– Pues claro que voy en serio -repuso Jennifer con tono alegre-. Con todo mi corazón.
Steven perdió finalmente el control y la estrechó entre sus brazos.
– En ese caso…
Se levantaron de la cama ya muy avanzada la tarde, cuando el sol estaba bajo en el cielo.
– Tengo hambre -murmuró Jennifer.
– Entonces te prepararé un festín. Pero primero quiero enseñarte algo.
La envolvió en una bata suya y la llevó a los jardines, al claro entre los árboles que ella había descubierto el día de la boda de Maud. El terreno ya había sido completamente despejado de maleza, y más plantas de edificios habían sido marcadas, pero los trabajos parecían haberse detenido.
– No podían seguir adelante sin tu intervención -le explicó Steven, sentándose en un tronco de árbol y sentándola a ella en su regazo-. Necesito tus ideas antes de empezar a edificar.
– ¿Mis ideas acerca de qué?
– Oh, ¿es que no te lo dije? Va a ser un hogar de acogida de animales.
– ¿Un qué? ¡Steven!
– Es tu regalo de boda. Y, de la arrogante manera que es habitual en mí, comencé las obras antes de que consintieras en casarte conmigo.
– Un hogar para animales abandonados -pronunció Jennifer sin aliento.
– Bueno, pensé que te gustaría tener uno. Todavía te necesitaré en Norton, al menos por una temporada, pero poco a poco irás pasando menos tiempo en la empresa y dedicándolo a este lugar. Incluso cuando dejes tu empleo seguirás recibiendo los réditos de tus acciones, y podrás invertirlos en pagar a los trabajadores que necesites contratar aquí. He pensado que podrías empezar con una persona, pero después…
– Hey, espera -protestó ella-. Lo tienes todo decidido, ¿verdad? ¿Es que yo no tengo nada que decir?
– ¿He hecho algo mal? De acuerdo, dime cómo te habría gustado organizarlo…
– Bueno, de hecho, me gustaría hacer exactamente lo que tú me has descrito. Pero Steven, si hay algo que me molesta especialmente es la manera que tienes de leerme el pensamiento y anticiparte a mis deseos.
– Lo siento -repuso Steven, riendo.
– Bueno, ¿y qué más voy a querer hacer? -le preguntó Jennifer-. Dímelo ahora, y me ahorraré el trabajo de pensarlo yo misma.
– Bueno, algo me dice que ampliarás este hogar hasta que tengamos que mudarnos de casa y así tengas más espacio para tus…
– Residentes.
– Eso, residentes. Y no tendrás que preocuparte por la manera de conseguirlos. Hay otro hogar de acogida de animales en la localidad que tiene un problema de exceso de población, y sus autoridades estarán más que dispuestas a cedértelos. Cuando hayas aprobado los planos, los obreros comenzarán con los cimientos, y luego…
Pero Jennifer lo acalló con un beso. Steven era la primera persona que había descubierto y reconocido su vocación, e intentó expresarle sin palabras su apasionada gratitud.
– Así que éste era el gran secreto que me tenías guardado.
– Quería disfrutar sorprendiéndote, y estuviste a punto de estropearlo todo cuando lo descubriste. A propósito, te he dicho que será tu regalo de boda y…
– Me casaré contigo; me casaré contigo -se apresuró a asegurarle.
– Lo suponía -sonrió Steven-. Pero, de hecho, tengo otro regalo para ti. Y lo tienes aquí mismo, porque ha venido a visitarnos…
Jennifer dio un grito de alegría al descubrir al inconfundible gatito negro con las patas blancas, caminando hacia ella por el césped.
– ¿Es el mismo, verdad? -inquirió mientras lo acariciaba.
– Por supuesto. Fui a visitar a aquella familia y les dije que quería a Steven tan pronto como fuera lo suficientemente mayor para dejar a su madre.
– Oh, todo es tan perfecto… Y pensar que empezaste a preparar todo esto mientras yo creía que me odiabas…
– Nunca te odié. No me gustaba que me hubieras sonsacado aquella información para David, pero cuando me dijiste que lo que pretendías con ello era darme una lección, supongo que siempre te creí. Sin embargo mi orgullo seguía resentido, y no podía pensar nada a derechas -se interrumpió por un instante-. Sufría mucho, y eso demostraba que mis sentimientos por ti eran más profundos de lo que había pensado. Así que lo hice todo mal. Intenté separarte de Conner por la fuerza, en lugar de ir a buscarte y confesarte mi amor, que era lo que debería haber hecho. Cuando mi torpeza provocó que fijaras la fecha de la boda, creí volverme loco. Empecé a preparar este lugar como una forma de convencerme de que todo se arreglaría al final. Afortunadamente Barney acudió en mi rescate, y organizamos el escenario idóneo para que Conner y Penny profundizaran su relación.
– Pero, querido, supón que David no se hubiera echado atrás. ¿También tenías un plan para esa contingencia? ¿O simplemente te habrías quedado quieto, viendo cómo me casaba con otro hombre?
Steven esbozó su sonrisa más maliciosa, dejó a su homónimo en el suelo y atrajo a Jennifer hacia sí, murmurando:
– Amor mío… ¿tú qué crees?
Lucy Gordon