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—Bueno —dijo Beenay acaloradamente—, quizás Athor tenga el punto de vista.

En este punto decidieron abandonar la discusión. Estaba empezando a transformarse de una discusión en una disputa, y ninguno de los dos deseaba eso. Puesto que Beenay no tenía en realidad ninguna idea de a qué tipo de acuerdo, si se había producido alguno, habían llegado Athor y Folimun, Theremon no veía ningún sentido en seguir hablando de ello.

Pero, se dio cuenta más tarde Theremon, esa conversación con Beenay marcó exactamente el punto en el que su actitud hacia Beenay y Sheerin y el resto de la gente del observatorio empezó a cambiar…, cuando empezó a derivar de la posición de espectador curioso y simpatizante a la de crítico burlón y mordaz. Pese a que él había sido un instrumento de su consecución, el encuentro entre el director del observatorio y el Apóstol le parecía ahora a Theremon una traición del tipo más desastroso, una ingenua capitulación por parte de Athor a las fuerzas de la reacción y la ciega ignorancia.

Aunque nunca había sido realmente capaz de llegar a creer en las teorías de los científicos —pese a las llamadas «pruebas» que le habían permitido inspeccionar—, Theremon había adoptado una postura generalmente neutral en su columna cuando las primeras crónicas acerca del inminente eclipse empezaron a aparecer en el Crónica.

«Un sorprendente anuncio —lo había llamado—, y muy aterrador…, si es cierto. Como Athor 77 dice muy certeramente, cualquier período prolongado de repentina Oscuridad a nivel mundial sería una calamidad como el mundo no ha conocido otra. Pero, desde el otro lado del mundo, nos llega esta mañana un punto de vista disidente. “Con el debido respeto al gran Athor 77 —declara Heranian 1104, astrónomo real del Observatorio Imperial de Kanipilitiniuk—, todavía no hay ninguna prueba firme de que el satélite llamado Kalgash Dos exista realmente, y menos aún de que sea capaz de causar un eclipse como el que predice el grupo de Saro. Debemos tener en cuenta que los soles, incluso un sol pequeño como Dovim, son enormemente más grandes de lo que pueda llegar a ser cualquier satélite vagabundo del espacio, y consideramos altamente improbable que un satélite así sea capaz de ocupar exactamente la posición en el cielo necesaria para interceptar toda la iluminación solar que llega hasta la superficie de nuestro mundo…”»

Pero entonces se produjo el discurso de Mondior 71 el 13 de umilithar, en el cual el Sumo Apóstol declaró orgullosamente que el más grande científico del mundo había dado su apoyo a la palabra del Libro de las Revelaciones.

—La voz de la ciencia es ahora una con la voz del Cielo —exclamó Mondior—. Os pido encarecidamente a todos: no pongáis más esperanzas en los milagros y en los sueños. Lo que deba venir vendrá. Nada puede salvar al mundo de la ira de los dioses, nada excepto la voluntad de abandonar el pecado, de renunciar al mal, de dedicarnos al camino de la virtud y de la honradez.

La retumbante declaración de Mondior empujó a Theremon fuera de su neutralidad. Por lealtad a la amistad de Beenay se había permitido tomarse la hipótesis del eclipse más o menos en serio durante un tiempo. Pero ahora empezó a verla como una mera estupidez…, un puñado de ansiosos y alucinados científicos engañados en su propio entusiasmo por un montón de pruebas circunstanciales y razonando a partir de la mera coincidencia, dispuestos a engañarse a sí mismos y creer a pies juntillas en las proclamaciones de la más absurda y loca creencia.

Al día siguiente, la columna de Theremon se interrogaba: «¿Se preguntan ustedes cómo han conseguido los Apóstoles de la Llama ganarse a Athor 77 como converso? De entre todo el mundo, el gran viejo astrónomo parece el menos capaz de alinearse con esos encapuchados proveedores de frases rimbombantes y abracadabras y prestarles su apoyo. ¿Consiguió el encanto de algún Apóstol de lengua de plata hacer perder el buen sentido al gran científico? ¿O se trata simplemente, como he oído susurrar detrás de las paredes cubiertas de hiedra de la Universidad de Saro, de que la edad obligatoria para el retiro de todos los miembros de la facultad ha pasado para él hace ya unos cuantos años?»

Y eso fue sólo el principio.

Theremon veía qué papel tenía que representar ahora. Si la gente empezaba a tomarse en serio eso del eclipse, se producirían crisis mentales por todas partes incluso sin la llegada de la Oscuridad general para desencadenarlas.

Si se dejaba que todo el mundo creyera realmente que la condenación llegaría con la tarde del 19 de theptar, el pánico se iniciaría en las calles mucho antes que eso, una histeria universal, el colapso de la ley y el orden, un prolongado período de inestabilidad general y aprensión y trastornos…, todo ello seguido por sólo los dioses sabían qué tipo de trastornos emocionales cuando el temido día llegara y se fuera sin producir daño alguno. Su misión tenía que ser deshinchar el miedo al Anochecer, a la Oscuridad, al Día del Juicio, atravesándolo con la afilada lanza de la risa.

Así, cuando Mondior retumbó ferozmente que la venganza de los dioses estaba en camino, Theremon 762 respondió con despreocupadas viñetas de cómo sería el mundo si los Apóstoles conseguían «reformar» la sociedad tal como ellos deseaban…, gente yendo a la playa con trajes de baño hasta los tobillos, largas sesiones de plegarias entre cada asomo de acción en los acontecimientos deportivos, todos los grandes libros y obras clásicas y dramas reescritos para eliminar el más ligero asomo de impiedad.

Y cuando Athor y su grupo dieron a la luz pública diagramas que mostraban los movimientos del nunca visto y al parecer no visible Kalgash Dos a través del cielo en dirección a su sombría cita con la pálida luz roja de Dovim, Theremon hizo condescendientes observaciones sobre dragones, gigantes invisibles y otros monstruos mitológicos cabrioleando en el cielo.

Cuando Mondior agitó la autoridad científica de Athor 77 en torno a él como un argumento que demostraba el apoyo secular de las enseñanzas de los Apóstoles, Theremon respondió preguntando lo en serio que uno podía tomarse la autoridad científica de Athor 77 ahora que a todas luces estaba tan trastornado como el propio Mondior.

Cuando Athor pidió un programa de emergencia de almacenamiento de comida, información científica y técnica y todo lo demás que pudiera ser necesario para la Humanidad después de que estallara la locura general, Theremon sugirió que en algunas partes la locura general ya había estallado, y proporcionó su propia lista de artículos esenciales para que todo el mundo guardara en su sótano («abrelatas, tachuelas, copias de la tabla de multiplicar, cartas de juego… No olviden escribir su nombre en una tarjeta y atarla alrededor de su muñeca derecha, en caso de que no lo recuerden después de la llegada de la Oscuridad…, y aten una tarjeta a su muñeca izquierda que diga: Para averiguar su nombre, vea su otra muñeca…»).

Cuando Theremon hubo terminado de machacar con su columna, resultó difícil a sus lectores decidir qué grupo era más absurdo: si los apocalípticos fenómenos de los Apóstoles de la Llama o los patéticos y crédulos observadores del cielo del observatorio de la Universidad de Saro. Pero una cosa era segura: gracias a Theremon, casi ningún miembro del público en general creía que nada extraordinario fuera a ocurrir en la tarde del 19 de theptar.

20

Athor adelantó un beligerante labio inferior y miró furioso al hombre del Crónica. Sólo con un supremo esfuerzo consiguió dominarse.

—¿Usted aquí? ¿Pese a todo lo que dije? ¡De todas las audacias…!

La mano de Theremon estaba extendida en un saludo como si realmente hubiera esperado que Athor la aceptara. Pero al cabo de un momento la bajó y se quedó allí de pie, contemplando al director del observatorio con una sorprendente despreocupación.