Segundos después, Luke estaba subiendo a bordo de un vagón de noria con forma de caballo y no le dejó a Pippa más opción que seguirlo. Se ocupó de instalarla cómodamente a su lado, reteniéndola con un brillo de diversión en los ojos.
– ¡No! No consentiré que me encierres en este trasto contigo, ¿me oyes?
– Mira, allí está Josie con mis padres. Salúdalos.
Josie llevaba en la mano un enorme algodón de azúcar. Los saludó con la mano, entusiasmada, y Pippa no pudo hacer nada más que devolverle el saludo, sonriendo para disimular su mal genio.
– Me las pagarás todas juntas -murmuró.
– Pon cara de felicidad.
– La pondría si ahora mismo pudiera ahogarte en la fuente más cercana -replicó Pippa entre dientes -. Insisto. ¿Qué diablos te crees que estás haciendo?
– Estoy deslizando mi mano izquierda por tus hombros, en un típico gesto de cariño… aunque tú no te lo merezcas -le informó sonriendo.
– En este momento me siento tan cariñosa como una pitón. Quítame ahora mismo la mano de encima.
– Ni hablar, sospecharían algo. Es más convincente si te atraigo hacia mí así…
– Te lo advierto…
– Y te acerco más todavía… de esta forma.
– Suéltame ahora mismo… ¡Luke!
No debía besarlo, porque si lo hacía el corazón se le derretiría de emoción, y se olvidaría de por qué estaba enfadada con él. Quería seguir enfadada con él. Tratándose de Luke, eso era siempre mucho más seguro. Pero ya era demasiado tarde para decirle que no lo hiciera, y él tampoco le habría hecho caso, de cualquier forma. Por el rabillo del ojo Pippa pudo ver a sus padres y a Josie, todos riendo de alegría. Luego el vagón se puso en movimiento, pasó delante de ellos y los perdió de vista.
– No nos ven, así que ya puedes soltarme -le dijo a Luke.
– No.
– No puedes besarme aquí, en plena Disneylandia.
Finalmente dejó de discutir. Las sensaciones que la estaban abrumando eran demasiado intensas. No era deseo, ni tampoco ninguna otra reacción física. Era pura felicidad o, al menos, un tipo de felicidad que ya había olvidado: la de estar con aquel hombre, en sus brazos, sin nada más de lo que preocuparse… al menos por unos instantes. Y había estado malgastando el tiempo discutiendo con él… ¿Acaso estaba loca?
Le devolvió el beso antes de acurrucarse satisfecha en el hueco de su hombro, sintiendo que los años, las preocupaciones y el cansancio desaparecían poco a poco. ¿Acaso no podía permitirse descansar aunque solo fuera por un día?
– Eres un canalla -dijo-, pero te perdono.
– Siempre lo has hecho. ¿No estás ya enfadada conmigo?
– Supongo que sí… solo que he olvidado el motivo.
– No importa. Divirtámonos.
– Oh, sí, por favor,
Cuando la noria se detuvo Luke le tomó una mano, ayudándola galantemente a bajar del vagón, y la llevó a una tienda donde un grupo de cocineros estaba elaborando bombones delante de una admirada multitud. Luke compró una bolsa y siguieron paseando.
– Cuando era un adolescente solía traer aquí a las chicas -le confesó-. Todos lo hacíamos. Era como un recorrido de rutina; empezabas con el castillo de la Bella Durmiente para poner romántica a la chica y continuabas con los coches de choque para poder pegarte bien a ella. El remate era la Mansión Embrujada, ¡porque con un poco de suerte era ella la que se agarraba a ti!
– ¡Eres un malvado!
– Ya lo sé. Era un truco muy útil.
Rieron juntos, y Pippa deslizó un brazo por su cintura.
– ¿Y si empezamos desde el principio… -le propuso él con aire inocente- y comprobamos si mi técnica ha mejorado con los años?
– No hay necesidad. Hazte la idea de que ya hemos hecho ese recorrido y sigamos simplemente paseando.
– Eso suena bien. ¿Sabes? Supongo que, en cierto sentido, es como si acabáramos de conocernos. ¿No tienes esa misma sensación?
Sí que la tenía. Y era maravillosa: conocerse de nuevo, sin dolorosos recuerdos de por medio, nada aparte de la atracción que siempre habían sentido el uno por el otro. Volver a ser prácticamente unos niños, viviendo en un mundo encantado.
Poco después volvían a reunirse con los demás para comer juntos. Josie charlaba sin parar, emocionada. Se sentía absolutamente feliz, y no solo por encontrarse en Disneylandia, sino por estar rodeada de su propia familia. Pippa, por su parte, estaba profundamente conmovida al verla tan contenta.
Al rato se separaron de nuevo: Josie y los padres de Luke hacia la montaña rusa, y Luke y Pippa a disfrutar de la más tranquila atracción del barco de vapor. Cuando se hallaban acodados en la barandilla de cubierta, con la mirada fija en el agua, Luke le dijo de repente:
– Pippa, ¿puedo preguntarte algo?
– Claro.
– Si pudieras retroceder en el tiempo… ¿qué es lo que cambiarías?
Aquel era un territorio peligroso. Por un instante estuvo a punto de admitir: «Me habría gustado pasar estos últimos once años contigo». Pero decir eso habría significado presionarlo emocionalmente y poner en peligro todo lo que había ganado.
– Puede que no hubiera querido administrar una casa de huéspedes -respondió con tono ligero-. Todos los residentes son estupendos, pero a nivel culinario es el equivalente a terminar exilada en Siberia. ¿Me comprendes?
– Claro que sí.
– No me extraña nada. Siempre me ha sucedido eso contigo. Antes podía hablarte de cosas que tenían gran importancia para mí, y tú me entendías en el acto. Los demás se quedaban asombrados.
– A mí me pasaba lo mismo: era casi como si nos comunicáramos telepáticamente. ¿Te acuerdas de que solíamos jugar a que uno terminaba la frase del otro?
– Es verdad -Pippa evocó aquellos recuerdos-. Detestaba que cualquier otro intentara hacer eso, pero contigo era distinto. Y siempre acertabas.
– Al igual que tú. Siempre -de pronto se irguió, como si acabara de tomar conciencia de algo-. Eso era lo principal de nuestra relación, ¿verdad? El sexo era algo… secundario.
– Secundario pero magnífico -le recordó ella con una sonrisa,
– Desde luego -le tomó una mano y la miró fijamente-. ¿No cambiarías nada más de tu pasado?
– No -contestó al cabo de un momento.
– ¿Nada? ¿Nada en absoluto?
– Lo que sucedió durante todos esos años me dio a Josie. Y ella es perfecta. Gracias, Luke. Gracias por haberme dado a Josie, Gracias por todo. Llevaba mucho tiempo deseando decírtelo.
Luke había empezado a acariciarle la mano con gesto ausente.
– Nadie me ha llegado tanto al corazón como tú.
– Lo mismo digo de ti. Éramos muy jóvenes y lo vivíamos todo con mucha intensidad, ¿verdad? Quizá demasiada.
– No lo creo.
Algo en su tono de voz la sorprendió, haciéndola alzar rápidamente la mirada, pero Luke seguía contemplando absorto su mano como si temiera mirarla a los ojos.
– Luke, yo…
El barco sufrió una leve sacudida cuando por fin atracó en el muelle. Todo el mundo se dispuso a desembarcar. Luke se llevó la mano de Pippa a los labios y se la besó antes de ayudarla a bajar.
No le soltó la mano hasta que volvieron a reunirse con los demás. Después de cenar contemplaron el espectáculo de los fuegos artificiales. Josie se quedó admirada, contemplando el cielo salpicado de luces y colores. Los padres de Luke también parecían estar viendo aquello por primera vez.
Nadie miraba a Luke y a Pippa; en medio de aquella enorme multitud era como si fueran invisibles. En cierto momento, Luke le acunó el rostro entre las manos, con los pulgares acariciándole tiernamente las mejillas. Su mirada era cálida, amorosa y, de pronto, la besó en los labios, con tanta ternura como un adolescente en su primera cita.
– Pippa -susurró.
La besó delicadamente, casi con reverencia. Pippa le devolvió el beso de la misma forma, con más cariño que pasión. Todo aquello formaba parte de un sueño y como un sueño estaba dispuesta a aceptarlo, sabiendo que tarde o temprano tendría que despertar.