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– ¡Gracias! -exclamó Luke, verdaderamente molesto.

– Un tipo que solo estaba interesado en conseguir lo que quería y siempre según sus términos no merecía el desengaño que me llevé. Y pude haberme ahorrado mucho dolor si me hubiera dado cuenta antes de ello.

– Dios mío, no sé cómo hemos podido llegar a esto -dijo Luke, pasándose una mano por el pelo -. Hace unos momentos todo marchaba tan bien…

– No, todo no marchaba bien, al menos para mí. Yo intenté creer que sí, pero no. Lo cierto es que nada me ha ido bien durante estos últimos once años.

– ¿Te has sentido así durante todos estos años? -le preguntó Luke, consternado.

– Te sorprende, ¿verdad?

– Pero yo creía que habías superado lo nuestro.

– Creías lo que tú querías creer. ¿Te molestaste alguna vez en visitarme en Inglaterra para saber cómo me las estaba arreglando?

– Pudiste haberme llamado o escrito… – vio que en aquel instante lo fulminaba con la mirada, y se apresuró a retractarse-: No, no, olvida lo que acabo de decir.

– Por tu bien será mejor que lo haga. Sí, lo olvidaré, tal y como tú te olvidaste de mí, hasta ahora que te ha convenido volver a acordarte, y supuestamente por eso debo lanzarme a tus brazos. Pero he cambiado. Ahora tengo una hija y el hecho de criarla me ha hecho madurar.

– Pippa, por favor, ¿no podemos hablar de esto con más tranquilidad?

– No quiero hablar de esto con tranquilidad. Quiero gritar y chillar porque quizá solamente así comprendas lo que hiciste. Puedo soportar que te olvidaras de mí. Lo que no puedo perdonarte es que te olvidaras de Josie y pensaras al mismo tiempo que estabas ejerciendo de padre modelo, a distancia, enviándole e-mails y regalos y creyendo que… ¡Dios mío! Realmente creías que con eso bastaba, que era suficiente. No la habría traído si no hubiera sentido la necesidad de hacerlo cuando ya casi es demasiado tarde para mí, y si tú hubieras sido un padre medio decente no habría tenido ninguna necesidad de hacerlo.

Luke había palidecido terriblemente.

– Supongo que ahora debería alegrarme de que me hayas dicho todo esto. Piensa en la cantidad de tiempo que nos hemos ahorrado. Me he estado engañando a mí mismo. Lo siento. Sabía que había cometido errores en el pasado, pero suponía que tenía una oportunidad de arreglar nuestra relación.

– ¡Pues ya es demasiado tarde! -gritó Pippa-. Llegas con años de retraso. ¿Cómo te atreves a hacerme esto ahora? Vete al diablo, Luke. Ojalá nunca te hubiera conocido.

Capítulo 10

TUMBADA en la cama aquella noche, despierta en la oscuridad, Pippa sentía ganas de sollozar de pura frustración. ¿Por qué se había permitido ceder a aquel ataque de furia y terminar estropeando algo que habría podido ser tan hermoso? Lo único que tenía que haber hecho era quedarse callada. ¿Pero cuándo había sido capaz de hacer algo tan simple como eso?

Hasta entonces todo había sido tan perfecto… Luke había sentido celos, le había abierto los brazos y el corazón. Y ella había descargado en él toda su rabia, una rabia que había ido acumulando sin cesar durante años. Ahora se daba cuenta de ello. En realidad había hecho lo que tenía que hacer. Se levantó del lecho y se acercó a la ventana, desde la que se veía la piscina. ¡Qué invitadora estaba el agua a la luz de la luna! ¡Qué agradable sería sentir aquel frescor en su piel enfebrecida! De inmediato se puso la bata y salió sigilosamente al pasillo, deteniéndose brevemente frente a la puerta de la habitación del otro lado. La abrió con cuidado. Luke roncaba suavemente, como un león satisfecho. Procurando no hacer el menor ruido, volvió a cerrar la puerta y bajó las escaleras.

Se detuvo al borde de la piscina, alzando la mirada por un momento a las oscuras ventanas de la casa. Nadie sería testigo de su atrevimiento. Todavía con la bata, se sentó con los pies en el agua. Finalmente se zambulló, completamente desnuda. La súbita sensación de libertad fue algo maravilloso.

Luke se sentó de repente en la cama. En lo más profundo de su conciencia había creído reconocer el sonido de una puerta al cerrarse. Se levantó esperanzado para abrirla: no había nadie al otro lado. «Y bien, ¿qué habías esperado, idiota?», se preguntó. Después del sermón que le había echado Pippa, ¿acaso había esperado que fuera a buscarlo a su habitación?

Se quedó inmóvil, escuchando, pero el único sonido que se oía era el leve rumor de la brisa, y el lejano eco de un chapuzón procedente de la piscina… ¿De la piscina? Apartó las cortinas de la ventana del pasillo y contempló maravillado la escena que estaba teniendo lugar allá bajo: una maravillosa sirena disfrutando de un baño nocturno. Bajó las escaleras en seguida, con una toalla anudada a la cintura. Pippa no descubrió su presencia. Una vez en la piscina, se despojó de la toalla y avanzó hacia el trampolín, deteniéndose en el borde. Un ligero crujido de la madera la alertó, y pudo volverse justo a tiempo de ver a Luke, tan desnudo como ella, saltando al agua.

Se reunió con ella, pero no intentó tocarla, sino que nadó silenciosamente a su lado. En aquel instante Pippa apenas podía creer que se encontrara enferma: se sentía más fuerte y vigorosa de lo que se había sentido en años. Estuvieron nadando juntos durante un rato, y cuando llegaron a la parte menos profunda de la piscina, se incorporaron a la vez y Luke la tomó de una mano, mirándola a los ojos. Ella lo miró a su vez.

Habían llegado al final de una jornada difícil y extenuante. ¿Qué harían a partir de entonces? El rostro de Luke estaba en sombras, pero, de alguna forma, Pippa intuyó que él se estaba haciendo la misma pregunta, y que todo dependía de su respuesta. Alzó la cabeza hacia atrás y se acercó a él, expectante. Sin soltarle la mano, Luke se inclinó para acariciarle los labios con los suyos. Estuvieron durante un buen rato abrazados, inmóviles, sus cuerpos desnudos brillando a la luz de la luna.

– Vuelve conmigo -susurró Luke-. Por favor, vuelve conmigo.

Pippa pensó que aquel habría podido ser un buen momento para disculparse por sus amargas palabras, pero su sentido de la prudencia le recomendaba no decir nada y se limitó a apoyar la cabeza sobre su hombro.

– Vamos dentro -le dijo él, ayudándola a ponerse la bata-. Vas a agarrar un resfriado aquí fuera.

Una vez en el piso superior, Luke fue a buscar unas toallas al cuarto de baño y se las llevó a su habitación.

– Después de todo lo que ha pasado, ¿quieres marcharte? -le preguntó con tono suave.

– No.

– ¿Estás segura? Te llevaré a casa si quieres. Me equivoqué. Todo lo que me dijiste es verdad, pero yo pensaba que podría arreglarlo. Supongo que pequé de soberbio y engreído.

– Luke, calla -le puso delicadamente un dedo sobre la boca. Él le tomó la mano y le acarició el dorso con los labios.

– Lo siento. Yo realicé mi sueño, pero tú no tuviste ninguna oportunidad de realizar el tuyo, porque te dejé sola con todas las cargas y responsabilidades… Dime una cosa: ¿hablabas en serio cuando me dijiste que te arrepentías de haberme conocido?

– No.

– Claro que no, por Josie, pero…

– No solo por Josie. Jamás renunciaría a lo que vivimos tú y yo. Fue tan hermoso…

– Fue la vivencia más preciosa que tuve jamás -le confesó Luke-. Y cuando descubrí que me había vuelto a enamorar de ti, o que todavía te amaba, pensé que… -hizo un gesto de frustración-. Maldita sea, siempre puedo encontrar las palabras adecuadas cuando no significan nada -alzó la mirada hacia ella-. Pero contigo, no.

Pippa le apartó delicadamente el cabello de los ojos, mirándolo con adoración.

– ¿Era verdad eso que me dijiste… -le preguntó- de que te habías dado media vuelta en el aeropuerto para volver a buscarme?

– Sí. No podía creer que finalmente fueras a dejarme marchar, pero lo hiciste. Así que volví. Me costó, pero tú eras más importante que mi orgullo. Fue entonces cuando no te vi por ninguna parte.