sonrió porque, de repente, aprendió a querer mucho a Bubba. Y sonrió porque Papá Noel la había encontrado allí, en las ondulantes y nevadas tierras de Vermont, y, además, porque le había regalado un libro para colorear. Pestañeaba frenética, pero, de todas maneras, las lágrimas bañaron su rostro. Hundió la cara en el pecho de Hank y resolló sobre su corbata.
– Es qu… que me… me encantan los libros para colorear -sollozó.
Orville Mullen estaba al otro lado de Maggie.
– Tal vez esté embarazada -conjeturó, dirigiéndose a Hank-. Así se ponen. Se largan a llorar por los libros para colorear, por los baberos y por los escarpines. Cuando mi Elaine estaba embarazada, no podíamos caminar frente a los tarros de alimento para bebé de Acme porque se ponía a llorar desconsolada.
La señora Farnsworth se acercó y rodeó los hombros de Maggie con el brazo.
– Es necesario que empieces a hacer manualidades -le aconsejó-. Tranquiliza los nervios y, además, te enteras de algunos chismes.
– No sé… -dijo Maggie, sonándose la nariz en el pañuelo de seda rojo de Hank.
– No te llevará mucho tiempo -insistió la señora Farnsworth-. Es sólo una tarde de sábado al mes y podrás contarnos sobre el diario de tu tía Kitty. Todos morimos por leer tu libro cuando se publique. No todos los días tenemos a una escritora auténtica caminando por las calles del pueblo. Tal vez, hasta podamos organizar una sesión de autógrafos.
¿Una sesión de autógrafos? Maggie se tapó la boca con la mano para sofocar la carcajada. Sería famosa. No terriblemente famosa, por supuesto. Después de todo, no era Elizabeth Taylor, pero aun así, podría alcanzar algo de fama. Y el Club de Manualidades le organizaría una sesión de autógrafos. Maggie se mordió el labio inferior. Tenía un problema. Un problema con su nombre.
– Tendrás que casarte conmigo lo antes posible -dijo a Hank-. Tengo un problema con el nombre. Cuando el Club de Manualidades organice la sesión de autógrafos en mi honor, ¿con qué nombre voy a firmar? Todos piensan que soy Maggie Mallone, cuando, en realidad, sigo siendo Maggie Toone. Como verás, esto podría prestarse a muchas confusiones, a menos que nos casemos de inmediato -Se mordió el labio de nuevo-. Sé que han pasado varios meses desde la última vez que me pediste que me casara contigo. Tal vez hayas cambiado de opinión. No podría culparte si es así.
Hank le sonrió ampliamente.
– Déjame aclarar las cosas. ¿Quieres casarte conmigo para poder firmar autógrafos en la sede del Club de Manualidades?
– Sí.
Hank no pudo resistirse a seguir el juego.
– No sé. No es muy romántico. No estoy seguro de que sea una buena razón para casarse. ¿Y qué pasa con Skogen? ¿Estás convencida de que puedes vivir aquí?
– ¡Por supuesto que puedo vivir aquí! ¡Skogen es un sitio magnífico para vivir! -Bajó la voz y asumió un tono más serio-. Y te amo.
Hank la tomó entre sus brazos.
– Yo también te amo y seré feliz al casarme contigo -Luego la besó intensamente, frente a todo el mundo.
– Es una suerte saber que él ya no lo hace en los graneros de los vecinos -dijo Gordie Pickens-. Qué tremendo fue en su juventud, ¿verdad?
Bucky Weaver, el viejo Dan Butcher y Myron Stonehouse compartieron la opinión.
Y la banda interpretó Rodolfo, el reno del hocico rojo por cuarta vez.
Janet Evanovich