¡Sí! Era posible que Kalgash Dos causara un eclipse total de Dovim en el momento en que Dovim era el único sol visible en el cielo.
Pero esa configuración era una extrema rareza. Dovim tenía que hallarse solo en su hemisferio y a una distancia máxima de Kalgash, mientras que Kalgash Dos tenía que estar a su distancia mínima. El diámetro aparente de Kalgash Dos sería entonces siete veces el de Dovim. Eso era suficiente para ocultar la luz de Dovim durante bastante más de medio día, de modo que ningún punto del planeta escaparía a los efectos de la Oscuridad. El ordenador mostraba que una circunstancia tan especial podía producirse tan sólo una vez cada…
Beenay jadeó. No quiso creerlo.
Se volvió hacia Faro. El redondo rostro del joven estudiante graduado estaba pálido por la impresión.
Roncamente, Beenay dijo:
—Está bien. He terminado, tengo una cifra. Pero primer dime la tuya.
—Eclipse de Dovim por Kalgash Dos, periodicidad 2.049 años.
—Sí —dijo Beenay con voz de plomo—. Exactamente lo mismo. Una vez cada 2.049 años.
Sintió vértigo. Todo el universo parecía estar girando a su alrededor.
Una vez cada 2.049 años. La duración exacta de un Año de Gracia, según los Apóstoles de la Llama. La misma cifra que estaba reflejada en el libro de las Revelaciones.
«…todos los soles desaparecerán…»
«…las Estrellas lanzarán sus llamas desde el negro cielo…»
No sabía qué eran las Estrellas. Pero Siferra había descubierto un montículo en la península Sagikana donde las ciudades habían sido destruidas por las llamas con una sorprendente regularidad, una vez aproximadamente cada dos mil años. Cuando tuviera la oportunidad de efectuar los tests del carbono14, la cifra exacta del tiempo entre cada conflagración en la Colina de Thombo, ¿resultaría ser 2.049 años?
«…un cielo negro…»
Beenay miró descorazonado a Faro, de pie al otro lado de la habitación.
—¿Cuándo está previsto que se produzca el próximo día de solo Dovim?
—Dentro de once meses y cuatro días —dijo hoscamente Faro—. El 19 de theptar.
—Sí —murmuró Beenay—. El mismo día que Mondior 71 nos dice que el cielo va a volverse negro y el fuego de los dioses descenderá y destruirá nuestra civilización.
17
—Por primera vez en mi vida —dijo Athor— he rezado con todo mi corazón para que mis cálculos estuvieran equivocados. Pero me temo que los dioses no me han concedido esa gracia. Nos vemos inexorablemente empujados a una conclusión que es terrible de contemplar.
Miró a su alrededor en la habitación, dejando que sus ojos se posaran por un instante en cada una de las personas a las que había convocado. El joven Beenay 25, por supuesto. Sheerin 501, del Departamento de Psicología. Siferra 89, la arqueóloga.
Sólo gracias a pura fuerza de voluntad consiguió Athor ocultarles la enorme fatiga que sentía, la sensación de creciente desesperación, el aplastante impacto de todo lo que había averiguado en las últimas semanas. Había luchado por ocultar todas aquellas cosas incluso a sí mismo. De tanto en tanto, últimamente, se había descubierto pensando que había vivido demasiado tiempo, se había dado cuenta de que deseaba que se le hubiera permitido retirarse hacía uno o dos años. Pero siempre había apartado enérgicamente esos pensamientos de su mente.
Una voluntad de hierro y una fortaleza de espíritu inflexible habían sido siempre las características principales de Athor. Ahora, con la edad arando surcos en su vigor, se negaba a dejar que esos rasgos desaparecieran.
—Según tengo entendido —le dijo a Sheerin—, su campo es el estudio de la Oscuridad.
El gordo psicólogo pareció regocijado.
—Supongo que ésta es una forma de decirlo. Mi tesis doctoral fue sobre desórdenes mentales relacionados con la Oscuridad. Pero la investigación de la Oscuridad es tan sólo una faceta de mi trabajo. Estoy interesado en la histeria de masas de todo tipo…, en las respuestas irracionales de la mente humana a los estímulos abrumadores. Todo el abanico de las locuras humanas, eso es lo que pone el pan en mi mesa.
—Muy bien —dijo Athor fríamente—. Dejémoslo así. Beenay 25 dice que es usted la autoridad más sobresaliente sobre la Oscuridad en esta universidad. Acaba de ver nuestra pequeña demostración astronómica en la pantalla del ordenador. Supongo que comprende usted las implicaciones esenciales de lo que hemos descubierto.
El viejo astrónomo no pudo hallar ninguna forma de impedir que aquello sonara con un cierto aire de superioridad. Pero Sheerin no pareció particularmente ofendido.
—Creo haberlo captado bastante bien —dijo con voz tranquila—. Dice usted que existe un misterioso cuerpo astronómico invisible, de tamaño planetario, de tal y tal masa, en órbita en torno a Kalgash a tal y tal distancia, y que con esto y aquello y lo de más allá, su fuerza de atracción explica con exactitud ciertas desviaciones con respecto a la teoría de la órbita de Kalgash que mi amigo Beenay aquí presente ha descubierto. ¿Voy por buen camino?
—Sí —dijo Athor—. Sin desviarse ni un palmo.
—Bien —siguió Sheerin—. Resulta que a veces este cuerpo se interpone entre nosotros y uno de nuestros soles. A eso se le llama un eclipse. Pero sólo hay un sol en el plano de su revolución en condiciones de ser eclipsado, y ese sol es Dovim. Se ha puesto en evidencia que el eclipse se producirá solamente cuando… —Sheerin hizo una pausa y frunció el ceño—, cuando Dovim sea el único sol en el cielo, y tanto él como el llamado Kalgash Dos se hallen alineados de tal modo que Kalgash Dos cubra completamente el disco de Dovim y no nos llegue de él ni la menor luz. ¿Sigo yendo por buen camino?
Athor asintió.
—Lo ha captado perfectamente.
—Me lo temía. Esperaba haber entendido mal.
—Ahora, en lo referente a los efectos del eclipse… —dijo Athor. Sheerin inspiró profundamente.
—De acuerdo. El eclipse, que se produce solamente una vez cada 2.049 años, ¡los dioses sean alabados!, causará un prolongado período de Oscuridad universal en Kalgash. A medida que el mundo gire, cada continente se verá sumido en la oscuridad total por períodos que se extienden de, ¿cuánto dijo?, nueve a catorce horas, según la latitud.
—Ahora, por favor —dijo Athor—: ¿Cuál es su opinión, como psicólogo profesional, sobre el efecto que esto creará en las mentes de los seres humanos?
—El efecto —dijo Sheerin sin vacilar— será la locura.
Hubo un repentino y absoluto silencio en la habitación.
Finalmente, Athor dijo:
—La locura universal, ¿es eso lo que usted predice?
—Con mucha probabilidad. Oscuridad universal, locura universal. Mi suposición es que la gente se verá afectada en distintos grados, que se alinearán desde la desorientación de corto alcance y la depresión a una destrucción completa y permanente de los poderes de razonamiento. Cuanto mayor sea la estabilidad psicológica con la que uno empiece, naturalmente, menos probabilidades tendrá de verse completamente destrozado por el impacto de la ausencia de toda luz. Pero nadie, creo, escapará completamente de ello.
—No lo entiendo —dijo Beenay—. ¿Qué hay en la Oscuridad para volver loca a la gente?
Sheerin sonrió.
—Simplemente no estamos adaptados a ella. Imagina, si puedes, un mundo con sólo un sol. A medida que ese mundo gira sobre su eje, cada hemisferio recibirá luz durante la mitad del día, y permanecerá en una total oscuridad durante la otra mitad.
Beenay hizo un involuntario gesto de horror.