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– Josie me enseñó algunas fotos. Había una muy bonita en la que aparecíais los dos juntos en un descapotable. Josie me dijo que te llevaba a pasear con frecuencia en su coche -desvió la mirada hacia la piscina.

– Luke, ¿era de esto de lo que estabas hablando todo el tiempo? ¿De mi relación con Mark?

– Por supuesto. ¿De qué si no?

Pippa se dio cuenta de que había sido un malentendido. Después de todo, Luke no había descubierto su secreto. Todavía podía decírselo a su manera. Y la sospecha se convertía en realidad: Luke estaba celoso.

– Así que sumaste dos más dos y… ¿qué es lo que sacaste?

– No lo sé -murmuró, malhumorado-. Dímelo tú. Quiero decir que… Mira, me parece justo. Supongo que tenía que haber alguien… y tú intentaste darme una pista con toda aquella charla acerca de que las cosas habían cambiado entre nosotros. Eso es lo que querías decir, ¿no? Lo de ese tipo, Mark, con sus descapotables y su aspecto de Adonis. ¿Por qué te ríes? ¿Qué es lo que te hace tanta gracia?

– Tú -continuó riendo ella-. Que le des tanta importancia a Mark.

– ¿Y no la tiene?

– No tanta. Mark es solo un amigo.

– ¿No era eso lo que estabas intentando decirme la otra noche?

– No, no era eso, Pero, Luke, quiero hablarte de algo completamente diferente…

Pero Luke ya no la escuchaba. En aquel instante dio rienda suelta a su alivio levantándose gritando a pleno pulmón:

– ¡Yahooo!

Pippa sabía que debía mantenerse firme e insistir en contárselo todo de inmediato, pero como en la otra ocasión, el descubrimiento de que había sentido celos por ella la inundó de felicidad. Ya se lo contaría al día siguiente.

– ¿No estás enamorada de Mark? -le preguntó Luke, a voz en grito.

– No, claro que no.

– ¡Yahooo!

Pippa tuvo que taparse los oídos, riendo, pero de repente él dejó de gritar para preguntarle:

– ¿Qué pensabas tú que quería decirte?

– ¿Cómo?

– Dijiste que yo no debía culparte. ¿Culparte de qué? Y también que no sabías si era demasiado tarde o no. ¿Qué te imaginabas que estaba yo pensando?

– Oh, no me imaginaba nada -mintió-. Te seguí la corriente, simplemente, porque sí.

– Pero debías de estar pensando en algo cuando me dijiste que…

De repente Pippa tuvo una idea.

– ¿Qué? -le preguntó, inclinándose hacia él-. No te oigo.

– He dicho que… ¡aaaayyy!

El último sonido que emitió fue un grito que se convirtió en carcajada, cuando Pippa cayó «accidentalmente» al agua arrastrándolo consigo. Los dos volvieron a salir a la superficie, riendo. Pippa se volvió y nadó alejándose de él, hacia los escalones del otro extremo de la piscina. Ya los estaba subiendo cuando resbaló con uno de ellos, cayendo sobre una rodilla.

– ¡Cariño! – Luke la sujetó a tiempo de evitar un daño mayor -. ¿Te encuentras bien?

– Sí… no es nada. Es solo un golpe en la rodilla. Ayúdame a sentarme.

Luke la sentó en la tumbona, después de envolverla tiernamente en la bata de seda, y le dio un suave masaje en la rodilla lesionada. Para entonces Pippa comprobó aliviada que ya se había olvidado de lo que quería preguntarle. Sabía que estaba sucumbiendo a un ataque de feliz locura. Era un error, y la hora de la verdad no tardaría en llegar, pero de momento aprovecharía lo que le ofrecía la vida y ya pagaría más tarde el precio. Apenas unos días atrás había sido una criatura triste, enfrentada a la perspectiva de no volver a ver a Luke nunca más. Y de repente toda aquella tristeza había desaparecido. Después de aquellos días tan maravillosos, cuando el reloj marcara las doce, Cenicienta ya no tendría motivo para quejarse de nada.

– ¿Qué te pasa? -le preguntó Luke.

– ¿Qué?

– Has suspirado.

– ¿Ah, sí? No me he dado cuenta.

– Déjame servirte un poco más de champán. Luego podrás decirme qué es lo que te apetece hacer durante el resto del día.

– Bueno, primero me beberé el champán, y luego… -se desperezó, bostezando -… luego dejaré que me sirvas más champán.

– Sí, madame.

– Después de eso creo que me echaré una siesta. Ha sido una semana agotadora y, ahora que dispongo de tiempo libre, me gustaría aprovecharlo. Cuando me despierte, tomaré un largo y relajante baño caliente.

– Para entonces la cena ya estará lista.

– Eh, ¿qué estás haciendo? -le preguntó cuando él la alzó de repente en vilo.

– Cargarte en brazos, para que no tengas que apoyarte en ese pie y forzar la rodilla.

– Ah, claro.

De camino hacia la casa Luke le dijo algo en español a Sonia, que se retiró de inmediato. Cuando llegaron a lo alto de las escaleras ya estaba en la habitación de Pippa, preparando la cama.

– Creo que voy a dormir bastante -comentó Pippa, una vez que Sonia ya se había marchado.

– ¿Puedo quedarme?

– No -respondió con tono firme.

Sonriendo, Luke la ayudó a quitarse la bata de seda. No sabía por qué, pero a Pippa volvió a asaltarla aquella punzada de resentimiento que había sentido en el aeropuerto. Parecía tan confiado y seguro de sí mismo…

– Adiós, Luke.

– No puedes hablar en serio -volvió a sonreír y la besó en la punta de la nariz-. ¡Piensa en lo bien que podría ayudarte a dormir!

– Si te propinara un buen puñetazo, tú serías el único que dormiría bien… durante veinticuatro horas seguidas -se burló -. Largo.

– De acuerdo -rió-. Que duermas bien, cariño -y salió de la habitación.

Pippa se acostó felizmente en la cama de Claudia, preguntándose por el origen de su propia reacción. Apenas hacía una media hora que se había sentido inmensamente contenta de estar con Luke, feliz en su compañía. Pero él lo sabía y se había confiado demasiado. ¿Y por qué no habría debido hacerlo? Nadie le había dado nunca a Luke un «no» por respuesta.

«Pero tú lo has hecho», le recordó una voz interior. «Desde que llegaste a Los Ángeles hace una semana, Luke te ha dejado saber de diferentes maneras que todavía te desea, y tú no has hecho más que rechazarlo».

Y sin embargo él la había «secuestrado» para llevarla a la casa de Claudia; incluso lo había reconocido. Las cosas sucedían siempre cuando a él le convenían. Se había quedado algo desconcertado con lo de Mark, pero solo por un instante. Realmente no creía que algo pudiera salirle mal en la vida. Y en esos momentos, esperaba seducirla. «Te seducirá con exquisita ternura, delicada y sutilmente, asegurándote que le importa tanto tu placer como el suyo propio. Eso es lo que le convierte en un ser tan peligrosamente encantador. Pero al final siempre se sale con la suya». Cada vez se sentía más confundida: ya no podía seguir con aquel rumbo de pensamientos. Acallando aquella voz interior, al fin se quedó dormida.

La despertó el sonido del agua corriendo en el cuarto de baño. Sonia, que le había preparado la bañera, asomó la cabeza por la puerta y la ayudó a levantarse, poniéndole la bata de seda. Minutos después se hundía en el agua perfumada, sintiendo cómo se desvanecían todas sus preocupaciones. Para alivio suyo, aquella voz interior que antes tanto la había molestado permanecía callada.

Más tarde se puso un precioso vestido de noche color verde que había llevado consigo. Luke quedó absolutamente encantado al verla. Pippa pudo verlo en sus ojos mientras descendía por las escaleras, dirigiéndose a su encuentro. Con la mirada parecía pagarle un silencioso tributo. «Porque piensa que todo será muy fácil», volvió a molestarla aquella voz interior. Pero decidió dejarla de lado para disfrutar de la velada.

Ya había anochecido y cenaron a la luz de las velas. La comida de Sonia era perfecta. El vino perfecto. Todo era perfecto. «Demasiado perfecto», otra vez esa voz. No podía acallarla porque formaba parte de su propia mente, lo poco que le quedaba de sentido común.