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Luke parecía comprenderlo también, porque finalmente se apartó apoyando las manos sobre sus hombros, con un brillo risueño en los ojos. Pero de repente se estremeció visiblemente.

– ¡Oh, Pippa! -exclamó con voz temblorosa y la acercó hacia sí, pero no ya para besarla sino para enterrar el rostro en su cuello mientras la abrazaba con fuerza-. ¡Pippa, Pippa, Pippa!

Ella lo abrazó con la misma intensidad. Y ninguno de los dos se dio cuenta de que tres pares de ojos los estaban observando con interés.

Ya era medianoche cuando llegaron a la casa de los padres de Luke, pero todavía se quedaron un rato allí para cenar algo. A Pippa le habría gustado retirarse a un segundo plano y dejar que Josie fuera la estrella, pero la madre de Luke tenía otros planes. La había llamado «hija mía» y, evidentemente no lo había hecho por simple amabilidad, ya que se dedicó a tratarla ostentosamente como tal. Pippa se sintió incómoda, pero Luke no se mostró en absoluto desconcertado cuando ella se lo comentó, en un aparte.

– Es una madre -le dijo él-. Lleva años intentando hacer que siente la cabeza con una mujer buena y formal.

– Alguien debería decirle que las mujeres buenas y formales huyen de ti -repuso resueltamente Pippa-. Todo esto es por Josie, no por mí.

– Bueno, no puede decirse que le alegre mucho la perspectiva de que su nieta se marche dentro de unos pocos días. Quizá esté intentando decirte algo.

– No, es a ti a quien está intentando decir algo, y deberías advertírselo para que no se haga ilusiones, Luke. No me parece justo.

En aquel momento su madre le hizo una pregunta y Luke tuvo que ocuparse de ella, no sin antes lanzar a Pippa una extraña mirada. Por fin llegó la hora de las despedidas, pero solo hasta la tarde siguiente, ya que la familia al completo quedó en pasarse por la casa de Luke para ver su programa en la televisión. Su madre abrazó con gran cariño y efusividad a Pippa. Después, cuando ya se disponían a salir, pareció recordar algo:

– Luke, antes de que te vayas…

– ¿Sí, mamá?

– Ven aquí.

Obedientemente fue junto a su madre, mirándola sonriente. Pero segundos después se tambaleaba después de recibir la más sonora bofetada que ella le había propinado nunca.

– ¡Eh, mamá!

– ¡Eso es por no habérnoslo dicho! ¡Diez años sin conocer a nuestra nieta! ¡Debería darte vergüenza!

– Me da vergüenza, mamá. Te lo prometo -y se apresuró a apartarse al ver el brillo de furor de sus ojos.

Luke se sentó rápidamente al volante, frotándose la mejilla. Ya se alejaban cuando le dijo a Pippa, en tono de queja:

– Cuando Claudia no me echa la bronca, me la echas tú. Cuando no la echas tú, me la echa ella. Y cuando no me la echa ella, me la echa mi hija… -al oír una carcajada a su espalda exclamó-: ¡Y tú no te rías!

La niña no le respondió, pero al cabo de unos minutos Luke oyó un extraño sonido procedente del asiento trasero.

– ¿Josie? No estás llorando, ¿verdad?

– En realidad no, lo que pasas es que… bueno, nos lo hemos pasado tan bien, ya no nos queda mucho tiempo de estar juntos y… -empezó a hipar, llorosa-… y tú te has enfadado conmigo…

Luke aparcó el coche a un lado de la carretera y en cuestión de segundos salió para estrechar a su hija en sus brazos.

– Cariño, lo siento. Era de broma, no estaba enfadado contigo… Por favor, por favor, cariño, no llores… No puedo soportarlo. Solo dime lo que quieres que haga y papá lo hará, telo juro…

– Luke -le susurró en aquel instante Pippa-, yo también me dejé engañar las primeras veces por ese truco.

– Pero ella está muy alterada, y… -al oír otro sospechoso sonido, Luke se volvió rápidamente para mirar a Josie. Las lágrimas anteriores habían desaparecido misteriosamente y resultaba evidente que la niña estaba haciendo evidentes esfuerzos por contener la risa.

– ¡Oh, Papi, si te hubieras visto la cara que has puesto!

– ¿Tú…?

– En el colegio nos dan clases de arte dramático.

– ¡Pequeña bruja… ven aquí!

Luke volvió a estrecharla contra su pecho y la pequeña le echó los brazos al cuello.

Pippa los miraba con una gran sonrisa de satisfacción. Había conseguido todo lo que se había propuesto antes de viajar a Los Ángeles, e incluso había revivido un sueño, aunque solo hubiera sido por un día. Y en esos momentos en que la jornada tocaba a su fin, no podía quejarse de nada. De nada en absoluto.

Capítulo 8

PARA cuando llegaron a casa, Josie ya se había quedado dormida en el asiento trasero. Luke la subió al dormitorio y la acostó delicadamente en la cama.

– Bueno -anunció Pippa, bostezando-, creo que tomaré un té y después yo también me iré directamente a la cama.

– Todavía no -le pidió Luke, deslizando las manos en torno a su cintura e intentando besarla.

– No, Luke -se resistió, apoyando una mano contra su pecho.

– ¿Qué pasa?

– El día de hoy ha sido maravilloso, pero estábamos de vacaciones y…

– Bueno, todavía lo estamos, ¿no?

Le acarició los labios con los suyos, y Pippa se sintió terriblemente tentada de ceder. Desde luego que había sido un día maravilloso: ¿por qué no habría de consentir que durara algunas horas más?

– Pippa, desde que llegaste nuestra relación ha sido un tanto… incómoda, y supongo que así debía ser. Pero hoy ha sido distinto. Algo ha sucedido entre nosotros.

– Algo ha sucedido entre el chico y la chica que hemos fingido ser, pero eso no cuenta realmente.

– Contaría si quisiéramos que contara – murmuró, acariciándole la frente con los labios-. ¿Es que tú no quieres?

– No, yo no.

– ¿Hablas en serio? -ya le estaba acariciando la mejilla, el cuello…

– No lo sé, pero tú no estás siendo justo. Por favor, Luke, suéltame. Ha sido emocionante, pero ahora tenemos que ser sensatos.

– ¿Sensatos? -susurró contra su boca-. ¿Nosotros?

– Sí, nosotros -respondió también en un murmullo. No pudo resistir la tentación de acariciarle delicadamente el cabello, mientras una voz interior le gritaba: «Anda, hazlo. Solo por esta vez» -. ¡No! -exclamó al fin, liberándose de pronto. Temblando, se volvió para mirarlo y contempló su expresión asombrada. Tuvo que hacer un enorme esfuerzo para no dejarse arrastrar por sus sentimientos-. Lo siento, Luke, pero… ¿acaso no te das cuenta de que ya es demasiado tarde? No podemos volver atrás en el tiempo. Fingimos por un día y fue maravilloso, pero ya ha terminado. Ahora estamos en la realidad.

– La realidad -Luke soltó una carcajada irónica-. ¡Cómo he odiado siempre esa palabra!

– Sí, yo también, a veces. Y esta es una de ellas.

– Entonces…

– Cariño, por favor. Todo es diferente. Yo soy diferente -Pippa esbozó una leve sonrisa-. He madurado y con el tiempo me he vuelto sensata. Y voy a seguir siéndolo.

– Ya. Perdona Pippa, me temo que he malinterpretado… muchas cosas. Tienes razón, por supuesto. No podemos hacer retroceder el reloj. Me he propasado. Olvídalo. Te prepararé ese té. Mi té inglés es famoso en el mundo entero…

Ya estaba sonriendo de nuevo, casi bromeando, después de haber dado aquel asunto por cerrado. Pippa le devolvió la sonrisa, y aquel momento peligroso pasó finalmente. Después de tomar el té, subió a su habitación. Afortunadamente Josie seguía dormida, de manera que pudo tumbarse sigilosamente en la cama, con el pecho oprimido por una inmensa tristeza y frustración. Habría sido una locura rendirse a Luke y a los deseos de su propio corazón, pero en el fondo, con la mirada perdida en la oscuridad, se arrepentía profundamente de no haberlo hecho.

Luke no se acostó en su cama. Hizo lo que solía hacer a menudo: tumbarse en el sofá y reflexionar. A veces le sorprendía allí el nuevo día, pensando sin cesar en algo que le había sucedido y que le había afectado de una manera especial. Le había alarmado y desconcertado a la vez descubrir que seguía deseando a Pippa con tanta o más intensidad que antes. «No hay nada tan muerto como un viejo amor», rezaba un antiguo adagio, pero en su caso no era verdad. Cuando en alguna ocasión había regresado al lecho de alguna antigua amante, se había tratado solamente de un ejercicio de nostalgia. Pero lo que sentía en aquellos momentos no era nostalgia, sino la aguda punzada del deseo. Ansiaba desesperadamente ir a buscar a Pippa a su habitación, desnudarla y hacerle el amor hasta que ambos quedaran extenuados. Y luego volver a hacerle el amor. Pero un hombre no podía permitirse pensar esas cosas de una mujer que lo había rechazado. Aquello era complicarse demasiado la vida.