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– ¡Uf! -exclamó él al fin-. Eh, ¿te encuentras bien?

– Sí -jadeó, aturdida.

– Pues no lo parece -comentó, observándola preocupado.

– Estoy mareada. Necesito sentarme.

– De acuerdo, pero no en estos taburetes tan altos. Vamos al salón para que puedas sentarte cómodamente.

– ¿Mami? -pronunció Josie, frunciendo levemente el ceño.

– Estoy bien, cariño. Tu padre está loco -bromeó-, pero estoy bien.

Luke todavía tenía un brazo en torno a su cintura y, de pronto, la alzó en vilo para llevarla en brazos al salón.

– ¡Servicio de taxi! -bromeó mientras la cargaba.

– Payaso -musitó, enternecida por dentro.

– ¿Realmente te encuentras bien, Pippa? -le preguntó al tiempo que la depositaba sobre el sofá.

– Bueno, no tengo por costumbre que un hombre, que más bien parece un niño grande, me haga girar como un molinete.

– Bueno -sonrió -, tú siempre decías que yo no había llegado a crecer, ¿no? También me lo decía mi madre, y ella debería saberlo. Ahora que pienso en eso, todas las mujeres que he conocido me lo han dicho. No consigo entender por qué.

– Yo tampoco -corroboró ella con ternura, apartándole un mechón de pelo de la frente-, pero solo es cuestión de tiempo que Josie empiece a, decírtelo también.

– Cierto. Tú siempre me entendiste mejor que nadie, Pippa.

– ¡Deja de hacer eso!

– ¿Que deje de hacer qué?

– Ya sabes lo que quiero decir. Esas tácticas seductoras tuyas. Y esa mirada de falsa inocencia que estás poniendo ahora. Me conozco todos tus trucos. Los practicaste conmigo, ¿recuerdas?

– Solo algunos de ellos -repuso, malicioso-. He aprendido unos cuantos más desde entonces.

– Bueno, pues guárdatelos para ti. Ahora soy una respetable mujer de mediana edad.

– ¡De mediana edad! Si todavía no tienes ni treinta años…

– Sí que los tengo -declaró con dignidad-. En mi último cumpleaños cumplí treinta.

– Mentirosa. Es el próximo cuando los cumples.

Recordaba su edad con tanta precisión, que Pippa tuvo que hacer un esfuerzo para no sonreír de puro placer.

– Tú no eres una persona de mediada edad -insistió Luke, con tono firme-. Y nunca has sido respetable…

– Lo era antes de conocerte.

– Bueno -arqueó una ceja-, no hay necesidad de que retrocedas tanto en el tiempo… -replicó, burlón, y la besó en la punta de la nariz.

De pronto pareció vacilar, con el rostro muy cerca del suyo y un brillo divertido en los ojos. A Pippa se le aceleró peligrosamente el corazón al tomar conciencia de que estaba a punto de besarla, tal vez tan levemente como había hecho antes en el estudio, o quizá con mayor intensidad. Y ansiaba tanto que lo hiciera… Ya no le importaba seguir comportándose de manera sensata. Todos aquellos largos y solitarios años sin Luke le habían generado un dolor que solo podría desaparecer en sus brazos. Su boca era la misma de siempre: suave, seductora, cargada de promesas. Solo un simple beso. Solo uno…

– ¡Mami! ¡Papi! -los llamó Josie desde la cocina.

Luke se incorporó rápidamente. En cualquier otra ocasión Pippa se habría reído de la forzada sonrisa que esbozó; pero en aquel preciso instante apenas pudo disimular su decepción. Cuando Luke volvió a la cocina, ella se quedó donde estaba, reflexionando.

«¿Qué te ha sucedido? Te juraste a ti misma que esto nunca sucedería. Eres la madre de una niña de diez años; ya no eres ninguna adolescente», se recriminó en silencio. Al cabo de un rato se levantó temblorosa y regresó a la cocina, donde Luke ya estaba memorizando los detalles de su nueva creación en la pantalla del ordenador… mientras Josie cataba el resultado.

Ya era muy tarde cuando terminaron de cocinar las tres diferentes etapas de tres platos distintos. A la mañana siguiente se levantaron temprano. Luke lo guardó todo con exquisito cuidado y se dirigieron hacia los estudios. Nada más llegar, dejó los platos a cargo de Pippa y Josie y se fue a hablar con Ritchie.

– Estoy seguro de que estos van a ser los mejores programas que hemos hecho hasta ahora -declaró entusiasmado el director de escena, recibiéndolo con todas las banderas desplegadas al viento -. Sé que has tenido algunos problemas con los nuevos platos, pero también sé que vas a decirme que los has solucionado.

– Quieres decir que estás aterrado de que no lo haya hecho, ¿no? -repuso Luke, interpretando correctamente sus palabras -. No sudes, Ritchie. Me he inventado dos nuevas recetas, con la ayuda de Josie.

– ¡Es maravilloso! -exclamó, desbordado de emoción.

– Sabía que te gustaría. Y esto te va a gustar aún más. Josie aparecerá en el programa conmigo: va a ser la nueva estrella. La próxima generación.

– ¿La próxima…? -Ritchie se había quedado pálido-. ¿Quieres decir que vas a revelarle a todo el mundo que es hija tuya?

– Claro que sí. ¿Qué sentido tiene tener una niña si nadie más lo sabe?

– Bueno, perdóname, pero durante todos estos años nadie sabía nada. No recuerdo haberte visto proclamando tu paternidad a los cuatro vientos.

– Pues lo estoy haciendo ahora. Y es una maravillosa idea.

– No lo creo. De verdad que no lo creo.

– Josie va a ponerse un delantal y un gorro de cocinero, igual que yo, y estará fantástica así vestida.

– Luke, cariño, las chicas que devoran tu programa piensan que eres un tipo… disponible, ¿sabes lo que quiero decir? Tienes una sólida reputación de soltero de oro y estás obligado a mantenerla. He visto algunos de los e-mails que te envían. Si apareces de repente con una hija al lado, tu imagen quedará destrozada. ¡Sé realista!

Por primera vez se le ocurrió pensar a Luke que, en el fondo, Ritchie no le caía simpático.

– Eres muy afortunado de que Josie no pueda oírte -le dijo con la mayor frialdad de que fue capaz- porque, si ese fuera el caso, te encontrarías en un grave problema. Es mi hija y saldrá en el programa conmigo. ¿Está claro?

– ¡Sí, sí! -se apresuró a responder Ritchie.

– Quiero que cambies el orden de emisión de los programas. Este saldrá el primero.

– Pero entonces saldrá pasado mañana…

– Ya lo sé. De esa manera podrá verlo antes de que se marche.

– ¿Se marcha? -un brillo de esperanza asomó a los ojos del director.

– Hazlo, Ritch. Y que salga perfecto.

– Sí, sí, lo que tú digas. Eso. Díselo a todo el mundo. Ya verás cómo caen los índices de audiencia. Suicídate. ¡Oh, Dios mío! ¡Derek, mi inhalador!

Capítulo 7

JOSIE fue la estrella del programa. Estuvo algo nerviosa al principio, pero su padre le puso un brazo alrededor de los hombros y resolvió el problema. Luke la presentó muy orgulloso ante el público, y empezaron a grabar.

Cada sesión duraba cerca de una hora, que finalmente quedaba recortada en media. Durante los primeros cuarenta minutos todo salió a las mil maravillas. Hicieron las dos salsas a la vez, Luke la picante y Josie la menos condimentada, hasta que sobrevino el desastre. Luke le pidió a Josie que removiera las dos salsas en otra zona de la cocina. La niña levantó el cuenco, pero se le escurrió entre los dedos, yendo a caer el suelo. Luke contemplé el estropicio con una sonrisa.

– ¡Vaya, vaya!

– ¡Perdona, papi!

– Perdonada -la despeinó cariñosamente-. Vas a tener que prepararla otra vez. Animo, chica, que tú puedes. Acuérdate de lo que te he enseñado.

Josie asintió y rápidamente se puso a reunir los ingredientes, mientras los ayudantes limpiaban el suelo y lo recogían todo. Todo el mundo en el estudio estuvo pendiente de los esfuerzos de Josie, que fruncía el ceño concentrada. Poco después terminaba de preparar la salsa ella sola, entre los aplausos del público. Al final del programa, los dos pudieron presentar sus respectivas creaciones a la vez. Ritchie estaba a punto de sollozar de deleite: