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– Se te ha escapado otra vez, ¿eh? Eso se le da de maravilla a la señorita Carlisle; a mí también me lo ha hecho.

– Estoy pensando en utilizar esposas la próxima vez -dijo Brodie un poco tenso.

– La pobre chica ha estado esposada, metafóricamente hablando, desde que tuvo uso de razón. Carlisle debería intentar confiar en ella por una vez; es su hija, no su esposa -pareció vacilar-. Es buena chica, Tom.

– Sí -el tráfico empezó a hacerse más fluido-. Cuéntame, tú que los has visto juntos. ¿Dirías que están enamorados?

– No sabría decirte. Ella siempre se mostraba muy coqueta con él, pero, como te he dicho, sabía que la estábamos vigilando. Puede haber sido un juego para hacer de rabiar a su padre, me entiendes ¿no?

– Sí, sé exactamente a lo que te refieres -dijo con sentimiento; sabía que a Emmy le gustaba provocar-. Gracias Mark, hasta luego.

El embotellamiento desapareció y salió del centro de la ciudad en dirección a Aix. Alcanzó el autobús después de unos diez kilómetros.

«Un autobús», pensó. Aunque quizá no fuera el correcto. La posibilidad de que la camarera le hubiera mentido para protegerla también se le ocurrió, pero al recordar lo nerviosa que se había puesto le pareció poco probable.

¿Por qué no había dejado de intentar darle el esquinazo? ¿Qué tendría que decirle a aquel hombre que pudiera cambiar tanto el resultado de los acontecimientos? Fuera lo que fuera, ella no creía que el amor por sí solo resultara suficiente.

Era aquella creencia lo que le empujaba a continuar. Al fin y al cabo, la celebración del matrimonio no era un peligro inminente. Pero había algo más… y se negaba a que una muchacha de piernas largas lo venciera, aunque estuviera loco por ella.

Se colocó a unos coches de distancia detrás del autobús y cruzó los dedos mentalmente, esperando que la señorita Carlisle no hubiera tenido tiempo para algo tan complicado como dejar pistas falsas.

No; además, estaba la postal de Kit. Frunció el ceño y agarrando el móvil presionó la tecla de la rellamada.

– ¿Mark? Soy yo otra vez. ¿En la postal decía Fairfax mi granja?

– Creo que sí; espera un momento -se hizo una pausa mientras consultaba su libreta de notas-. Sí, eso es lo que dice. Ah, creo que ya sé adonde quieres llegar. Te llamo en un rato.

Emmy había elegido un asiento de pasillo en el autocar. Lo último que le hacía falta era que Brodie pasara con el coche y divisara la mata de pelo zanahoria que destacaba entre las oscuras cabelleras de los lugareños. Debería de haberse puesto un sombrero o un pañuelo, pero no se había llevado ninguno. ¿Además, cómo podía haberse imaginado que iba a tener que esconderse en un autobús?

Se inclinó hacia delante para mirar por la ventanilla, cuyo asiento estaba ocupado por una señora muy gorda. Los coches pasaban a toda velocidad pero no había señales de Brodie. Intentó recordar exactamente lo que le había dicho: hacia el norte y luego hacia el este. ¿Sería capaz de dar con la dirección correcta a tiempo?

Estaban entrando en un pueblo y el autocar se detuvo a un lado de la carretera. La mujer que estaba sentada a su lado se levantó para salir y Emmy hizo lo propio para dejarla pasar. En ese momento, mientras los coches adelantaban y pasaban junto al autocar a toda velocidad, miró por el cristal trasero del autobús, y fue a hacerlo directamente a la cara de Brodie. Por un instante se quedó inmóvil, incapaz de reaccionar.

El autobús reanudó la marcha y la lanzó hacia un lado, resolviéndole el problema. Emmy volvió a sentarse cuidadosamente e intentó pensar sin mirar hacia atrás. ¿Qué le habría hecho a la pobre camarera para conseguir que le diera la información? Sí, lo sabía porque sería exactamente lo mismo que ella hubiera hecho. ¿Pero qué otra cosa podía haber esperado de él? Fue su inteligencia lo que tanto le había impresionado cuando la dejó escapar de Honeybourne Park. Y, desde entonces, no le había ido a la zaga en cuanto a ingenio, respondiendo a cada movimiento suyo con una insistencia que la estaba volviendo loca.

Durante un rato, el autobús había sido su guarida, su salvación; pero después de verla Brodie, estaba atrapada en él. En cuanto bajase, Brodie estaría allí y no esperaba que estuviera tan amable como cuando le había dado el golpe al coche.

Le daría las gracias como se merecía cuando todo aquello hubiera terminado. Una breve sonrisa iluminó su rostro cuando por un momento se deleitó con la dicha por llegar. Pero en ese momento lo más importante era librarse de él. Lo único que necesitaba era una hora…

El conductor del autocar utilizaba una radio para hablar con la central de control y al verlo se le ocurrió una idea.

Pero inmediatamente la rechazó. No podía hacerle eso a Brodie, sería tremendo, jamás se lo perdonaría… Pero tenía que pensar en Kit…

Se levantó y fue hacia la parte delantera del autobús.

– Pardon -empezó con timidez-. Parlez vous anglais? -el conductor la miró y meneó la cabeza.

Consciente de que todos los demás pasajeros la estaban mirando, se volvió y se dirigió a ellos:

– Por favor -dijo-. Me sigue un extraño; el coche que lleva es robado -señaló a la parte de atrás del autocar; todos se volvieron a mirar atrás y luego la miraron, de nuevo expectantes-. Un stalker! -intentó, un tanto desesperada pues se acercaban a Aix-. Un stalker anglais! -agarró el transmisor del conductor-. Appelez les gendarmes! -dijo con dramatismo.

Mientras el conductor, instado por los pasajeros, llamaba pidiendo ayuda, Emmy se dejó caer en el asiento, prometiéndose a sí misma que se apuntaría a clases de francés en cuanto estuviera de vuelta.

Brodie no estaba seguro de lo que Emmy pensaba conseguir quedándose en el autobús. Podría viajar mucho más cómoda si se hubiera bajado y montado en el coche con él.

A las afueras de Aix se dio cuenta de lo que Emerald Carlisle era capaz cuando dos coches de la policía le cerraron el paso, uno por delante y otro por detrás, obligándolo a detenerse.

Brodie paró y salió del Renault levantando ligeramente las manos mientras los gendarmes lo prendían. Pero no los miraba a ellos, sino que observaba cómo el autobús se ponía de nuevo en marcha. Emmy estaba en la parte de atrás mirándolo, y le pareció que le decía algo. ¿Podría haber sido «lo siento»? Eso le pareció.

Pero no pensaba perdonarle aquello tan fácilmente. De hecho, en ese mismo momento se arrepintió de no haber llamado a la policía cuando Emerald Carlisle le robó el coche.

Cuando los gendarmes lo esposaron sin miramientos y lo obligaron a subir al coche, se preguntó qué se habría inventado para hacer que la policía se le echara encima con tanta rapidez.

Emmy se quedó mirando por la ventanilla trasera del autocar mientras detenían a Brodie. Todos los demás pasajeros le sonreían y lanzaban vítores.

Se sentía verdaderamente fatal por lo que le había hecho, fatal por engañar a todo el autobús; no debería haberlo hecho.

Tenía que detener toda aquella farsa en ese mismo momento. Pero, cuando se puso de pie el autobús aceleró y se alejaron del lugar. Se quedó allí de pie, observando la escena con el corazón en un puño y le entraron ganas de llorar. Vio que Brodie la miraba fijamente y, desesperada, le dijo: «lo siento», articulando para que le leyera los labios. Pero ya era demasiado tarde.

En cuanto llegara a Aix iría derecha a la comisaría y les explicaría lo que había hecho; entonces lo dejarían marchar. Se acomodó en el asiento, ajena al emocionado parloteo que todo ello había generado.

Pero aunque hiciera eso, Brodie estaría tan furioso con ella que a lo mejor la dejaría en la comisaría encerrada hasta que hubiera dado con Kit y descubierto exactamente lo que había estado planeando. Quizá ni siquiera haría eso; a lo mejor se limitaría a volver directamente a Inglaterra y la dejaría allí encerrada hasta que Hollingworth fuera enviado a sacarla de otro atolladero. No se lo reprocharía en absoluto si así fuera.