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Claudia salió inmediatamente detrás, alcanzándola en la salida. Desde la mesa pudieron ver que Dominique se volvía para hablar con ella. No llegaron a escuchar las palabras, pero resultaba evidente que estaba muy enfadada.

– Tú planeaste todo esto -le espetó a Claudia.

– Te he hecho un favor.

– Dijiste que había que hacer algo…

– Y lo he hecho. En la playa, esta mañana, descubrí un aspecto nuevo de Luke que nunca antes había visto. Ahora tú también lo has visto, y precisamente te he ahorrado el tener que desperdiciar más tiempo en un hombre que nunca podrás conseguir. Luke ya está comprometido. Supongo que lo ha estado durante los últimos once años, incluso aunque nadie se diera cuenta, ni siquiera él mismo.

– Esa insignificante…

– Cuidado, Dominique. Esa mujer es muy importante para Luke. No sé si está enamorado de ella, pero la quiere de una manera en que no ha querido a nadie más, excepto a Josie. Algún día me lo agradecerás.

– No esperes que lo haga -replicó Dominique antes de marcharse.

– La aparición de Dominique esta noche… ¿ha sido accidental? -le preguntó Luke a Claudia cuando volvió a reunirse con ellos.

– No -respondió con tono tranquilo-. Yo la avisé para que viniera. Me pareció la mejor manera de enfrentarla con la realidad.

– Gracias -musitó Luke-. Supongo que una vez más has acudido en mi rescate.

– Siempre tiene que hacerlo alguien, Luke -repuso con tono cortante-. Así es como sales de las situaciones. Pero algún día te encontrarás solo en una situación que no sepas manejar.

Sin esperar su respuesta, Claudia se volvió hacia Pippa y le hizo un guiño de complicidad. Pippa solo había seguido a medias su conversación, pero en aquel instante distinguió en los ojos de Claudia una expresión que era una mezcla de humor, malicia y sinceridad. Aquella mujer estaba empezando a gustarle.

El programa de Luke se grababa en unos estudios situados cerca de Marina Street. Una grabación por la mañana y dos por la tarde ocupaban mucho tiempo, así que los tres salieron muy temprano de casa.

– No os hagáis muchas ilusiones -les advirtió durante el trayecto-. No se trata de ninguna cadena importante.

Diez minutos después aparcaba el coche y se encaminaban hacia la sala de grabación. Josie se quedó extasiada con las cámaras, los focos y la actividad incesante de los estudios. Lo mejor de todo era el escenario, que imitaba una cocina al estilo tradicional, toda en madera, que contrastaba con la que Luke tenía en su casa.

Luke les presentó a todo el mundo. Fue así como llegaron a conocer a Ritchie, el director de escena, que hizo las delicias de Pippa. Era como si nadie le hubiera dicho que aquella era una pequeña cadena de televisión por cable, y no los grandes estudios de la Metro. Iba muy bien peinado, con la camisa de color morado abierta hasta la cintura, revelando su bronceado pecho sobre el que destacaba una cadena de oro. Cuando hablaba, hacía vibrar con su voz estridente las cuatro paredes de la sala.

Una persona vivía pendiente de cada una de sus palabras: su ayudante Derek, un joven de aspecto tímido que seguía a todas partes a Ritchie con el inhalador en la mano, dispuesto a atenderlo en las ocasionales crisis asmáticas que lo asaltaban. Ritchie saludó a Luke con el respeto debido a una estrella que había conseguido doblar los índices de audiencia de la cadena. Pero su concepción del respeto era muy particular…

– Luke, cariño, ¡qué alegría verte! ¿Está todo a tu gusto, querido? ¿Falta algo?

– Todo está como siempre. Perfecto.

– Eso era lo que quería oír yo, y…

– Hay un par de personas que quiero que conozcas -dijo Luke, interrumpiéndolo-. Te presento a Pippa. Y esta es Josie, su hija… y la mía.

Ritchie se lo quedó mirando con unos ojos como platos.

– ¿Tú… tienes… una… hija? -exclamó, asombrado, mirando a las dos como si fueran un par de extraterrestres-. Bueno, vaya… Jamás lo habría imaginado…

– Están pasando unos días conmigo y me gustaría que pasaran un buen rato aquí.

– Me lo tomo como una responsabilidad personal -declaró Ritchie con tono solemne.

– Asientos en la primera fila.

– Bueno, eso quizá sea un poco difícil…

– Asientos en la primera fila, Ritch.

– Lo que tú digas. Derek, ¿dónde estás? Mi inhalador.

Finalmente comenzaron los ensayos. La rapidez con que Luke fue preparando los platos al tiempo que explicaba las recetas dejó anonadadas a Josie y a Pippa.

– ¿No tienes ningún tipo de guión? -le preguntó Pippa en un descanso.

– No, qué va -se estremecía de solo pensarlo-. Digo siempre lo primero que me viene a la cabeza. Y habitualmente sale bien. Bueno, aquí os dejo sentadas, en primera fila. Tengo que prepararme para salir a escena. Que os divirtáis.

Se agachó para besar a Josie en una mejilla y besó luego a Pippa levemente en los labios antes de marcharse. Pippa se dio entonces cuenta de que acababa de besarla por vez primera en once años. Era el tipo de gesto sin importancia con el que se despediría de cualquier mujer en cualquier momento. Pero aquella maravillosa sensación persistía en su boca, como miel derretida. «Sé sensata», se ordenó. «Esto no ha significado nada para él, y tú ya no eres una adolescente».

No obstante, era como si una gota de agua hubiera caído sobre sus resecos labios después de haber vagado años y años por un desierto. Sus defensas se habían resquebrajado de manera alarmante. No quería ser sensata. Quería que Luke volviera a besarla. Quería besarlo a su vez y confesarle lo sola que se había sentido sin él.

Hizo un esfuerzo por volver a la realidad. La audiencia estaba empezando a llegar y pronto los asientos estuvieron llenos de gente charlando y riendo. Ritchie salió para dirigirles una breve alocución de bienvenida; luego los focos se concentraron en el escenario y Luke hizo su aparición, con su sonrisa más contagiosa, saludando a los invitados como si fueran viejos amigos. Llevaba un delantal y un gorro de cocinero de color rojo, y dedicó el programa a elaborar varios platos con las cerezas como ingrediente central. Pippa lo contemplaba admirada. Aquel hombre tenía el don del ingenio y de la diversión combinados con un inmenso talento y un dominio absoluto de sus movimientos y acciones. Cada detalle estaba bajo su control, todo salía tal y como lo había ideado en su cabeza.

Pippa y Josie rieron sus chistes y anécdotas como las que más. A la niña le brillaban los ojos de gozo mientras aplaudía a rabiar.

– ¿No es maravilloso papá? -le susurró a Pippa.

– Sí, cariño. Sí que lo es.

Después del primer programa siguió un descanso para la comida y Josie y Pippa comieron con Luke en su camerino. Josie parloteaba a toda velocidad, entusiasmada, mientras su padre sonreía. Pero aquella sonrisa se borró de su rostro cuando sonó el teléfono.

– De acuerdo, de acuerdo -concluyó exasperado -. Tendremos que inventarnos otra cosa -después de colgar, les explicó-: Mis proveedores me han fallado. Habrá que cambiar un par de platos.

– ¿Podrás hacerlo en tan poco tiempo? – le preguntó Josie, preocupada.

– Para un genio, nada es imposible -volvió a sonreír, pellizcándole cariñosamente la punta de la nariz-. Vamos, mocosa. Tu viejo intentará no decepcionarte.

Josie se echó a reír y salieron alegremente del camerino. Todo comenzó de nuevo. Ritchie volvió a salir, recordando al público del estudio que saludara a Luke con el mismo entusiasmo que antes, aunque no tenía ninguna necesidad de hacerlo. Todo el mundo lo adoraba y, cuando reapareció, se elevó un clamor de aplausos. Se había puesto unos vaqueros y un suéter, cambiándose el delantal rojo por otro verde y blanco, más apropiado para las ensaladas que iba a preparar.

Josie se sumergió en el ambiente de excitación general, pero Pippa aprovechó la ocasión para contemplar a Luke tal y como lo veía el resto de la gente. Era una curiosa experiencia, como si lo estuviera mirando a través de un largo túnel, y tuvo la extraña sensación de conocerlo todavía mejor. Era un hombre que podía dar un poco de sí mismo a un millón de personas, pero nunca entregarse por entero a nadie. Algo que debería haber adivinado años atrás.