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LA ALEGRÍA DE ESCRIBIR

¿A dónde corre, a través del bosque escrito, esta cierva escrita? ¿A beber del agua escrita que copiará su hocico como papel carbón? ¿Por qué levanta la cabeza, habrá oído algo? Apoyada en cuatro patas prestadas por la verdad por debajo de mis dedos aguza los oídos. Silencio, esta palabra también susurra sobre el papel y retira las ramas causadas por la palabra
“bosque”. Sobre la hoja blanca acechan para saltar letras que pueden combinarse mal, frases que acosan y ante las cuales no habrá salvación. Hay en una gota de tinta una reserva considerable de cazadores que apuntan, con un ojo entrecerrado, preparados para bajar por la empinada pluma, para cercar a la cierva, dispuestos a disparar. Olvidan que esto no es la vida. Aquí rigen otras leyes, negro sobre blanco. Un abrir y cerrar de ojos durará tanto como yo desee, permitirá ser dividido en pequeñas eternidades, llenas de balas detenidas al vuelo. Si lo ordeno, nunca sucederá nada aquí. En contra de mi voluntad no caerá ni una hoja, ni se doblará una brizna de hierba bajo el peso de una pezuña. ¿Existe, pues, un mundo sobre el que tengo un dominio absoluto? ¿Un tiempo que ato con cadenas de signos? ¿Una existencia infinita a mis órdenes? La alegría de escribir. La posibilidad de hacer perdurar. La venganza de una mano mortal.