Me coloqué mejor la bolsa de hielo sobre los hombros, doblé las piernas todo lo que las hinchadas articulaciones del traje me permitieron, y salté de la superficie de la Luna.
La gravedad lunar afectó sólo débilmente al vuelo. Me elevé en lo alto, enrollándose la manguera a mi alrededor. Al llegar a lo más alto de mi trayectoria se redujo la velocidad, y durante un terrible momento pensé que no podría agarrarme al borde; pero finalmente cabeza y brazos pasaron por encima del borde de roca y me agarré con las manos enguantadas, encontrando finalmente apoyo en algunas grietas de la piel de roca de la bestia.
Allí quedé colgado, absorbiendo aire y con la bolsa de hielo pegada a la columna. Al acelerar la lente hacia el cielo la presión sobre manos y hombros aumentó, por lo que me vi obligado a posponer la idea de trepar por la lente; mantener la posición era todo lo que podía hacer.
Giré el cuello, intenté aliviar la agonía de los hombros sobreextendidos; y al hacerlo percibí otro detalle. Porque ahora, los seres lenticulares, habiéndose elevado hasta lo alto de las patas pilares, empezaban a moverse por el valle. Se arrastraron mayestáticos por el suelo alejándose y acercándose los unos a los otros, de una forma que recordaba a los espadachines en un duelo… o a unos insectos depredadores.
Aquel vals lento y silencioso era tan asombroso como ver elevarse y caminar al Castillo de Windsor.
Los miembros pilares no se doblaban ni inclinaban de ninguna forma; parecía que, mientras se mantenían verticales, los pilares se deslizaban uno a uno bajo la superficie de sus pasajeros, las lentes; todo aquel movimiento estaba coordinado de forma muy grácil, lo que permitía que las bestias rocosas se moviesen con bastante libertad.
Todo eso lo vi en imágenes de no más de dos o tres segundos, mientras me elevaba en pos de la Faetón.
Al fin sentí cómo se aliviaba la presión en mis brazos, y comprendí que la lente debía estar acercándose a lo alto del conjunto de pilares. Levanté la vista y vi que las terminaciones de los pilares estaban realmente muy cerca… pero, mucho más allá, podía ver la parte de debajo de otra de las bestias lenticulares, mayor y más alta que la de la Faetón. Se acercaba a la lente de la Faetón de una forma muy amenazadora.
No tenía ni idea de lo que significaba, pero dudaba que fuese una buena señal; y tan pronto como pude me arrastré por el borde de roca, tirando de la bolsa de hielo y la manguera de aire. Había imaginado que la Faetón podía haberse caído, o al menos habría volcado y habría quedado destruida; pero, para mi alivio, todavía estaba anclada sobre la colina, e incluso estaba de pie. Por el rabillo del ojo noté que el modelo del Gran Oriental había quedado aplastado bajo una roca; sólo unos pocos fragmentos de metal y vidrio indicaban dónde yo mismo había colocado el modelo ni una hora antes.
Me arrastré hacia la nave. Vi cómo Holden y Pocket miraban por has ventanillas en mi dirección… y pude ver la alegría sin reservas con la que recibieron mi reaparición desde la muerte, con bolsa y todo. Holden me hizo un gesto para que me apresurase; ¡pero no necesitaba ánimos!
Traveller me había explicado cómo una escotilla en la parte baja del casco se podía usar para depositar el hielo. Trepé por una de las patas de aterrizaje con una agilidad que me sorprendió, encontré la escotilla, abrí los cierres como me había enseñado Traveller, y pronto estuve vaciando la bolsa de hielo en su interior. Apresuradamente metí puñados de hielo del montículo que había reunido. Tuve que hacerlo todo con las manos cubiertas y cuanto más me apresuraba más hielo tiraba por fuera; durante todo el tiempo era consciente de que si nuestro anfitrión decidía irse de paseo entonces seguro que la Faetón y yo caeríamos a nuestra muerte final; y todo el rato, por el rabillo del ojo, podía ver cómo la otra lente monstruosa se elevaba por encima de la Faetón, acercándose más y más.
Al fin terminé. Cerré la escotilla, arrojé lejos de mí la bolsa vacía y salté de la pata de la nave, haciéndole señales a Holden. Luché con la escalera de cuerda que llevaba al armario de aire, mirando nervioso a las toberas; tan pronto como Traveller pudiese disparar los cohetes seguro que no vacilaría en hacerlo, estuviese yo a salvo a bordo o no, por lo que sólo tenía unos segundos para ponerme a salvo. Entré por la estrecha escotilla, chocando de pecho, como un pez, contra el armario, tirando a continuación de las piernas; recogí la escalera de cuerda y la tubería de aire y echaba la mano hacia la escotilla…
… cuando los cohetes se dispararon.
Choqué contra el mamparo. Mi cuerpo cayó hacia la escotilla todavía abierta; me sujeté al hierro forjado con manos y pies, y durante un aterrador momento estuve crucificado sobre la escotilla abierta, con la cabeza colgando del tallo del cuello.
Los cohetes levantaron una nube de polvo y guijarros del caparazón de nuestra bestia lenticular.
La nave dio un tumbo súbito a un lado, y tuve que meter los dedos entre placas de los mamparos. Luego el borde de la bestia lenticular mayor, la que se había elevado sobre la Faetón, entró en mi campo de visión; y comprendí que Traveller se había visto obligado a lanzarnos al cielo para evitar ese segundo monstruo.
Al elevarnos sobre el caos de la Luna vi que la bestia mayor se había desplazado para cubrir por completo a la nuestra… y luego, con velocidad brutal, cayó por el tubo de pilares. Los pilares de la lente sobre la que habíamos estado se convirtieron en guijarros, y los fragmentos volaron por el paisaje; las dos lentes se convirtieron en mil piezas contra el suelo. Pero ése no fue el fin, porque las lentes fragmentadas parecieron disolverse en una actividad agitada… percibí zarcillos de piedra que coleaban por entre los restos uniéndolos aparentemente en una nueva forma; y me pregunté si aquélla era una sorprendente forma de apareamiento lunar. Después, el polvo levantado me tapó la visión.
Al elevarnos y ampliarse la visión del paisaje, comprendí que aquella unión extraordinaria era un incidente entre miles, porque todo el valle estaba cubierto, veía ahora, ¡con aproximaciones, acoplamientos y consumaciones similares!
Finalmente me aparté del borde y dejé que se cerrase la escotilla, impidiendo la visión de la Luna, que se alejaba. Me apoyé en el metal traqueteante y absorbí el aire enrarecido.
11
UNA DISCUSIÓN CIENTÍFICA
No recuerdo que los motores se detuviesen; debí flotar en mi ataúd de hierro durante varios minutos. Luego, manos voluntariosas me sacaron suavemente de la caja y me quitaron el casco. Recuperé el sentido todavía con el traje puesto y el anillo de cobre alrededor del cuello, pero con la cabeza libre, y con la dulzura en la nariz del aire comparativamente fresco de la cabina.
El rostro redondo de Holden flotaba frente a mí, con una expresión de genuina preocupación, y le agarré el brazo.
—¡Holden! ¿Hemos sobrevivido? ¿Hemos escapado de la Luna?
—Sí, amigo mío…
—¡Claro que sí! —gritó Traveller detrás de Holden—. ¿Si no hemos salido de la Luna qué hacemos flotando en la cabina? Quizás hemos estado poniendo opio en las pipas, ¿eh? Qué pena que su aventura, muchacho, no le haya ordenado su cerebro… —Sir Josiah tenía los ojos fijos en mí, y, aunque parecía intentar ocultarlo, me sentí halagado al ver placer en sus rasgos severos ante mi recuperación.