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“En el fondo, no estoy muy orgulloso de esta historia; es demasiado burlesca para estar exenta de crueldad. Vuelvo a verme una mañana, por ejemplo, saludándola con estas palabras: “Oh, Brigitte, llevas un vestido nuevo…” Era bastante asqueroso, aunque fuese cierto; porque el hecho parecía alucinante, pero era reaclass="underline" cambiaba de vestido; hasta recuerdo una vez que se puso una cinta en el pelo; ¡OH, Dios mío, parecía una cabeza de ternera entreverada! Suplico su perdón en nombre de toda la humanidad.

“Grande es el deseo de amor en el hombre, hunde sus raíces hasta profundidades asombrosas, y sus múltiples raicillas se afincan en la materia misma del corazón. A pesar de la avalancha de humillaciones que constituía su vida cotidiana, Brigitte Bardot tenía esperanzas y esperaba. Probablemente, sigue teniendo esperanzas y esperando. En su lugar, una víbora ya se habría suicidado. Los hombres no temen a nada.

“Tras haber recorrido con una lenta y fría mirada el escalonamiento de los diversos apéndices de la función sexual, creo que ha llegado el momento de exponer el teorema central de mi apocrítica. A menos que ustedes detengan el implacable avance de mi razonamiento con esta objeción que, magnánimo, les dejare formular: “Busca usted todos sus ejemplos en la adolescencia, que sin duda es una etapa importante de la vida, pero que al fin de cuentas ocupa en ella una fracción bastante breve. ¿No teme que sus conclusiones, cuyo vigor y agudeza admiramos, resulten al final parciales y limitadas? A este amable opositor le contestare que la adolescencia no solo es una etapa importante de la vida, sino que es la única etapa en la que se puede hablar de vida en el verdadero sentido del término. Los atractores pulsionales se desenfrenan en torno a los trece años y luego disminuyen poco a poco, o más bien se resuelven en modelos de comportamiento que a fin de cuentas solo son fuerzas petrificadas. La violencia del estallido inicial hace que el resultado del conflicto pueda ser incierto durante muchos años; es lo que se llama, en electrodinámica, un régimen transitorio. Pero poco a poco las oscilaciones se vuelven más lentas, hasta convertirse en ondas anchas, melancólicas y dulces; a partir de ese momento ya está todo dicho, y la vida ya no es más que una preparación a la muerte. Lo cual puede expresarse de forma más brutal y menos exacta diciendo que el hombre es un adolescente disminuido.

“Así que, tras haber recorrido con una lenta y fría mirada el escalonamiento de los diversos apéndices de la función sexual, creo que ha llegado el momento de exponer el teorema central de mi apocrítica. Utilizare el incentivo de una formula condensada, pero suficiente, que es esta:

La sexualidad es un sistema de jerarquía social

“En esta fase, necesito mas que nunca arropar mi formulación en los austeros despojos del rigor. A menudo, el enemigo ideológico se agazapa cerca de la meta, y se arroja con un grito de odio a la entrada de la última curva sobre el pensador imprudente que, embriagado al sentir que los primeros rayos de verdad rozan su frente exangüe, había descuidado tontamente cubrirse las espaldas. No voy a caer en este error; dejando que se enciendan por si mismos en sus cerebros los candelabros de la estupefacción, seguiré desplegando los anillos de mi razonamiento con la silenciosa moderación del crótalo. Por lo tanto, me guardare de ignorar la objeción que me haría cualquier lector atento: en el segundo ejemplo he introducido, subrepticiamente, el concepto de amor, mientras que hasta entonces mi argumentación se basaba en la pura sexualidad. ¿Contradicción? ¿Incoherencia? ¡Ja, ja, ja!

“Marthe y Martin llevan cuarenta y tres años de matrimonio. Como se cansaron a los veintiuno, resulta que tienen sesenta y cuatro años. Ya están jubilados o a punto de estarlo, según el régimen social que se aplica en su caso. Como suele decirse, van a acabar su vida juntos. En estas condiciones, esta claro que se forma una entidad “pareja”, pertinente aun fuera de cualquier contacto social, y que en algunos niveles menores llega a igualar o a sobrepasar en importancia al viejo gorila individual. En mi opinión, podemos reconsiderar en este marco la eventualidad de dotar de sentido al termino “amor”.

“Tras haber erizado mi pensamiento con las estacas de la restricción puedo añadir que el concepto de amor, a pesar de su fragilidad ontológica, ostenta y ostentaba hasta fecha reciente todos los atributos de una prodigiosa potencia operatoria. Forjado a toda prisa, tuvo inmediatamente una gran público, e incluso en nuestros días son pocos los que renuncian clara y deliberadamente a amar. Este evidente éxito tendería a demostrar una misteriosa correspondencia con no se que necesidad constitutiva de la naturaleza humana. Sin embargo, y este es el punto exacto en que el analista vigilante se aparta del que devana pamplinas, me guardare de formular ni la mas sucinta hipótesis sobre la naturaleza de dicha necesidad. Sea como fuere, el amor existe, puesto que sus efectos pueden ser observados. Una frase digna de Claude Bernard, y me gustaría dedicársela. ¡Oh, sabio inatacable! No es casualidad si las observaciones en apariencia mas alejadas del objetivo que te proponías inicialmente se ordenan, una tras otra y como cebadas codornices, bajo la resplandeciente majestad de tu aura protectora. El protocolo experimental que con rara convicción definiste en 1.865 debe de ser muy resistente, puesto que los hechos más extravagantes solo pueden cruzar la tenebrosa barrera de la cientificidad tras haberse encomendado a la rigidez de tus leyes inflexibles. Te saludo, fisiologista inolvidable, y declaro en voz bien alta que no haré nada que puede abreviar, por poco que sea, la duración de tu reinado.

Construyendo con mesura las columnas de una axiomática indudable, observare en tercer lugar que la vagina, al contrario de lo que su apariencia pueda hacer pensar, es mucho mas que un agujero en un pedazo de carne (se muy bien que los chicos de las carnicerías se masturban con escalopes… ¡que sigan!, ¡eso no va a frenar el desarrollo de mis ideas!). En realidad la vagina esta, o lo estaba hasta hace poco, al servicio de la reproducción de las especies. Si, de las especies.

“Algunos literatos del pasado consideraron adecuado enarbolar, para evocar la vagina y sus dependencias, la expresión tontamente estupefacta, la cara desorbitada de un mojón kilométrico. Otros, por el contrario, semejantes a los saprofitos, se revolcaron de bajeza y de cinismo. Cual piloto experimentado, navegare a igual distancia de esos escollos simétricos, mas aun, seguiré la trayectoria de su mediatriz para encontrar mi camino, ancho e intransigente, hacia las idílicas regiones del razonamiento exacto. Por lo tanto, deben ustedes considerar las tres nobles verdades que acaban de iluminar sus ojos como el triedro generador de una pirámide de sabiduría que, maravilla nunca vista, sobrevolara con alas ligeras los disgregados océanos de la duda. Ya es bastante señalar su importancia. Pero lo cierto es que en este momento recuerdan, por sus dimensiones y su carácter abrupto, tres columnas de granito erigidas en pleno desierto (como las que pueden verse, por ejemplo, en la llanura de Tebas). Seria poco amistoso, y poco conforme al espíritu de este tratado, que abandonase a mi lector cara a su descorazonadora verticalidad. Por eso en torno a estos primeros axiomas vendrán a entrelazarse las alegres espirales de diversas proposiciones secundarias, que ahora paso a detallar…”