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Abre las cortinas igual que hizo ayer. Se queda en la ventana mirando fuera. El cielo está pálido y acuoso.

Hemos hecho el amor veintisiete veces y hemos compartido cama sesenta y dos noches y eso es mucho amor.

– ¿Quieres desayunar? -pregunta.

No quiero estar muerta.

No me han amado de esta forma el tiempo suficiente.

Capítulo 43

Mi madre estuvo catorce horas de parto conmigo. Fue el mes de mayo más caluroso que se ha registrado. Hacía tanto calor que no llevé nada de ropa durante las dos primeras semanas de vida.

– Te tumbaba sobre mi estómago y nos pasábamos horas durmiendo -me cuenta mamá-. Con tanto calor, no se podía hacer nada más que dormir.

Es como las charadas esto de repasar recuerdos.

– En el autobús, cuando iba a reunirme con papá en su descanso para comer, tú te sentabas en mi regazo y mirabas a la gente. Tenías una mirada muy penetrante. Todo el mundo lo comentaba.

La luz es muy brillante. Un rectángulo de luz, grande como una losa, entra por la ventana y aterriza sobre la cama. Puedo descansar la cabeza al sol sin siquiera moverme.

– ¿Recuerdas cuando fuimos a Cromer y perdiste tu pulsera de dijes en la playa?

Ha traído fotos, me las muestras una a una.

Una tarde verde y blanca ensartando margaritas.

La luz lechosa del invierno en la granja urbana.

Hojas amarillas, botas embarradas y un cubo negro mostrando orgullosamente.

– ¿Qué cogiste? ¿Te acuerdas?

Philippa dijo que el oído sería lo último que perdería, pero no me dijo que vería colores cuando la gente me hablara.

Frases enteras formaban arco iris de lado a lado de la habitación.

Mis pensamientos se tornaban confusos. Estoy junto a la cama y es mamá la que agoniza. Aparto la sábanas y está desnuda; es una mujer arrugada y tiene el vello púbico gris.

Lloro por un perro al que atropelló u coche y enterraron. Nunca tuvimos perro. No es un recuerdo mío.

Soy mamá en un poni cruzando la ciudad al trote para visitar a papá. Él vive en unas viviendas de protección oficial, y mi montura y yo nos metemos en el ascensor y subimos hasta el octavo piso. Los cascos del poni hacer ruido metálico. Río.

Tengo doce años. Vuelvo a la casa del colegio y mamá está en la puerta. Lleva puesto el abrigo y hay una maleta a sus pies. Me tiende un sobre. "Dale esto a papá cuando regrese".

Me da un beso de despedida. La observo hasta que llega al horizonte, y en lo alto de la colina se desvanece como una nube de humo.

Capítulo 44

La luz es desgarradora.

Papá bebe un té junto a la cama. Quiero decirle que se está perdiendo Good Morning Televisión, pero no estoy segura. No estoy segura de la hora.

También esta comiendo. Galletas con salsa picante y queso cheddar. Me gustaría que me apetecieran. Interesarme por el sabor, por las cosas crujientes y secas que se desmenuzan. Papá deja el plato cuando ve que estoy mirando y me coge la mano.

– Niña preciosa.

Le doy las gracias.

Pero mis labios no se mueven y él parece no oírme.

Luego digo: Estaba pensando en aquella canasta que me hice cuando entré en el equipo de baloncesto del colegio. ¿Recuerdas que tomaste mal las medidas y quedó demasiado alta? Practiqué tanto con ella que luego en el colegio los tiros siempre me salían altos y al final me echaron del equipo.

Pero tampoco eso parece oírlo.

Así que me decido a contárselo.

Papá jugaba al béisbol conmigo aunque lo detestabas y habrías preferido que hubiese elegido el críquet. Aprendiste filatelia porque yo quería tener una colección de sellos. Te has pasado horas muertas en los hospitales y jamás te has quejado, ni una sola vez. Me cepillabas el pelo como habría hecho una madre. Renunciaste a tu trabajo por mí, a tus amigos por mí, a cuatro años de tu vida por mí. Casi nunca te he oído una sola queja. Me has dejado estar con Adam. Me has dejado cumplir los objetivos de mi lista. Me he portado muy mal. Siempre pidiendo, pidiendo demasiado. Y tú nunca has dicho: "Basta. Déjalo ya."

Hace tiempo que quería decírtelo.

Cal me mira con atención.

– Hola -me dice-. ¿Cómo estás?

Lo miro parpadeando.

Se sienta en la silla y me observa.

– ¿De verdad ya no puedes hablar?

Intento decirle que sí, claro que puedo. ¿Es idiota o qué?

El suspira, se levanta y va hacia la ventana

– ¿Crees que soy demasiado pequeño para tener novia?

– Le digo que sí.

– Porque muchos amigos míos ya la tienen. No es que salgan juntos en realidad. Sólo se mandan mensajes por el móvil.-Sacude la cabeza con incredulidad-. Jamás entenderé eso del amor.

– Hola, Cal -dice Zoey.

Hola.

He venido a despedirme. O sea, ya me he despedido, lo sé, pero se me ha ocurrido hacerlo otra vez.

– ¿Por qué? ¿Adónde vas?

Me gusta el peso de la mano de mamá en la mía.

– Si pudiera cambiarme contigo, lo haría, ya lo sabes -me dice.

Más tarde añade:

– Ojalá pudiera ahorrarte todo esto.

Tal vez crea que no la oigo.

– Podría escribir a una de esas revistas que publican historias reales para contar lo difícil que fue abandonaros -dice-. No quiero que creas que fue fácil.

Cuando tenía doce años busque Escocia en un mapa y vi que más allá del río Firth estaban las islas Órcadas y supe que había barcos que se la llevarían aún más lejos.

Instrucciones para mamá

No renuncies a Cal. No lo abandones ni regreses a Escocia ni pienses que un hombre puede ser más importante que él. Te perseguiré desde la tumba si lo haces. Moveré los muebles, te arrojaré cosas a la cara y te asustaré tanto que te volverás loca. Se buena con papá. En serio. Te estaré vigilando.

Me da un sorbo de agua helada. Luego me coloca suavemente un paño frío sobre la frente.

Te quiero -me dice.

Como dos gotas de sangre que caen sobre la nieve.

Capítulo 45

Adam se acuesta en la cama plegable. Cruje. Deja de crujir.

Recuerdo cuando me chupaba los pechos. No hace tanto tiempo se eso. Estábamos en esta habitación, en mi cama, y yo tenía su cuerpo acurrucado contra mi brazo y me sentía como su madre.

Me prometió que llegaría hasta el final. Se lo hice prometer. Pero no sabía que se tumbaría a mi lado todas las noches como el perfecto boy scout. No sabía que me dolería que me tocara, que él estaría demasiado asustado para cogerme la mano. Debería salir por la noche con alguna chica de bonitas curvas y aliento a naranja.

Instrucciones para Adam

No cuides de nadie más que de ti mismo. Ve a la universidad, haz muchos amigos y emborráchate. Olvídate las llaves de casa. Ríe. Come Pot-Noodles para desayunar.

Sáltate las clases. Sé irresponsable.

– Buenas noches, Tessa.

Buenas noches, Adam.

– He llamado a la enfermera. Dice que deberíamos darle Oramorph además de morfina.

– ¿Nadie vendrá a ayudarnos?

– Nos las apañaremos solos.

– Ha vuelto ha preguntar por su madre cuando estabas al teléfono.

…no dejo de pensar en fuegos en humo en frenéticos repiqueteo de campanas y en los rostros sorprendidos de una multitud como si les hubiera arrebatado algo.

– Me quedaré con ella si quieres, Adam. Baja a ver la tele o a dormir un poco.

– Le dije que no la dejaría sola.

Es como apagar las luces una a una

…la lluvia cae suavemente sobre la arena y las piernas desnudas mientras papá da los últimos toques al castillo y aunque está lloviendo Cal y yo cogemos agua del mar con un cubo para el foso y luego cuando sale el sol ponemos banderines en las torres para que ondeen y compramos helados en el chiringuito que hay en lo alto de las dunas y luego papá se sienta con nosotros mientras sube la marea y juntos tratamos de apartar el agua para que la gente del castillo no se ahogue.