Выбрать главу

– No, no me entrometeré. Además, me marcho dentro de cinco minutos.

En un impulso, Claudia apoyó las manos en los hombros de Pippa y la besó en una mejilla. Pippa la abrazó por un instante, sonriendo. Y de repente se sintió llena de ánimo. Se lo contaría a Luke sin mayor demora.

Capítulo 9

CLAUDIA salió de la casa en seguida, después de hablar brevemente con Luke:

– Si no vuelvo para llevarte a casa, puedes regresar en cualquiera de los coches del garaje – se interrumpió para darle un cariñoso abrazo-. Adiós. No os molestéis en portaros bien.

– Descuida.

Luego, una vez que Claudia se hubo marchado, algo muy extraño sucedió. Cuando Luke y Pippa se volvieron para mirarse, les asaltó una repentina timidez, como si estuvieran inhibidos. A Pippa no la extrañaba su propio caso, ya que tenía algo trascendental que decirle. Pero Luke parecía estar avergonzado por algo…

Finalmente la intervención de Sonia salvó la situación al anunciarles que les había preparado un pequeño aperitivo, mientras terminaba de hacer la comida.

– Estupendo -exclamó Luke con evidente alivio-. Podemos tomarlo dentro de unos minutos en la piscina.

Al momento desapareció escaleras arriba, dejando a Pippa entre asombrada y confundida. Volvió a la habitación de Claudia y llamó a Inglaterra.

– ¡Hola, Mark! Sí, ya sé que ahora mismo debería estar en el avión, pero vamos a quedarnos aquí unos días más. Te llamo para que no vayáis a buscarnos al aeropuerto -de repente vio pasar una sombra por delante de la puerta entornada: era Luke, que ya se dirigía hacia la piscina.

– Pippa, tienes una operación muy importante programada para la semana que viene -comentó Mark, muy preocupado.

– Lo sé, pero podremos quedarnos aquí unos cuantos días más y regresar a tiempo. Llamaré a Frank y…

– No es necesario, está aquí mismo. Se disponía a salir para el aeropuerto conmigo. Será mejor que hables con él.

Pippa escuchó un murmullo de voces, y al momento siguiente Frank se puso al teléfono.

– Debes de haberte vuelto loca.

– Estoy perfectamente. Comprende que…

– Mira, no tiene ningún sentido que siga hablando contigo. Preferiría que me pasaras a Josie, si me haces el favor.

– No está aquí. Se ha quedado con los padres de Luke.

– Y supongo que tú te habrás quedado con él, claro. Te rompió el corazón una vez y no vacilará en volver a hacerlo, ¡pero a ti te da igual! ¡En la vida no te importa nada más que ese amiguito tuyo!-y colgó, furioso.

Pippa suspiró profundamente, compadeciendo a su tío. En muchos aspectos, sabía que él tenía razón. Debería ser fuerte y despedirse de una vez por todas de Luke. Pero la felicidad que la había poseído durante esos últimos días era tan dulce, y le quedaba tan poco tiempo para disfrutarla, que ningún poder sobre la tierra habría podido evitar que prorrogara su estancia allí. A continuación llamó a los padres de Luke. Zak le respondió, informándola de que se habían llevado a Josie al zoo. Le prometió que le diría a Josie que había llegado bien y que volvería a llamarla más tarde, cuando estuviera de regreso en casa.

Luego bajó a la piscina, con su bata de seda encima del traje de baño. Luke ya estaba en el agua. Sonia acababa de servir el aperitivo y las bebidas.

– Champán -le informó la mujer-. Son instrucciones de la señorita Claudia.

– La señorita Claudia no ha descuidado ningún detalle -murmuró Pippa con un leve dejo de ironía.

– Para el señor Luke es como su hermana mayor -le confió Sonia-. Siempre sabe lo que es bueno para él.

Le sirvió el champán en una elegante copa de tallo alto, se la tendió a Pippa y volvió a guardar la botella en el cubo con hielo. Pippa tomó un sorbo y lo saboreó, deleitada.

– Vamos -la llamó Luke desde el agua-. Está estupenda.

– Y el champán también -repuso.

Luke se acercó a su lado, nadando, alzó la cabeza hacia atrás y abrió la boca. Riendo a carcajadas, Pippa vertió en ella un buen chorro de champán.

– ¡Más, más!

Pippa volvió a llenar la copa, pero en esa ocasión se la vació sobre la cabeza.

– ¡Eh! -se quejó Luke, y desapareció bajo el agua.

Como transcurrieron varios segundos sin que volviera a salir, Pippa se inclinó hacia la piscina, pero Luke apareció de inmediato y, agarrándola de un tobillo, la arrastró consigo al agua. Pippa se encontró entonces aprisionada contra su torso desnudo, sintiendo la tibieza de su piel a pesar del frescor del agua, muy consciente de pronto de su propia desnudez.

– Suéltame ahora mismo -le exigió, sin aliento.

Para su sorpresa Luke la obedeció y en seguida Pippa se arrepintió de ello. Era como si la huella de las manos de Luke se hubiera quedado grabada a fuego en su cintura: la sensación de su cuerpo contra el de él seguía estando presente. Pero ya no la estaba tocando; ni siquiera estaba cerca. Se encontraba al otro extremo de la enorme piscina, como si nada hubiera pasado.

Nadó lentamente, atravesando la piscina a lo ancho en vez de aventurarse a hacer un largo. Se sentía muy bien, pero también sabía lo muy rápidamente que podía desaparecer aquella sensación. Finalmente salieron del agua al mismo tiempo y se secaron. Luke le sostuvo la bata para que se la pusiera.

– Es muy bonita -comentó-. No la había visto antes.

– Me la regaló Claudia, pero todavía no sé si aceptarla. Es una preciosidad.

– ¿Por qué no habrías de llevar tú lo mejor? -le dio un leve beso en la mejilla y se recostó en una tumbona-. Comamos. Esto tiene muy buen aspecto.

El aperitivo consistía en unos sabrosos canapés de carne, pescado y ensalada, una especialidad de Sonia.

– Pippa, tenemos que hablar -le dijo al fin Luke.

– ¿Sobre qué?

– Sobre algo de lo que debimos hablar hace días. Supongo que me faltó valor para hacerlo. Y a ti también, quizá.

– ¿A mí… también?

– Sí, a ti también te faltó valor. Porque hay algo que debiste haberme contado desde el principio, en vez de dejar que yo me equivocara, me imaginara que nosotros…

Se interrumpió de repente y, en el silencio que siguió, Pippa se quedó horrorizada. Luke había adivinado la verdad sobre su enfermedad. ¿Qué más podía decir?

– Luke, por favor, no me culpes de…

– Yo no te culpo. Sé que algunas cosas son difíciles de contar. Lo que pasa es que siempre has sido una persona tan sincera que… Bueno, siempre has optado por decir la verdad sin que te importaran las consecuencias.

– Quizá haya aprendido un poco de tacto – se apresuró a señalar ella-. En beneficio de las personas a las que quiero.

– Ojalá supiera yo a quién incluyes en esa lista.

– Bueno… Josie sobre todo. Comprenderás que tenga que anteponer su bienestar…

– Por supuesto -Luke pareció decepcionado-. Es solo que… ¿te importaría decirme si es demasiado tarde?

«¡Oh, Dios mío! ¡Lo sabe!», exclamó Pippa en silencio.

– No puedo asegurarte si es demasiado tarde o si no lo es -pronunció lentamente-. ¿Cómo puedo saberlo mientras no vuelva a Londres?

– Y lo veas, claro.

– ¿Qué?

– A Mark. Ese es su nombre, ¿no? Lo llamaste desde tu habitación…

– Sí, Había quedado en que iría a recogernos al aeropuerto. Yo le dije que no lo hiciera.

– Estuviste hablando mucho rato por teléfono con él.

– También llamé a Josie, pero estaba en el zoo -explicó Pippa. No podía mencionar a Frank.

– ¿Es un tipo de fiar, ese Mark?

– Es estupendo.

– ¿Un buen amigo?

– El mejor.

– Y también guapo.

– Mucho. En la casa de huéspedes le llamamos «Adonis».

– ¡Oh, vaya! ¿Quieres más champán para que brindemos por él?

– Luke, ¿qué te pasa? -las sospechas que la asaltaban eran demasiado inverosímiles-. ¿Y cómo sabías que es guapo?