Wade no sabía por qué la había llevado allí ni podía explicarse el motivo de invitarla a dar una vuelta. Era el mismo sitio en el que habían estado la noche de la desaparición de Sarah. Era lógico que volvieran después de haber desaparecido Lisa. Los dos crímenes estaban ligados entre sí de una manera extraña e irracional, al igual que su vida estaba ligada a la de Leigh. El vínculo estaba allí, pero no le encontraba ningún sentido.
– ¿Vas a hacerle caso a Burt?
– No tengo otro opción -contestó él, contemplando el agua-. Sé que no tiene derecho a ordenarme nada, pero también es cierto que puede causarme disgustos si vuelvo a Nueva York.
Wade había dejado las gafas de sol en el coche y se sentía extrañamente indefenso sin ellas. Leigh en cambio, sintió que su relajación anterior dejaba paso a una ira ofendida.
No quería que Wade se marchar antes de solucionar el vacío que había entre ellos, pero le asombrado el modo en que su cuñado usaba las leyes para que sirvieran a sus propios fines.
– Lo dices por tu reputación profesional, ¿no es verdad?
Wade asintió. Recogió una piedra y la arrojó al agua.
– Había llegado a creer que había dejado todo esto atrás definitivamente. Pero no. Incluso es peor que la última vez. Al menos, entonces tenía una coartada, ahora sólo cuento con mi palabra.
– A mí me basta -dijo Leigh.
Wade no la miró. Parecía estar absorto en sus propios pensamientos.
– La verdad es que creo que tenías razón el otro día.
– ¿Sobre qué?
Comenzaba a confiar en ella, pero se guardaba algo de suma importancia. Leigh lo había sabido desde el momento en que ni siquiera la había mirado al decirle que le bastaba con su palabra.
– Es demasiado obvio para ser una coincidencia. El criminal sigue en la ciudad, ¿por qué, entonces, tendría que esperar doce años para cometer otro crimen?
– La única razón es que tú has vuelto. La pregunta es qué podemos hacer.
Wade sacudió la cabeza desesperadamente. Otra niña había desaparecido y su reputación e incluso su futuro pendían de un hilo. Lo irónico era que estaba discutiendo la situación con la mujer que había ayudado a arruinar su vida en el pasado. Sabía que ella ya estaba elaborando un plan. Había dicho «nosotros». Por un segundo, sopesó la posibilidad de marcharse y dejarla sola, pero no lo hizo. Necesitaba toda la ayuda con que pudiera contar y ella se la debía.
– Todo juega contra nosotros para averiguar lo que le ha pasado a Lisa. Burt nos ha advertido que no nos interpongamos en su camino y nadie de la ciudad hablaría conmigo.
– Quizá no podamos averiguar lo sucedido con Lisa -dijo ella con los ojos brillantes-, pero nada nos impide tratar de averiguar lo que sucedió con Sarah.
– ¿Qué te propones?
– Es un poco arriesgado, pero creo que es nuestra única oportunidad. Los dos crímenes tienen que estar relacionados, ¿de acuerdo? Sí descubrimos quién secuestró a Sarah habremos descubierto al secuestrador de Lisa.
– No funcionará. La pista está muy fría, hace demasiado tiempo que ocurrió. Además, no podemos estar seguros de que se trate de la misma persona. Sólo es una teoría.
– Escúchame, Wade. Es la única teoría que tenemos y ha de bastarnos. Sé que las pistas se han de haber enfriado, pero nunca intentamos seguirlas. Yo escondía la cabeza en la arena y tú te marchaste de la ciudad. ¿No crees que debemos intentarlo por nosotros mismos y por Sarah? Nos lo debemos.
Wade adquirió una expresión tensa mientras meditaba sus palabras. La miró y vio que sus labios sensuales estaban entreabiertos de anticipación y en sus ojos había una expresión suplicante. Ya le había herido en una ocasión. Sería una locura confiar en ella sólo porque sus ojos se iluminaban al verlo. Pero quizá no fuera tan mala idea. Quizá era la única oportunidad que tenían. Wade sintió que Leigh contenía la respiración mientras aguardaba su respuesta.
– ¿Cuál será nuestro primer movimiento?
Leigh dejó escapar el aire que había estado conteniendo. Que Wade estuviera de acuerdo era más importante para ella de lo que había creído.
– En cuanto estés listo iremos a Charleston. Creo que deberíamos hacerle una visita a Martha Culpepper.
Al cabo de un momento asintió y ella sonrió aliviada. Necesitaba ayudarle casi tanto como él necesitaba su ayuda. Por vez primera desde su reencuentro sintió una tenue esperanza. Quizá podría ganarse su confianza otra vez, quizá podría arreglar las equivocaciones del pasado. Hacía calor y Leigh se levantó la coleta para airear su nuca con un gesto inconsciente.
– ¿Por qué no te lo has cortado?
Leigh sabía la respuesta. Un cabello que le llegaba a la cintura era muy poco práctico en el calor húmedo del sur, pero nunca había pensado en cambiar de estilo. Hacía muchos años, un hombre le había acariciado los cabellos pidiéndole que nunca se los cortara. Nunca lo había hecho. Bajó la mirada al suelo y mintió.
– Creo que soy demasiado gallina como para arriesgarme a verme sin él.
Wade la contempló un momento. Suspiró al pensar que ella ni siquiera recordaría lo mucho que a él le habían gustado sus cabellos largos. Después de lo que había ocurrido no podía esperar nada de ella y mucho menos que no se hubiera cortado el pelo en todos aquellos años por él. Se tumbó en el ribazo dejando que la hierba le refrescara el cuerpo.
– No sé por qué te he traído aquí. Me trae demasiados recuerdos a la memoria.
Leigh apretó los labios mientras el recuerdo de dos cuerpos jóvenes entrelazados sobre la hierba se avivaba en su memoria. Aquella noche le había dicho que le quería y al día siguiente su mundo secreto se había derrumbado. El mismo día, su vida, tan llena de promesas y de esperanzas, había terminado y otra que no era suya había ocupado su lugar. No sólo había abandonado a su amante sino a sí misma. Pero, ¿cómo podía decírselo?
– No todo son malos recuerdos, Wade.
– Yo no considero que el que una niña pequeña desaparezca sin dejar ni rastro sea un buen recuerdo.
Wade no quería pensar en los buenos momentos. Las promesas que Leigh le había hecho no habían sido otra cosa que mentiras. Hacía mucho calor aquella tarde sin brisa. Sabía que ella debía estar sudando, pero no veía nada que lo delatara. También sabía que los años debían haber dejado su huella en ella pero su rostro era tan suave como el de una adolescente. Y eso era lo que no podía olvidar, la adolescente que le había roto el corazón. Antes de que pudiera impedirlo, la pregunta que había jurado no hacer nunca se escapó de sus labios.
– ¿Por qué callaste, Leigh?
El corazón de Leigh latió con fuerza porque era la pregunta que ella había estado temiendo. Aunque había previsto que él le pidiera explicaciones, no estaba preparada para responder. Lo miró. Wade tenía el ceño fruncido y Leigh le tenía demasiado respeto como para pretender que no le había entendido.
– No puedes imaginarte cuántas veces me he preguntado lo mismo. Aún no estoy segura de haber hallado una respuesta.
Wade se sentó para contemplarla. Tuvo que hacer un esfuerzo para que no le afectase el brillo del sol sobre el rostro que todavía le resultaba tan atractivo.
– ¿Por qué no?
– No lo sé. Aquella época me parece muy confusa.
– ¡Vamos, Leigh! Hace tiempo que me debes una explicación y has tenido doce años para perfeccionarla.
– ¡Oh! Tenía mis razones. Entonces pensaba que seguir viviendo en Kinley sería como morir prematuramente. Esta ciudad me parecía sofocante. Quería ir a la universidad y llegar a ser alguien. Pero me enamoré de ti y ya nunca supe lo que quería.