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– ¡Maravilloso! ¡Genial!

– Pues sí que has cambiado de opinión… -observó irónicamente Luke.

Padre e hija estuvieron eufóricos durante el trayecto de regreso a casa. Un fotógrafo había recogido algunas instantáneas del programa y, nada más llegar, Luke se dedicó a escanearlas para insertarlas en su página Web. La cena era tarea de Pippa y, por una vez, esta pudo trabajar en la cocina a sus anchas sin que él se entrometiera, ya que estaba absolutamente concentrado en redactar un texto recomendando al público que viera su próximo programa de televisión. No en vano iba a hacer su aparición una nueva estrella… La propia Josie se ofreció a ayudarlo y quedó encantada con el resultado. Pero estaba cansada después de un día tan largo y ajetreado, y no protestó cuando Pippa le recordó que ya era hora de irse a la cama. Luke subió con ellas y se ocupó de arroparla.

– ¿Te lo has pasado bien hoy, cariño?

– ¡Oh, papá, ha sido estupendo! ¿Crees que podría convertirme en una estrella de la televisión?

– Mi hija podrá ser lo que quiera ser. Solo tiene que decirlo.

Josie pareció reflexionar por un momento.

– No sé si querer ser la mejor cocinera del mundo o la mejor estrella de televisión del mundo, pero quizá sea ambas cosas… como tú.

Sonriendo, Luke le dio un beso de buenas noches y se reunió con Pippa en el umbral de la habitación. Luego le pasó un brazo por los hombros y bajaron juntos al salón.

De repente Pippa advirtió que su sonrisa había desaparecido.

– ¿Te pasa algo, Luke?

– Estoy pensando en una llamada de teléfono que tengo que hacer. Mis padres siempre ven mi programa y, si Josie aparece pasado mañana… -se quedó súbitamente callado. Parecía la viva imagen de la culpa.

– ¿Quieres decir que tu familia no sabe que tienes una hija?

– No te enfades conmigo. Si años atrás se lo hubiese contado a mi madre, me habría pegado una paliza.

– Eso es nada comparado con lo que podrá hacerte ahora.

– Lo sé, lo sé. Mira, me habría gustado haberlo hecho, pero…

– Pero optaste por la solución más fácil, como siempre.

– ¡Dios mío, estás hablando como ella!

– Yo también soy madre.

– De acuerdo. Entonces tengo que levantar el teléfono y decírselo antes de que vea el programa.

– Nada de teléfonos. Ve a verla y díselo en persona.

– Tú estás loca -Luke había palidecido visiblemente-. No conoces a mi madre.

– ¿Eres un hombre o un ratón?

– ¡ Un ratón! ¡ Sin duda, un ratón!

– ¡Hazlo!

– ¡De acuerdo, de acuerdo!

– ¡Ahora!

– ¡Sí, madame!

Luke desapareció de repente y, unos minutos después, Pippa oyó su coche alejarse. Salió a la terraza y se sentó a contemplar el mar. Algo sabía sobre la familia de Luke. En Inglaterra le había enseñado las fotografías de sus padres; de su hermano menor, Zak, que por aquel entonces contaba diecisiete años, y de su hermana Becky, de catorce.

Había calculado que Luke tardaría al menos un par de horas en volver, pero no había transcurrido ni media cuando vio aparecer de nuevo su deportivo. Evidentemente no había nadie en casa, pensó, de modo que se había dado media vuelta. Pero entonces se presentó en el sendero de entrada otro coche, del cual salió una verdadera riada de gente. Horrorizada, Pippa se dio cuenta de que Luke había traído consigo a su familia.

Segundos después entraban todos en casa por la puerta trasera y Pippa salía nerviosa a saludarlos. La madre de Luke, una mujer rellenita y de pequeña estatura, se adelantó a los demás para preguntarle:

– ¿Tú eres Pippa?

– Yo… sí -el resto de sus palabras quedó ahogado por un efusivo y sofocante abrazo. Pippa le sacaba al menos una cabeza, pero de alguna forma la madre de Luke parecía envolverla por completo.

Siguió luego su marido, tan alto como Luke y de aspecto risueño y desenfadado, que también la abrazó cariñosamente. Zak era como una versión más joven de Luke, aunque no tan alto, con la misma sonrisa y el mismo aire de confianza en sí mismo. Becky tenía unos preciosos ojos grises que despedían una simpatía desbordante.

– Debimos conocernos hace mucho tiempo… -le dijo la madre de Luke, abrazándola de nuevo-… pero mejor tarde que nunca.

– Sí -afirmó Pippa, encantada.

Luke cometió el error de intervenir en ese momento:

– Mamá, ¿por qué no…?

– ¿Alguien te ha hablado a ti?

– No, mamá.

– Pues habla cuando te hablen, y puedes estar agradecido de que se te permita abrir la boca.

– Sí, mamá.

Becky y Zak intercambiaron una sonrisa de complicidad. Luke los miró irritado, pero no tuvo más remedio que aguantarse. De pronto se hizo un absoluto silencio. Todas las cabezas se volvieron hacia la puerta de la cocina, donde acababa de aparecer Josie, frotándose los ojos de sueño. Pippa se dispuso a presentarla, pero un impulso la obligó a quedarse callada. Y supo que había reaccionado bien cuando Luke rodeó los hombros de su hija y declaró sencillamente:

– Esta es Josie. Mi hija -bajó la mirada a la pequeña-. Y esta es mi familia, que ahora es la tuya.

Todo el mundo esperaba la reacción de la madre de Luke, que sobrevino rápidamente. Josie era tan alta y su abuela tan bajita que los ojos de ambas quedaban al mismo nivel. Se miraron fijamente durante un momento, curiosas. Luego Josie esbozó una lenta y radiante sonrisa de satisfacción.

– ¡Clarrie! -exclamó la mujer, emocionada, antes de estallar en sollozos.

– ¿Quién es Clarrie? -inquirió Pippa en voz baja.

– La hermana pequeña de mamá – le contestó Becky-. Murió hace años. Yo solo he visto fotos suyas, pero supongo que guardan un cierto parecido.

Becky fue la siguiente en ser presentada, seguida de Zak y del padre de Luke. Pippa temía que Josie pudiera verse desbordada por la situación, pero no fue así. Como ya había dejado demostrado en el estudio de televisión, la niña había heredado el mismo autodominio y la misma seguridad que su padre. Al cabo de unos minutos se retiró para subir a vestirse, lo que no era más que una disculpa para recuperarse y reflexionar. Pippa la acompañó al dormitorio y le sacó unos vaqueros y una camisa limpios.

– Mamá -pronunció, sobrecogida-. Tengo abuelos.

– Sí, es verdad.

– ¿No es maravilloso?

– Sí, querida. Claro que sí.

Luke las estaba esperando cuando salieron del dormitorio. Josie estaba ya impaciente por reunirse con sus abuelos.

– Lamento todo esto -le dijo Luke a Pippa, en un murmullo-. Apenas les conté la noticia, todo el mundo me obligó a meterme otra vez en el coche y a venir para acá. Ni siquiera tuve la oportunidad de llamarte primero.

– No pasa nada. Me alegro de que la hayan recibido tan bien. Y, al menos, tú estás sano y salvo.

– Ahora sí, pero… ¡las cosas que he tenido que escuchar de mi madre!

– ¿Y tu padre?

– Mi padre se mantiene al margen. La deja hablar a ella por él.

– Menos mal que se lo han tomado bien.

– ¿Estás de broma? Es su primera nieta. Están locos de alegría. Zak y Becky también están encantados, porque eso les alivia de la presión de tener que darles nietos…

Zak, que se había reunido con ellos en el pasillo, sonrió.

– Afortunadamente nuestro hermano mayor ha acudido en nuestro rescate -bromeó-. Pippa, tienes una hija maravillosa. Vamos a quererla muchísimo. Y a ti también.

Un fuerte abrazo siguió a esas palabras. Pippa se alegró de que el pasillo estuviera en penumbra, de modo que nadie pudiera ver las lágrimas que anegaban sus ojos. Jamás se había atrevido a esperar una reacción semejante. Discretamente se secó los ojos y bajó a la cocina con Luke y Zak.