Выбрать главу

– ¡Marcharse! -exclamó la madre, ofendida-. ¿Cómo se te ocurre sacar ese tema ahora?

– La verdad es que solamente vamos a estar una semana aquí -dijo Pippa-, y una semana pasa muy rápido.

Hubo una protesta general. Pippa consoló a todo el mundo lo mejor que pudo, pero a la primera oportunidad que se le presentó escapó a la cocina. Jadeaba y tenía la sensación de que estaba a punto de desmayarse. Minutos después Claudia fue a buscarla.

– ¿Te encuentras bien? -le preguntó, solícita.

– Sí. Es solo un leve ataque de asma, que me da de vez en cuando. Me temo que tiene algo que ver con la contaminación de Los Ángeles. Venga -sonrió Pippa-, volvamos con los demás.

Aquella semana transcurrió para Pippa como una exhalación. Después de la noche del programa, el resto de los días se confundieron unos con otros, y solamente se destacaron en su memoria algunos momentos: Luke atendiendo su página Web bombardeada de mensajes de felicitación, o Josie visitando nuevamente Disneylandia con sus abuelos. Esa mañana de la visita a Disneylandia Pippa se había quedado descansando en casa, y después Luke la había invitado a comer en uno de sus restaurantes. Se había mostrado muy amable con ella, pero Pippa había detectado en su comportamiento una extraña contención, y no pudo menos que deprimirse al adivinar el motivo: había aceptado su decisión, resignándose a dejarla marchar apenas con un leve arrepentimiento. Era con Josie con quien mantendría el contacto, a quien visitaría y a quien invitaría a visitarlo. Pero… ¿acaso no era eso lo que la propia Pippa había querido?

El otro momento que seguía vivo en su memoria fue cuando, una tarde, salió a la terraza para ver a Luke y a Josie en el agua, disfrutando del último baño del día. Se estaba ocultando el sol, que parecía derramar un torrente de oro sobre el mar y la arena, recortando sus dos siluetas a contraluz. Allí estaban los dos, chapoteando, riendo, jugando. Pensó que esa era precisamente la relación ideal que deberían compartir un padre y una hija, y durante los años siguientes…

Pero se quedó helada al pensar en los años siguientes… que ella probablemente no llegaría a vivir. Y con una apasionada intensidad que resultaba casi dolorosa, ansió poder compartir aquel futuro con ellos. Quería poder ver la expresión de orgullo de Luke cuando su hija se graduara en la universidad. Quería poder ver su emoción cuando la condujera del brazo hacia el altar, el día de su boda. Y también quería poder ser testigo de sus alegrías: Luke en la puerta de la maternidad, murmurando: «Soy abuelo. ¡No me puede hacer esto a mí!».

Sí, todo eso llegaría a suceder. En todas las grandes ocasiones de la vida de Josie, Luke estaría presente. Pippa se aseguraría de eso.

Así transcurrieron los dos últimos días, el último día, las últimas horas pasadas en la playa con la familia de Luke. Nadie quería qué se marcharan. Pippa no recordaba haberse sentido nunca tan rodeada de afecto y de ternura. Varias veces llegó a sorprender una expresión de asombro en los ojos de Josie, y una vez la niña le preguntó:

– Mami, ¿papá y tú vais a volver juntos?

– No, cariño.

– Pero os queréis.

– Nos queremos, pero solo como amigos.

– Pero…

– Cariño, no insistas, por favor. Y no le digas nada a papá. Algún día lo comprenderás.

Aquella breve conversación había afectado a Pippa más de lo que le habría gustado admitir. Sabía que, a partir de entonces y sucediera lo que sucediera, podía estar segura de que Luke insistiría en ejercer de padre de Josie. Pero, en cuanto a lo demás, nada había salido conforme al plan trazado. Había querido recuperar su amistad con Luke, pero no acabar enamorándose de él. ¡Qué poco realista había sido! Después de todo aquel tiempo, seguía sin poder acercarse a él sin que el corazón le latiera a toda velocidad, algo que debería haber previsto.

Había estado a punto de enamorarse de Luke. Pero solo a punto. Todavía disponía de tiempo para recuperarse y establecer una conveniente distancia entre los dos. Lo que más la molestaba era que todavía no le había confesado el verdadero motivo de su visita. Siempre se había imaginado que la oportunidad se presentaría sola, y que solo entonces la aprovecharía. El problema era que esa oportunidad todavía no se había presentado, y aquel era ya el último día, los últimos momentos.

Todo el mundo las acompañó al aeropuerto. Claudia conducía el primer coche, con Luke, Pippa y Zak. Sus padres y Becky los seguían con Josie, todos entonando alegres canciones a pleno pulmón.

– Todavía tenéis tiempo de sobra -les dijo Luke, ya en la terminal, y miró a su hija-. ¿Te apetece un helado?

– Por favor, mami -le suplicó Josie a Pippa, y Zak le puso entonces una mano en el hombro.

– Vamos, uno pequeñito. Vente conmigo.

Una vez que por fin podía estar a solas con Luke, lamentaba que hubiera llegado ese momento.

– Bueno -exclamó con tono ligero -, pues ya está. Por fin nos vamos.

Luke la miró de una manera muy extraña, y de pronto la agarró del brazo:

– Ven conmigo -le dijo con decisión-. Tenemos que hablar -la llevó detrás de una esquina, donde los demás no pudieran verlos-. Todo esto es un error. No puedo consentirlo.

– Luke, ¿qué…?

– No puedes irte. No te dejaré. No, escucha… -la interrumpió antes de que pudiera pronunciar una sola palabra-. ¿Es que no te das cuenta de que todo esto es lo que sucedió antes, cuando yo me marché de Inglaterra? Y no debí haberme marchado. Estaba loco por ti y nunca debí haberme marchado de allí. Pippa, ¿no lo percibiste en aquel entonces? No puedo creer que no lo hicieras.

– Yo… tú… tú tomaste la decisión de marcharte. No estabas obligado a ello.

– Ya sé que fue decisión mía. Pero fue una decisión equivocada, para ambos. No te habría resultado muy difícil convencerme de que me quedara. Pero allí estabas tú, con esa actitud tan indiferente, tan mundana, gastándome bromas sobre lo de ponerme a flirtear con otras mujeres en el avión… No podía decirte cómo me sentía realmente. Habíamos vivido algo tan intenso y, de repente, te despedías de mí riéndote…

Pippa lo miraba asombrada, estupefacta.

– Nunca te he dicho esto -continuó él-, pero cuando caminaba hacia el avión de pronto me detuve en seco. Mis pies se negaban a avanzar. No quería subirme a aquel avión.

– ¿De verdad?

– Fue un error que yo me marchara en aquel entonces: el mismo error que vas a cometer al marcharte tú ahora. No te dejaré, Pippa. No tiene sentido discutir. ¡No! -se dio un golpe en la frente, como recriminándose por lo que acababa de decir-. No, lo estoy estropeando todo. Solo quiero que os quedéis una semana más, o dos, para que pueda convencerte. Sí, eso está mejor: convencer. Tenía que haber empezado así.

– Estás parloteando como un loco.

– Claro que sí. ¿Y sabes por qué? Porque si dejo de hablar, tú me darás una respuesta, y tengo miedo de esa respuesta. Solo dos semanas más, o tres…

– Pero…

– No puedes irte así. Es demasiado pronto. Josie no quiere irse. Quiere quedarse aquí y volver a visitar Disneylandia con mis padres. No quiero que te marches. Mis padres tampoco. Por favor, dime que tú tampoco lo quieres.

– Luke…

– No, espera un momento, no te apresures a darme una respuesta. Piensa bien en ello. Si te quedas un poquito más, dos semanas, o quizá un mes…

Pippa se sentía tan inmensamente feliz que era incapaz de pronunciar palabra. Aquello era lo que había soñado tantos años atrás: Luke suplicándole, rogándole que se quedara con él. Al fin había sucedido. Pero todo aquello era un error. Había sucedido demasiado tarde, y ella debía decirle lo que debería haberle dicho desde un principio.

– Luke, hay algo que yo…

– Solo una semana más, Pippa, y te juro que no te pediré nada más… bueno, quizá dos semanas. Tenemos tantas cosas que hablar, y no podemos hacerlo con la distancia que nos separa…