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– No -la tranquilizó Andy-. Se trata de la casa. Ha habido un incendio y…

– ¿Un incendio? -repitió Georgia, sin prestar atención a la cara de interés con que la miraban sus compañeros de trabajo-. ¿Quieres decir que la casa se ha quemado?

– No, qué va. Sólo parte de la cocina.

– La cocina… Será mejor que me lo cuentes todo.

– Ya está todo bajo control -la tranquilizó Andy-. Pero, ¿podrías venir? Lockie no deja de dar vueltas y ya sabes el poco sentido práctico que tiene. Menos mal que Jarrod se está ocupando de todo.

– ¿Jarrod está ahí? -dijo Georgia, con desmayo. ¿Es que siempre tenían que contar con él para salir de apuros?

– Hasta hace un rato sí, pero en cuanto ha oído las sirenas ha ido a buscarte. Llegará en seguida.

Georgia dejó escapar un gemido.

– ¿Por qué le habéis molestado? ¿Es que no podía venir Lockie?

– ¿Bromeas, Georgia? Es un gran músico pero como bombero deja mucho que desear. En estos momentos, no me fiaría de él como conductor -Andy rió-. De hecho, iba a ir yo a recogerte, pero Jarrod insistió en ir él.

¿Había cierta sorna en el comentario o Georgia lo imaginaba?

– Como sigamos así voy a tener que pagarle como chófer -masculló Georgia.

– Es verdad -dijo Andy, riendo-. Es una pena que sea tu primo. Estoy seguro de que un montón de mujeres darían lo que fuera porque les hiciera de chófer.

– No me cabe la menor duda -dijo Georgia, cortante y, al levantar la vista, vio a Jarrod hablando con su jefe, el señor Johns, mientras las dependientas lo contemplaban con expresión admirada-. Jarrod ya ha llegado, Andy. Hasta ahora -colgó y fue a su encuentro.

– Señor Johns, lo siento. Yo… -comenzó a disculparse.

– No se preocupe, señorita Grayson -dijo él, haciendo un ademán con la mano-. El señor Maclean me ha explicado la situación. Debe ir a casa ahora mismo. Espero que todo vaya bien.

– Es usted muy amable, señor Johns. Recuperaré las horas que falte -le aseguró Georgia, pero él hizo un gesto para quitarle importancia.

– Ni lo piense, señorita Grayson. La veremos mañana a no ser que nos avise de lo contrario -dijo él con una amabilidad desacostumbrada en él.

– Gracias -dijo ella, dirigiendo una mirada furtiva a Jarrod.

– No hay de qué. Y ahora, márchese. No haga esperar al señor Maclean.

Georgia fue a recoger su bolso y volvió al encuentro de Jarrod.

– ¿Georgia? -la llamó Jodie desde detrás de un estante-. Siento lo del incendio. Espero que no sea nada grave -los ojos de Jodie estaban fijos en el hombre que Georgia tenía a su lado y ésta no tuvo más remedio que presentarlos.

– Jodie, éste es mi primo Jarrod Maclean. Jarrod, ésta es Jodie Craig.

– Hola -Jodie le ofreció la mano y sonrió-. Me alegro de que no seas mi primo -dijo, con descaro, haciendo reír a Jarrod-. ¿Dónde lo has tenido escondido, Georgia?

– He estado en el extranjero -dijo Jarrod, divertido.

– Pues bienvenido -Jodie no ocultaba su interés en él.

– ¿No deberíamos irnos, Jarrod? -dijo Georgia, cortante, cuando logró articular palabra.

Jodie volvió a sonreír.

– Mensaje recibido, Georgia -dijo, logrando que Georgia se ruborizara-. Hasta mañana. Encantada de conocerte, Jarrod.

Salieron y Georgia se esforzó por olvidar a Jodie y sus comentarios.

– ¿Es muy grave? -preguntó cuando Jarrod puso el coche en marcha.

– No demasiado. Si Andy no llega a reaccionar en el acto podía haber sido una catástrofe.

– ¿Lockie está bien?

– Sí, sólo un poco enloquecido -dijo él.

– ¿Saben qué ha ocurrido?

– Piensan que ha habido un cortocircuito en la cocina. Andy y Lockie olieron el humo. Cuando llegaron, la pared del fondo estaba en llamas.

Georgia cerró los ojos. ¿Y si la casa hubiera estado vacía?

– Para cuando llegaron los bomberos, la parte de atrás se había quemado. Han conseguido controlar el fuego, pero el agua ha dañado algunos dormitorios.

Georgia se frotó los ojos con aire cansado. ¿Qué otra desgracia podía ocurrir? ¿Y por qué todo había comenzado con el retorno de Jarrod?

– Podemos dar gracias de que no hubiera viento -dijo Jarrod, mirándola de soslayo y viendo lo pálida que estaba-. No es demasiado grave, Georgia. Se puede reparar.

Georgia asintió con la cabeza.

– No es eso… Es que todo parece ir mal al mismo tiempo. Los problemas con Morgan, Lockie y Mandy, y…

– ¿Y?

– Todo -concluyó Georgia, en tono mate. Y la vuelta de Jarrod. Eso era lo peor.

Hubiera querido gritar. ¿Es que él no recordaba aquellos días apasionados? ¿No se sentía torturado por los recuerdos de la intimidad que habían compartido?

Georgia apartó la mirada de él. Tenía que ignorar la fascinación física que ejercía sobre ella, el aroma erótico que desprendía su piel…

– ¿Cómo está el tío Peter? -preguntó, con voz trémula.

– No demasiado bien -suspiró él-. Anoche durmió muy mal. Pensé… -se encogió de hombros-. Si fuera más joven los médicos lo operarían, pero dicen que no superaría la intervención.

Tomaron el desvío que llevaba a casa de Georgia en el preciso momento en que el camión de bomberos salía. Georgia contuvo la respiración. La fachada de la casa no presentaba ningún daño, pero cuando Jarrod giró, pudieron ver las marcas oscuras que el humo había dejado en todo el lateral.

Lockie y Andy aparecieron desde detrás de la casa. Los dos tenían el rostro y las manos manchadas de hollín.

– Es peor de lo que parece, Georgia -dijo Lockie-. Al menos nuestro equipo está en el local, así que no le ha pasado nada.

– Lockie, ¿cómo puedes pensar en los instrumentos en este momento? -Andy le dio un empujón-. Seguro que a Georgia le preocupa más la nevera.

– Y seguro que a ti te preocupa la nevera por la comida -comentó Lockie, altanero-. Al menos ésta.

– ¿Quieres decir que vuestro equipo no? -dijo Jarrod sorprendido.

Lockie lo miró con expresión culpable.

– Sólo una parte.

Jarrod sacudió la cabeza, pero Georgia apenas prestaba atención a la conversación. Los cristales estaban rotos y las paredes negras. La idea de entrar le daba pavor.

– El otro lado y la parte de delante no han sufrido ningún daño -dijo Jarrod, quedamente-. Sólo la parte de atrás necesita reparaciones.

– ¿Lockie, has llamado a papá para contárselo? -preguntó Georgia.

Su hermano asintió.

– Mientras Jarrod iba a recogerte. También he llamado a la compañía de seguros. Vendrán mañana por la mañana.

– ¿Va a venir papá?

– No -Lockie sacudió la cabeza-. No podría hacer nada por el momento, así que ha decidido acabar con lo que está haciendo. Calcula que tardará un par de semanas. Para entonces, la compañía de seguros habrá acabado la inspección y podrá ponerse a trabajar -Lockie suspiró-. Menudo lío.

– Al menos podemos proteger la casa -dijo Jarrod, dándole una palmada en la espalda-. Cerca de la verja hay unos tablones de madera. Podemos tapar las ventanas rotas y el acceso de la cocina al resto de la casa -Jarrod se encaminó en esa dirección-. Vamos, Lockie, manos a la obra.

Andy y Georgia subieron al piso de arriba. Por muy preparada que estuviera para lo que la esperaba, Georgia no pudo evitar estremecerse al ver el estado en que encontró los dormitorios. Las camas y las cortinas estaban empapadas y el olor ácido del humo impregnaba el aire.

– ¿Por dónde empezamos? -dijo Georgia, arrugando la nariz al sentir la alfombra rezumar agua bajo sus pies.

– Quitando la ropa de cama -sugirió Andy-, y sacando los colchones a secar.

Georgia tiró de un colchón.

– Ni se te ocurra moverlo -la reprendió Andy-. Te puedes hacer daño y no puedes correr el riesgo de no tener una pequeña Georgia correteando por la casa.