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– Adoro a nuestra hija -le comentó en aquel instante Luke, mientras volvía a llenarle la copa-. Pero si me preguntaras si me importa que esta noche no esté aquí, con nosotros… -alzó una mano-, no podría mentirte. Me alegro de poder estar a solas contigo.

– Yo también -admitió Pippa, y tomó una cucharada del exquisito postre que había preparado Sonia: helado con crema, cubierto de una salsa elaborada con vino.

– Es delicioso, ¿verdad? Constantemente la pregunto por la receta, pero ella se niega a revelármela. Toma un poco de mi postre, si quieres. Es algo diferente del tuyo.

Después de intercambiar unas cucharadas, Pippa le preguntó:

– ¿Por qué me miras así?

– Solo estaba pensando en lo hermosa que estás a la luz de las velas.

Luke no dejaba de admirarse del cambio que había experimentado Pippa durante aquellos últimos años: la encantadora jovencita se había convertido en una mujer de deslumbrante belleza. Ansiaba hacer al amor con ella. Hacía tan solo un instante, cuando se rozaron las manos mientras intercambiaban las cucharas, había sentido una especie de descarga eléctrica que lo sacudió por entero. Había tenido que aspirar profundamente varias veces para relajarse. Aquello no era nada fácil. Tenían una niña de diez años, por el amor de Dios, y estaba temblando como un adolescente en su primera cita…

– Salgamos a contemplar la luna -le propuso, tomándola de la mano y guiándola a la terraza.

Al aspirar su perfume, mientras la luz de las velas bailaba en sus hombros desnudos, la tentación se hizo absolutamente irresistible. De repente se llevó su mano a los labios, trazando un ardiente sendero de besos por su piel.

– Luke…

– Mi dulce Pippa -susurró-. Bésame, amor mío.

Al momento la atrajo hacia sí, abrazándola apasionadamente. Y ella se quedó helada, paralizada. No podía evitarlo.

– ¿Qué te pasa? -murmuró él contra sus labios-. Bésame.

– Luke… suéltame.

– Querida -la soltó, pero no se apartó del todo-, ¿qué te sucede? Esta tarde estabas de un humor excelente.

– ¿Ah, sí?

– Sí, y yo tenía la sensación de que todo entre nosotros volvía a ser perfecto.

– Todo nunca ha sido perfecto entre nosotros, Luke -le dijo con un tono de voz peligrosamente tranquilo.

– ¿Qué quieres decir? -inquirió alarmado, sin comprender.

Aquella sincera incomprensión fue como la chispa que hizo estallar su furia. De repente volvió a ser la joven y belicosa Pippa de antaño, que tan pronto amaba con pasión a un hombre como lo odiaba a muerte. Se liberó bruscamente de su abrazo.

– Quiero decir que… bueno, supongo que quiero referirme a todas aquellas cosas que me dijiste hoy en el aeropuerto. Todo eso de que no nos podíamos comunicar a distancia. Si así fue, fue porque así lo quisiste tú. Ahora ya has decidido otra cosa y en lugar de hacer lo que tenía planeado, he acabado aquí, contigo.

– Pero querida, no podías abandonarme así…

– ¡Tú me abandonaste a mí!

Ya estaba. Lo había dicho, al cabo de once años. Luke la miró fijamente, como si estuviera hablando otro idioma.

– Solo porque tú me lo permitiste -dijo al fin.

– ¿Que yo qué? Yo no te permití nada. Lo quisiste tú sólito.

– Pudiste haberme detenido con una sola palabra, simplemente si te hubieras quedado allí cinco minutos más. Ya te dije que de repente me detuve, como si no pudiera subir a aquel avión. Lo que no te dije es que desanduve el camino para volver a la sala de espera. Estaba tan convencido de que te encontraría allí… Pero no. Te marchaste rápidamente nada más perderme de vista. Desaparecí de tu vista y me olvidaste en seguida, ¿verdad?

Pippa lo miraba estupefacta. Aquello no podía ser cierto, porque si lo era no podría soportarlo.

– No -pronunció-. No me lo creo.

– Vamos, ya sabes que nunca he sido un mentiroso. Cuando volví a la sala, no te vi.

– Es cierto que no estaba allí. ¿Y sabes por qué? Porque desde el principio me habías dejado muy claro que la nuestra era una relación corta, provisional. Desde el principio fuiste sincero conmigo. Me lo explicaste todo de manera que no pudiera quejarme, claro, porque siempre has sido condenadamente sincero… Así que no me quejé. Lo hice todo tal y como tú querías, como habría hecho cualquier mujer en mi lugar. Sonreí y no te dije que el corazón se me estaba partiendo al perderte, con mayor motivo dado lo contento que estabas de marcharte…

– Yo no estaba…

– ¡Cállate! Aunque solo sea por una vez, voy a decirte lo que pienso y siento sobre algo. Esta vez no voy a fingir, temerosa de que te alejes de mi lado si te digo la verdad. He pasado mucho tiempo amándote según tus condiciones sin recibir nada a cambio, y ya estoy harta. Tú no querías lazos ni compromisos, así que yo no te creé ninguno, y eso te vino muy bien. ¿Pero dónde me dejaba eso a mí? En la posición de terminar criando sola a nuestra hija en una casa de huéspedes -se interrumpió por un momento, respirando aceleradamente-. Oh, sí, fuiste muy generoso con el dinero y te mantenías en contacto con nosotras. Intenté convencerme a mí misma de lo afortunada que era, porque otros hombres no habrían pagado un solo céntimo o habrían fingido que la niña no era suya. Y por culpa de ese dinero no me daba cuenta de lo egoísta que eras. Porque eres un hombre muy generoso, pero solo en lo que al dinero se refiere: cuando alguien te pide que des una parte de ti mismo, no quieres saber nada del asunto… Y esos encantadores e-mails que intercambiabas con Josie… Cualquiera puede ser encantador a distancia. Nueve mil kilómetros y apagabas la máquina cuando te convenía.

Para entonces Luke había dejado incluso de replicar. El mundo se estaba derrumbando a su alrededor, pero eso no importaba. Lo que importaba era que Pippa estaba angustiada, y por culpa suya. Jadeaba ostensiblemente, como si hubiera acabado de correr una maratón, y sus palabras parecían atropellarse unas con otras. Vio que se pasaba una mano por la cara, húmeda de sudor. Le temblaban los labios mientras intentaba contener desesperadamente la emoción.

– Oh, olvídalo -dijo al fin, agotada.

– No, yo creo que deberías contarme el resto de lo que tienes que decirme, sea lo que sea. Supongo que todavía quedarán cosas que has estado años esperando a decirme.

– Sí, bueno, creía que quería decírtelas, pero la ocasión ha pasado. ¿Qué sentido tendría hacerlo ahora?

Luke se sirvió una copa de brandy y le ofreció otra. Pippa se la bebió de un solo trago.

– Dilo -insistió él.

– Muy bien. Tú te conectabas con tu hija mediante una máquina, pero yo no. Estaba allí las veinticuatro horas del día, porque eso es lo que significa ser madre. Es estar a las duras y a las maduras. Significa pasar noches en vela, cuidándola. Significa no poder salir con tus amigos porque ella te necesita, pensar siempre en ella primero. Significa algo, en suma, que tú ignoras por completo. No se trata simplemente de hacerle regalos y que ella te diga lo maravilloso que eres. Algunas veces te dice que eres horrible porque le has negado algo que quería desesperadamente. Y se pasa muy mal cuando te dicen que eres horrible.

– Creo que eso es algo que estoy empezando a experimentar.

– No, tú no eres horrible. Eres egoísta e inmaduro y tienes suficiente encanto para hacer que la gente te deje siempre salirte con la tuya, así que ignoras por completo lo que es la vida real. Pero no eres horrible. Es precisamente por eso por lo que nunca te había dicho esto antes. Y debí haberlo hecho.

– ¿Por qué no lo hiciste entonces?

– Porque era joven y tonta, y estaba desesperadamente enamorada de ti. Ansiaba casarme contigo, pero sabía que esa palabra era tabú para ti. Por eso no te pedí que me acompañaras a la boda de Frank y Elly. Tenía miedo de perderte, y era demasiado ignorante para preguntarme a mí misma si realmente me merecía la pena mantener una relación con un hombre como tú.