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Mientras subía en el ascensor, pudo tomar plena conciencia de que se dirigía hacia lo desconocido. Alguien habría puesto a Josie al tanto de la situación, quizá incluso el propio Frank. Se preguntó si su hija lo odiaría. El podría soportar esa carga, ya que se lo tenía bien merecido. Pero cuando pensaba en lo que eso podría significar para Josie, el mundo parecía tornarse todavía más sombrío y ominoso.

Tan pronto como salió del ascensor, comprendió lo que había querido decirle la recepcionista. Un nutrido grupo se apelotonaba en los pasillos. Luke llegó a contar hasta siete antes de identificar a Frank, a Elly ya…

– ¡Josie!

– ¡Papi! -el grito de la pequeña cortó el aire, y al momento siguiente se soltó de la mano de Frank para correr por el pasillo hacia los brazos de Luke-. Sabía que vendrías -exclamó-, aunque el tío Frank decía que no. Me dijo que habías sido muy malo con mami y que habías contribuido a que se pusiera enferma y que nunca la habías querido de verdad y que…

Los ojos de Luke se encontraron con los de Frank por encima de la cabeza de Josie.

– Le has dicho muchas cosas, Frank – pronunció fríamente -. Y no tenías ningún derecho a decírselas.

– Y tú no tienes ningún derecho a estar aquí -repuso Frank, tenso-. ¿Cómo te atreves a aparecer así, inquietando a la niña…?

– Me parece a mí que habría estado mucho más inquieta si yo no hubiera aparecido.

– Tú no pintas nada aquí. Si Pippa te hubiera querido, se habría quedado contigo.

– Ya hablaremos de eso en otra ocasión -le dijo Luke, lanzándole una mirada de advertencia-. Por el momento, me gustaría saber cómo se encuentra.

– La están operando -lo informó Elly, reuniéndose con ellos -. Se supone que ya tendrían que acabar pronto.

Los demás se acercaron para presentarse. Estaba el habitual grupo de huéspedes de la pensión: Harry, Jake, Davina y otros nombres que Luke no pudo retener. Lo miraron con expresión de condena, pero también con una gran curiosidad. Josie le tiró de la mano para hacerlo sentarse a su lado.

– Papi, ¿por qué mami se marchó así? ¿Fuiste realmente tan malo con ella?

– Díselo todo, si es que te atreves -se burló Frank.

– Claro que me atrevo. Sí, cariño, mami y yo tuvimos una discusión y todo fue culpa mía -explicó, estremecido-. Sí, culpa mía. He venido a pedirle que me perdone.

– ¿Pero por qué? ¿Qué es lo que le hiciste?

– Cuando descubrí que estaba enferma, no comprendí por qué no me lo había dicho antes. La culpé por eso.

– Yo también -los ojos de Josie se llenaron de lágrimas-. Oh, papi, me enfadé con ella en el avión. No quería hacerlo, pero no pude evitarlo. Y cuando aterrizamos ella se desmayó, y todo por mi culpa… -estalló en sollozos.

– No es culpa tuya, cariño -la estrechó en sus brazos-. Si hay alguien aquí que tiene la culpa de algo, soy yo. Mami debería habérnoslo dicho a los dos pero, ya lo ves, es una persona muy fuerte. Tiende a soportar lo malo ella sola, para que los demás podamos ser felices… -le tembló la voz-. Luego, cuando descubres que ha estado soportando todas esas cosas sola, te duele que no haya podido compartir ese dolor contigo. Pero tienes que comprender… tienes que comprender… que ella no… -se interrumpió. Intentó disimular la desesperación que sentía frente a la niña, pero no pudo hacerlo, y bajó la cabeza para apoyarla contra la suya.

No se movieron después de aquello. Y tampoco lo hizo la gente que rodeaba al padre y a la hija, inmersos en su mundo de dolor, tan necesitados el uno de la otra. Nadie supo cuántas horas pasaron hasta que se abrieron las puertas del fondo del pasillo dando paso a una cama con ruedas, en la que estaba tendida Pippa, flanqueada por un médico y dos enfermeras. Todo el mundo se levantó como un resorte para observar cómo la pequeña procesión pasaba de largo para internarse en la habitación del otro lado. Luke alcanzó a vislumbrar el rostro de Pippa por un instante, y sintió que la mano de su hija buscaba la suya.

– No está tan fuerte como a mí me habría gustado que estuviera, pero está aguantando – los informó el médico-. Las siguientes horas serán decisivas.

– ¿Pero vivirá? -inquirió Frank-. ¿Puede asegurárnoslo?

– Es muy pronto para hacer promesas.

– Quiero ver a mami -exigió Josie.

– Dentro de unos minutos podrás verla -le respondió el médico-, cuando hayamos terminado de instalarla en la habitación. Pero solo tú y otra persona más, el pariente más cercano…

– Yo soy el pariente más cercano -afirmó Frank-, dado que no está casada.

Luke se estremeció de furia, pero no dijo nada, porque de inmediato recordó la petición que Pippa le había hecho en su carta, rogándole que no se enfrentara con Frank por el bien de Josie.

– Papi… -Josie se acercó a él.

– Esperaré aquí -le dijo, apartándose.

– No -intervino Elly-. Es a ti a quien quiere ver -y le puso suavemente a su marido una mano en el brazo, silenciando sus protestas.

Padre e hija entraron de la mano en la habitación. La vista de Pippa lo dejó horrorizado. Estaba tan inmóvil como una muerta, muy pálida, con los ojos cerrados. Estaba conectada a una enorme maquinaria de tubos y aparatos. En lo único que pudo pensar Luke fue en lo pequeña y frágil que parecía, y en que le habría gustado mecerla tiernamente en sus brazos. Pero no podía.

– ¿Podemos tocarla? -inquirió al fin.

– Será mejor que no -respondió una de las enfermeras.

– ¿Qué posibilidades tiene?

– Se encuentra en una situación estable. Es lo único que podemos decirles por el momento. Creo que deberían irse ya.

Afuera, en el pasillo, Luke se encargó de repetirles las palabras a todos los demás, pero dirigiéndose principalmente a Frank e intentando no reaccionar ante el abierto disgusto que parecía despertarle.

Todo el mundo se preparó para una larga espera. Alguien fue por café y sandwiches. Reinó un profundo silencio, solamente turbado por el tictac del reloj mientras iba cayendo la noche. Le permitieron a Josie volver a entrar a la habitación para ver a su madre.

– Papi…

– Que entre esta vez tu tío, cariño -le dijo Luke-. Él también la quiere mucho.

Se había obligado a pronunciar aquellas palabras movido solamente por la convicción de que estaba haciendo lo que Pippa habría querido. Frank lo miró con una leve expresión de recelo y entró en la habitación.

– Has sido muy amable -le comentó Elly después de que entraran Frank y Josie.

– Lo he hecho por Pippa, ella… -se interrumpió, incapaz de continuar, pero fue entonces cuando descubrió la expresión de bondad que emanaba de los ojos de Elly. Se preguntó por qué no había podido verla antes, y sintió vergüenza por todas las veces en que antaño se había burlado de ella. En un impulso, sacó la carta de Pippa-. Creo que a ella no le importaría que te enseñara esto.

Le señaló el final de la carta, donde había escrito: «Josie te quiere, pero también quiere a Frank y a Elly, y si te enfrentas a ellos, eso la afectará mucho».

– Gracias -dijo Elly, devolviéndosela después de leerla-. Intentaré que Frank lo comprenda.

Nada más salir de la habitación, Josie informó a Luke de que su madre seguía igual.

– ¿Sigue sin despertarse?

– El médico dice que tampoco se despertará esta noche, porque está sedada con una medicación muy fuerte. Empezarán a quitársela mañana.

– También nos ha sugerido que pasemos esta noche en casa. Al parecer no podemos hacer nada aquí.

– Es una buena idea -observó Jake-. No sucederá nada durante horas. La casa está muy cerca. Harry se quedará aquí; si acaso sucede hay algún cambio, nos llamará y podremos estar de vuelta en cinco minutos -miró a Luke-. Frank, Elly y yo nos quedamos en la casa de huéspedes. ¿Tienes algún lugar donde pasar la noche?

– No había pensando en ello.