Выбрать главу

Pippa siempre recordaría aquella noche porque, en algún momento, el acto sexual se convirtió en un acto de amor. Al menos, eso fue lo que le sucedió a ella. Cuándo o cómo se produjo eso, o por qué justo en aquel momento, era un misterio. Pero lo que había comenzado como un gozoso juego, con un premio cada vez, se fue transformando progresivamente en algo cada vez más profundo, más conmovedor. El premio seguía allí, tan delicioso como siempre, pero de repente había un precio que pagar. Luke no solamente era el hombre que le proporcionaba satisfacción física. Era también el hombre que apoyaba la cabeza en su regazo y se quedaba dormido, como si confiara completamente en ella, haciéndola derretirse de dicha y de ternura.

Nunca habían hablado de amor. Su relación carecía de lazos permanentes. Cada uno vivía su propia vida, y con eso bastaba. Pero de repente apareció el amor, molesto, impertinente, trastocando los planes. Porque Luke no era un hombre hecho para los compromisos y la palabra «amor» equivalía al compromiso.

Para entonces ya se había quedado dormido, y Pippa le dijo en un susurro:

– Perdona, cariño. Ojalá pudiera contarte lo que me pasa, pero si lo hiciera te asustarías tanto que saldrías corriendo. No importa. Es mi problema, no el tuyo. Todo consiste en pasárselo bien, ¿no? Oh, Luke…

Entre otras cosas, Pippa adoraba a Luke por su carácter tranquilo y atemperado. Solo recordaba haberlo visto malhumorado una vez. Fue un sábado por la mañana, cuando ella se estaba vistiendo para salir, sin invitarlo y sin informarlo siquiera de a dónde iba.

– El primer sábado que tenemos libre en siglos y vas y te largas -gruñó-. Para colmo, te vistes de punta en blanco, como si fueras a algún sitio especial -miró receloso su bonito vestido de punto color cereza-. Tú no sueles guardar secretos.

– Este es muy pequeño.

– ¿Por qué entonces no puedes decírmelo? -frunció de repente el ceño-. ¿Quién es él?

– Se llama Frank, es mi tío y voy a asistir a su boda.

– ¡Estupendo! -exclamó, irónico -. ¡Y supongo que yo no soy lo suficientemente bueno como para que me presentes a tu familia!

– No seas tonto, cariño. Simplemente pensé que te aburrirías un montón: una boda, un encuentro familiar, la gente vestida de largo… Ya sé que todas esas cosas te provocan pesadillas.

– Preferiría soportar todo eso antes que no verte en todo el día.

– Luke, ¿estás seguro? ¿Sabes lo que sucederá si aparecemos juntos allí…?

– La gente se sonreirá y te preguntará para cuándo pretendes convertirme en un hombre honesto. No te preocupes, les diremos que soy como una especie de mascota tuya. ¿Clarice y tu padre estarán presentes?

– No, se marcharon hace unos meses.

– Pues entonces adelante -la besó-. Si crees que voy a dejar que te vayas por ahí, tan guapa y además sola, estás muy equivocada.

De alguna parte Luke sacó un traje, pidió prestado el coche a un amigo y se pusieron en camino. El corazón de Pippa daba saltos de alegría. Ella no lo había invitado desde el principio, decidida a no repetir el mismo error que otras amantes de Luke habían cometido. Pero, en cualquier caso, él había decidido acompañarla porque en el fondo… estaba celoso. Era demasiado bonito para ser cierto.

Llegaron a la casa de Frank justo antes del mediodía y lo encontraron tranquilo y concienciado para el gran momento. Poseía una pequeña tienda que marchaba muy bien. Había sentado la cabeza muy pronto y aparentaba diez años más de los treinta que tenía. Pippa le dio un efusivo abrazo.

– ¿Cómo es que no estás nervioso, paseando de un lado a otro como un novio normal?

– ¿Por qué habría de ponerme nervioso? -inquirió a su vez, algo sorprendido-. Elly lo ha organizado todo hasta el último detalle. En ese sentido, es maravillosa.

– ¿Es eso lo único que se le ocurre decir de la mujer con la que va a casarse? -le preguntó Luke a Pippa, al oído.

– Mi tío no se caracteriza precisamente por su expresividad -musitó ella, para que su tío no la oyera, y añadió a continuación en voz alta-: Sinceramente, Frank, no me parece normal que estés tan tranquilo y relajado. Deberías estar comiéndote las uñas por miedo a que Elly no llegue a tiempo a la iglesia, o a que no seas lo suficientemente bueno para ella.

Por un instante Frank pareció quedarse consternado, pero en seguida sonrió.

– Siempre has sido una bromista. Me alegro tanto de que hayas venido, querida…

Elly era una mujer muy agradable, viuda, dos años mayor que Frank. Pippa ya la conocía y le había caído muy bien: era la compañera adecuada para su tío. Cuando el banquete de bodas ya se acercaba a su fin, Elly le comentó a Pippa en privado, maliciosamente:

– ¡Qué hombre tan guapo! ¿Cuándo oiremos las campanas de boda?

– No las oirás -respondió Pippa.

Para alivio suyo, Luke se encontraba al otro lado de la sala.

– Pero todo el mundo puede ver que estáis locos el uno por el otro -protestó Elly.

Pippa descubrió entonces que no tenía su corazón tan bien vigilado como había esperado; de otra manera, la sugerencia de que Luke estaba loco por ella no la habría afectado tanto.

– Tengo dieciocho años -replicó en cuanto pudo recuperarse-. Y un montón de camino por delante antes de sentar la cabeza.

– ¿Quieres decir que no te lo ha pedido?

– Quiero decir que, en los días que corren, una pequeña aventura no tiene por qué terminar forzosamente en matrimonio. Ni Luke ni yo nos preocupamos por esas cosas tan convencionales. Elly, sinceramente, me alegro muchísimo por ti y por Frank. Creo que hacéis una pareja perfecta. Pero, para mi generación, las cosas son distintas.

A lo cual Elly simplemente replicó con un «¡Mmm!», acompañado de una mirada de desconcierto de sus ojos azules. Frank y Luke, por su parte, estuvieron charlando durante unos diez minutos y ambos respiraron aliviados al separarse. Frank era muy amable y tenía muy buenas intenciones, pero también era una persona cerrada y de miras estrechas. Antes de que Pippa se marchara, Frank se atrevió a comentarle a su sobrina:

– Ese joven no es nada adecuado para ti, querida. Me temo que es demasiado alocado.

– Tiene veintitrés años -replicó Pippa, indignada-. ¿No eras tú alocado cuando tenías su edad?

– ¡Por supuesto que no!

– ¡Bueno, pues deberías haberlo sido! Todo el mundo debería ser alocado a los veintitrés años. Le quedan muchos años para convertirse en un hombre responsable.

– No le entregues tu corazón, Pippa. Te lo romperá.

– Quizá yo le rompa el suyo.

– Eso espero. Pero me temo que el mundo no funciona así.

– ¡Oh, Frank, no seas tan retrógrado! Me lo estoy pasando de maravilla con Luke. ¿A quién le importa el mañana? -y se retiró antes de que él pudiera decirle algo más.

Aquella noche, mientras yacían abrazados en la cama, Luke le confesó:

– Me temo que Frank y yo no nos hemos caído muy bien.

– Lo sé. Me dijo que eras un tipo alocado. Y yo le dije que él también debería haberlo sido a tu edad.

– Me habría gustado ver la cara que puso al oír eso… -soltó una carcajada-. Ese no es su estilo, al igual que lo de la pipa y las zapatillas no es el mío.

– ¿Quién quiere la pipa y las zapatillas? -murmuró ella con tono seductor-. Hay otras cosas…

– ¿Mmm? -se desperezó sensualmente, con un brazo debajo la cabeza, esbozando aquella perversa sonrisa que tanto le gustaba-. ¿Por qué no me cuentas algo sobre ellas?

– ¿No vas a darme ninguna pista?

– No. Solo voy a quedarme aquí tumbado, en plan pasivo -bostezó provocativamente-. Puede que incluso me quede dormido.

– ¡Antes tendrás que pasar sobre mi cadáver! ¡O yo sobre el tuyo!