– A mí no. Dominique tiene sus sospechas porque hasta ayer no sabía nada de la existencia de Josie. No es mi caso. Pippa me llamó cuando descubrió que estaba embarazada, y desde entonces siempre hemos estado en contacto.
– Eso sigue sin demostrar que Josie sea tuya.
– Mira, Josie fue concebida cuando Pippa y yo estábamos juntos. Y estoy absolutamente seguro de que Pippa no se relacionó con nadie de la manera en que nosotros… Pero eso no importa. Esa no es la principal razón.
– ¿Entonces cuál es?
– Pippa. La clase de persona que es. No hay nadie más sincero en el mundo. Eso la convierte en alguien especial. Incluso me convirtió a mí en un hombre honesto y sincero por un tiempo.
– ¿A ti?
– Sí, es gracioso, ¿no? Pero vivimos algo que… bueno, es igual. Si yo te digo que es mi hija, es que es mi hija.
– ¿Y cómo es que Pippa ha aparecido de repente ahora, después de tantos años?
– Quería que conociera a Josie, y tenía mucha razón.
– ¿Seguro que no ha vuelto por ti?
– No -gruñó-. Anoche ya se encargó de guardar las distancias conmigo… al menos, eso me pareció a mí.
– Cariño, ese es el truco más viejo del manual. Habría sido muy estúpida si se hubiera lanzado a tus brazos.
– Ya te he dicho que ella no es así. ¡Diablos! -exclamó, mirando hacia el mar.
Una gran ola apareció de repente, derribando a Pippa y a Josie. Mientras ellas intentaban incorporarse, Luke ya corría hacia el agua para socorrerlas.
Josie hacía grandes aspavientos, deleitada con la experiencia e intentando describírsela a su padre. Pippa, por su parte, reía sin cesar con el cabello chorreando agua. Por un instante el resplandor del sol recortó a contraluz las tres siluetas, como si fueran las figuras de un friso. Luego surgió una nueva y enorme ola, y Luke se apresuró a proteger a las dos de su impacto, interponiendo su cuerpo a modo de escudo. Claudia observó la escena durante un rato con expresión pensativa antes de reunirse con ellos.
Pasaron el resto de la mañana juntos, y Claudia se separó con la promesa de que por la noche se encontrarían en El Otro Local de Luke.
– No tengo más remedio que ir -le explicó Luke a Pippa -, porque allí se va a preparar la comida para los programas de televisión de mañana. Así que veremos las cocinas y podrás decirme tu opinión.
– Hasta la noche, entonces -dijo Claudia, mandándoles un beso mientras se dirigía hacia su coche. Tan pronto como se sentó al volante, marcó un número en su teléfono móvil.
– ¿Dominique? Acabo de dejar a Luke… sí, la he conocido, y a la niña también, y me alegro mucho de que me llamaras. Ciertamente hay que hacer algo y, cuanto antes, mejor. Pásate por El Otro Local de Luke esta noche a las nueve en punto… No, déjame los detalles a mí.
Capítulo 6
EL OTRO Local de Luke estaba situado a medio camino de la avenida de Manhattan. Su primer restaurante era selecto, ostentoso y caro. El segundo era más divertido. Los precios no eran tan elevados y el menú era muy amplio, con un fuerte énfasis en la comida latinoamericana, que a Luke le encantaba. Recientemente había contratado a Ramón, un genio mexicano de la cocina.
Luke enseñó las cocinas a Pippa y a Josie, que demostró gran interés por todo, y se sentaron luego a cenar. Comieron pasta Creóle, seguida de filetes de salmón al horno condimentados con jengibre, lima y sésamo, un plato que hizo las delicias de la niña. Y todavía quedó más entusiasmada con los postres: El Otro Local de Luke era conocido por su enorme variedad de helados y cremas de chocolate.
Pippa se sentía muy contenta por su hija, pero sus propios sentimientos eran algo más complicados. Como le había dicho en cierto momento a Luke durante la cena, lo había conseguido. Había alcanzado sus objetivos y visto realizados sus sueños. Era ella quien todavía no lo había hecho. De repente, se amonestó por estar pensando en esas cosas: ¡como si eso pudiera importar ya!
Poco después advirtió que Luke se quedaba mirando algo fijamente, con expresión consternada. Siguiendo la dirección de su mirada, descubrió a Dominique inmóvil como una estatua en la entrada, vestida con seductora elegancia, mirando a su alrededor. Claudia no tardó ni un segundo en levantarse para ir a su encuentro, sonriente.
– ¿Cómo es que ha venido? -musitó Luke-. Nunca aparece por este restaurante; no es lo suficientemente selecto para ella.
Para entonces, Claudia ya volvía con Dominique a la mesa. La modelo apretó los dientes de rabia al ver a Luke en el centro de aquella reunión tan familiar.
– Hola, cariño -la saludó él-. Qué sorpresa. Supongo que ya conoces a todo el mundo, ¿verdad?
– Nos conocimos ayer -declaró ella.
– Ah, sí, tú eres la chica que no llevaba ropa… -pronunció Josie, toda inocente, y miró a su alrededor. Todos se habían quedado consternados-. Bueno, yo juraría que no – intentó justificarse.
– Algo sí que llevaba puesto -se apresuró a intervenir Luke-. Dominique, ¿qué te apetece tomar?
– Algo bajo en grasas y calorías -respondió la modelo con voz débil.
– Creo que has venido al lugar menos indicado para eso -le confió Josie -. Toda esta comida está llena de calorías y es absolutamente deliciosa, ¿verdad, papi?
– Oye, mocosa, ¿es que quieres hundirme el negocio? -le preguntó Luke con una sonrisa.
– Tomaré una ensalada con agua mineral -apuntó Dominique.
Luke llamó a un camarero para que tomara nota.
– Papi… -lo llamó Josie con tono lastimero.
– No me he olvidado de ti, cariño -y le explicó a Dominique-: Estábamos a punto de abordar la cuestión de los helados en toda su profundidad.
– ¿Podemos volver a la cocina? -preguntó la niña.
– No hay necesidad de que nos movamos. Mira.
En aquel momento un camarero acercó a la mesa un carrito circular con cinco pisos, cada uno con un tipo distinto de helado y de crema de chocolate.
– ¡Guau! -exclamaron al unísono Josie y Claudia.
A Pippa también le encantaba el helado, así como a Luke. Dominique, con su austera ensalada, se quedó aislada y con un aire un tanto ridículo… como quizá Claudia había previsto. Desde detrás de una pequeña montaña de helados, Josie le lanzó una mirada cargada de compasión:
– ¿No te gustaría probar un poco? Está riquísimo.
– No, gracias. Tengo que pensar en mi figura.
– Pero si tienes una figura espléndida… – le comentó la niña, generosa.
– Gracias -Dominique se relajó un tanto.
– ¿Realmente tienes que sacrificarte tanto para conservarla?
– Ya basta, Josie -se apresuró a intervenir Luke-. Anda, cómete el helado antes de que se derrita.
– ¿Alguien quiere probar el mío? Es de pistacho -ofreció Claudia-. Josie, el tuyo de fresa tiene un aspecto delicioso.
Hubo un cruce de cucharillas y exclamaciones de deleite, seguidas de una carcajada general. Luego Pippa y Josie quisieron probar simultáneamente el helado de Claudia, con el resultado de que una buena parte del mismo se derramó sobre los elegantes pantalones de Luke, que estaba en medio de las dos.
– Oh, vaya -exclamó Pippa-. Lo siento mucho. Espero que no te quede mancha.
– Lo siento yo también, papi -dijo Josie.
– Es una verdadera pena, ¿verdad? -comentó Luke con tono apesadumbrado, pero en seguida añadió, bromista-: ¡Vaya una manera de desperdiciar el helado!
Josie estalló en carcajadas.
– ¿Y tú? -Luke se volvió entonces hacia Dominique, solícito-. ¿Has salido tú también mal parada de esta pequeña refriega? ¿Alguien te ha manchado de helado?
– Afortunadamente no. Pero acabo de recordar que tengo una cita urgente. Buenas noches a todo el mundo. Ha sido un placer -se levantó, inclinó levemente la cabeza a modo de despedida y se marchó apresurada.