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– Comprendo -murmuró Burt, quien claramente no entendía nada-. ¿Falta algo?

– No que yo sepa. ¿Por qué querría alguien hacer esto, Burt?

El jefe de policía le lanzó una de sus típicas miradas.

– Eso mismo iba a preguntarte yo. ¿Se te ocurre alguien?

– Si no te importa yo tengo un par de ideas -intervino Wade, todavía sorprendido de que Leigh pudiera ser tan fuerte-. Pero creo que Leigh se sentirá mejor si tratamos de esto abajo.

Wade le puso la mano en la espalda para bajar. La acción no le pasó desapercibida a Leigh. Si Wade quería disculparse, ella estaba lista para perdonarle.

– ¿Qué ideas tienes? -preguntó Burt, después de que se hubieran sentado.

– Creo que alguien intenta asustar a Leigh para que deje de remover el pasado. Está decidida a averiguar lo que le pasó a Sarah y tengo la sospecha de que nos estamos acercando demasiado.

– ¿Qué? -gritó Burt lleno de ira-. ¿Quieres decirme que estáis investigando la muerte de Sarah Culpepper?

– Sí -dijo Leigh en actitud desafiante-. Nosotros queremos averiguarlo tanto como tú. Que nos pongamos a discutir no va a cambiar las cosas.

– Así que alguien ha destrozado tu dormitorio como advertencia.

– Exacto -dijo Wade.

– ¿Y creéis que es la misma persona que asesinó a Sarah o que ha secuestrado a Lisa?

– Creemos que se trata de la misma persona -dijo Wade, mientras Leigh asentía.

– ¿Y qué más creéis? -preguntó Burt, exhibiendo una paciencia desacostumbrada en él.

– A mí me parece que no tiene que tratarse necesariamente de la misma persona. Puede haber sido el asesino, pero también cualquier otra persona que no quiera que se resuelva el misterio.

– Sí -corroboró ella con aire pensativo-. Quizá sea alguien que no quiera ver el nombre de Wade limpio.

Burt se removió inquieto en su silla y se pasó una mano por sus escasos cabellos. Al parecer, su paciencia con la teoría de Wade se había acabado.

– ¿Queréis parar de una vez? Estoy seguro de que os podéis pasar una eternidad teorizando, pero eso no nos lleva a ninguna parte. Y antes de que continuéis, me gustaría dejar una cosa bien clara. Tendréis que responder ante mí si me entero que seguís jugando a los detectives aficionados. No me mires así, Leigh. Ya sé que no te gusta que te den órdenes. Admitamos por un momento que Wade tiene razón y que alguien no quiere que vayas metiendo la nariz por ahí. Si sigues metiéndote donde no te llaman, puedes acabar herida.

– Tienes toda la razón, Burt. No me gusta que me den órdenes.

Wade carraspeó. Empezaba a pensar que Burt podía tener razón, pero no quería ponerse de su parte.

– Creía que querías hacer unas cuantas preguntas, Burt.

– Sí. Vamos a ver, Leigh. Dices que la puerta estaba abierta cuando llegaste. ¿La habías cerrado bien al irte?

– No lo sé. Estaba muy molesta y preocupada y no puedo estar segura.

– Bien. ¿Alguien más tiene una llave de la casa?

– Sí, Ashley tiene una.

– Dejemos a Ashley aparte.

– Pensé en darle una a mi madre, pero tuve miedo de que se lo tomara como una invitación para husmear cuando ella quisiera.

– ¿Dónde guardas la llave de sobra?

– En un cenicero de la cocina. Espera. Iré a ver.

Leigh se levantó y salió del salón.

– Lo próximo que vas a preguntarle es quién pudo cogerla y volverla a dejar en su sitio sin que ella se diera cuenta. Después le preguntarás si he podido ser yo. ¿Me equivoco, Burt?

Burt contempló a Wade sin disimular su desagrado.

– No te consideraba tan listo como para adelantárteme.

– Sigue allí -anunció Leigh al volver-. Supongo que eso significa que nadie la ha cogido.

– Supongo que tienes razón -rezongó el jefe de policía sin quitar los ojos de Wade.

En aquel momento sonó el timbre de la puerta y la tensión que había entre los dos hombres se quebró. Ashley apareció con cara de preocupación.

– ¡Ay, querida! He venido en cuanto he podido. ¡Qué asunto más desagradable! Sobre todo con lo que está sucediendo en Kinley -dijo su hermana pasando directamente al salón-. Burt, espero que descubras a ese gamberro en seguida. ¡Oh! Hola Wade.

– Ashley -saludó Wade, incorporándose.

– Querida, si Burt no te lo ha dicho todavía quiero que pases la noche con nosotros -prosiguió ella sin prestar atención a Wade-. No puedes quedarte después de lo que ha pasado.

Leigh miró desesperadamente a Wade deseando que él hubiera hecho la invitación primero.

– Burt, ¿has acabado ya con Leigh? Me gustaría llevármela a casa.

– Mira, Ashley. Ya soy mayor. Aprecio tu interés pero no veo la necesidad. Estaré bien aquí.

– No creo que sea una buena idea -dijo Burt, adelantándose a Wade-. Todos nos sentiríamos más tranquilos si vinieras a nuestra casa esta noche. ¿Por qué no recoges lo necesario mientras yo escribo el informe?

– Te acompaño a tu habitación -se ofreció Ashley mientras su marido sacaba un lápiz y se dirigía a la mesa.

– Te equivocas conmigo, Burt -dijo Wade cuando las dos mujeres desaparecieron escaleras arriba-. Algún día demostraré que todos me debéis una disculpa.

– No aguantes la respiración esperando o no será sólo una niña la que muera.

Leigh caminaba por el salón de Ashley sintiéndose como un presidiario en la cárcel. Una vez más deseó haberse opuesto a quedarse en casa de su hermana. Tampoco quería estar sola, pero estaba segura de que Wade no lo hubiera permitido. Podían haber discutido sus desavenencias o estar uno en los brazos del otro. Sintió que la temperatura de su cuerpo se elevaba al pensarlo e intentó concentrarse en otra cosa.

No sabía lo que él y su cuñado habían discutido. ¿Sabía Burt que su remanso secreto era el lugar donde habían aparecido los restos de Sarah? ¿Sabía Wade que ella lo amaba? Su expresión aquella tarde había sido una mezcla de preocupación y dolor. ¿Pensaba que volvía a abandonarle?

– Leigh, Burt y yo tenemos que hablar contigo.

Su hermana entró seguida de Burt y se sentaron en el sofá haciéndole un gesto para invitarla a imitarlos. Leigh sintió curiosidad por saber a qué se debía la seriedad de sus caras.

– ¿Habéis tenido dificultades para acomodar a los niños? Sé que estaban inquietos por lo de Sarah. Aunque no es eso de lo que queréis hablar, ¿no?

– Se trata de Wade, cariño -dijo Ashley, mirando a su marido-. No sabemos muy bien cómo decirlo pero…

– Espera. Déjame adivinarlo. Queréis advertirme sobre lo peligroso que es. Pensáis que mató a Sarah y ha secuestrado a Lisa. Si lo entiendo bien, la noche en que Sarah desapareció estaba conmigo. Es fantástico que pudiera estar en dos lugares a la vez ya que yo no tengo nada que ver con la desaparición y asesinato de Sarah. Luego, vuelve a la ciudad para los funerales de su madre y arriesga toda su carrera de éxito, por no decir su propia vida, y secuestra una segunda niña. Para mí está todo clarísimo.

Burt y Ashley intercambiaron una mirada de preocupación.

– Leigh -dijo Ashley-. ¿Sabes algo del padre de Wade?

– No comprendo. ¿Qué tiene que ver su padre con todo esto?

– No debería decirte esto ya que forma parte de una investigación en curso -intervino Burt-. Pero hemos decidido contártelo en vista de que pasas tanto tiempo con él.

– ¿Queréis decirme de una vez de qué estáis hablando?

– Ya sabes que Wade es sospechoso -dijo Burt, ignorando el bufido de disgusto de Leigh-. Forma parte de la rutina investigar la historia de los sospechosos. Llamé a Tejas y pedí su certificado de nacimiento.

Burt hizo una pausa y Leigh se sintió atemorizada. Por la expresión de su cara sabía que había algo terrible en el pasado de Wade.

– Su padre fue un hombre llamado Willie Lovejoy. Me sorprendí e hice algunas averiguaciones sobre su padre.