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– Será mejor que vengas con nosotros.

– Gracias, pero me quedo aquí -declaró Luke con tono firme.

Elly le pasó un brazo por los hombros a Josie.

– Bueno, vámonos ya, cariño -dijo.

– No -Josie negó con la cabeza-. Yo quiero quedarme con papá.

– Ya es muy tarde y tienes que irte a la cama -terció Frank-. Venga, vamos.

Con los ojos llenos de lágrimas, la pequeña miró a su padre, suplicándole en silencio. Pero Luke recordó de nuevo las palabras de la carta de Pippa: «Por favor, por favor, no luches por ella…».

– Me lo he pensado mejor. Iré a la casa de huéspedes -se volvió hacia Frank y Elly-. Quizá necesitemos estar todos juntos.

Le resultaba extraño volver después de tantos años. El interior de la casa había sido reformado, pero básicamente seguía siendo el mismo lugar donde Pippa y él habían vivido y se habían amado hasta la locura. Susan, la ayudante de Pippa, se encargaba de administrarla… Nada más ver a Luke, frunció el ceño.

– Me temo que ya está completo.

– ¿También la habitación que está al fondo del pasillo? -le preguntó.

– Es un almacén.

– ¿Puedo verlo?

– Pero está lleno de juegos de sábanas y almohadas -insistió.

– Sigo estando interesado en verlo.

Se sabía los pasos exactos que había que dar para llegar a la habitación que, once años atrás, había compartido con Pippa. Entrar allí fue una verdadera sorpresa. Las paredes estaban ahora cubiertas de estantes con todo de tipo de artículos de uso doméstico: desde ropa de cama hasta detergentes. Todo parecía inmaculadamente limpio y en orden.

– Está muy… ordenado -fue lo único que se le ocurrió comentar.

– La señora Davis es una apasionada del orden -le aseguró Susan-. Suele decir que, si no fuera por eso, no encontraría nada.

– Si me dejaran unas mantas y una almohada, podría dormir aquí mismo.

– No hay necesidad. Puede dormir en el sofá de…

– No. Me gustaría quedarme aquí -pronunció con tono suave, pero firme.

Josie, que no se había separado de su padre, fue a buscarle las mantas, que extendió sobre el suelo improvisando un lecho.

– Susan te está preparando algo de comer -lo informó minutos después.

– No creo que pueda…

– Yo te lo traeré aquí, ¿quieres?

– Gracias -repuso, emocionado. Su hija había intuido que deseaba estar solo.

Al cabo de un rato le llevó una bandeja con comida y se dedicó a observarlo mientras comía. Luke no tenía apetito y se habría dejado el plato casi lleno si Josie no le hubiera dicho:

– Termínatelo todo. Tienes que mantenerte fuerte.

Le había hablado como si fuera un adulto dándole un sensato consejo. Y Luke obedeció.

– ¿Por qué querías quedarte en esta habitación?

– Adivínalo -sonrió, apartándole un mechón de cabello de la frente.

– ¿Por mamá?

– Sí. Mamá y yo vivíamos aquí. Solíamos ahorrarnos la mitad de la renta cocinando a cambio para la casa. Era la única forma que teníamos de sobrevivir. No teníamos nada… pero al mismo tiempo lo teníamos todo.

De repente ya no pudo contenerse y estalló en sollozos. Pippa ya no estaba a su lado, y quizá ya nunca volviera a estarlo. Pero había alguien más allí, alguien que extendió hacia él sus bracitos y lo besó. Y así estuvieron durante mucho tiempo, abrazados sin decir nada, porque el silencio era preferible a las palabras.

Finalmente apareció Elly para acostar a Josie, pero la niña se negó.

– Quiero quedarme con papá.

– ¿Por qué no viene papá entonces y te acuesta él? -sugirió Elly.

La niña pareció conformarse con aquel compromiso, y los tres se dirigieron a la habitación que Josie y Elly iban a compartir, ya que Frank dormiría en otra contigua. Los sucesos de aquel día habían agotado a la niña. Dio un beso a Elly, pero estuvo agarrada a la mano de su padre hasta que la venció el sueño. Luke le separó cuidadosamente los deditos uno a uno y se inclinó para besarla. Cuando se incorporó, sorprendió a Elly mirándolo con una expresión llena de ternura.

– Gracias -le dijo Luke, y la mujer asintió, conmovida.

De vuelta al almacén, se tumbó sobre las mantas. Nada más cerrar los ojos apareció en su mente la imagen de Pippa acurrucándose contra él, apoyando la cabeza en su hombro, con la melena despeinada, un brazo en torno a su cuello. Abrió rápidamente los ojos y se sentó. ¿Por qué había vuelto a aquella habitación, donde había tenido tantas cosas para después rechazarlas y tirarlas por la borda? Se había llenado de Pippa. De su amor, de su alegría, de su pasión, de su generosidad… «Siempre has sido un especialista en protegerte de las cosas, ¿verdad? En protegerte y no comprometerte», al recordar las palabras de Pippa se levantó y encendió la luz. Aquella habitación parecía burlarse de él. Allí había estado el sofá donde ella lo había besado por primera vez demoliendo todas las defensas que había levantado contra su magia. Porque en Pippa había descubierto el secreto del mundo. Pero al mismo tiempo no había querido admitirlo, porque amar a alguien era tanto como cargar su alma de cadenas. O al menos eso era lo que había pensado entonces. «Es así como has sobrevivido: a costa de no acercarte demasiado a nadie», recordaba que le había dicho ella.

– ¡No! -gritó-. ¡No!

Pero, muy a pesar suyo, todo lo que habían tenido entonces había terminado en aquella habitación, donde todo estaba limpio y ordenado, funcional, muerto. Donde nada era como había sido antes.

Aquella mañana estaba ya todo el mundo nuevamente reunido en el pasillo. Estaban los amigos de Pippa y toda la gente que la apreciaba, incluida la familia de Luke, acompañada de Claudia. Más espera. Más horas arrastrándose lentamente. El médico había empezado a levantarle a Pippa la fuerte medicación del día anterior, para que pudiera recuperar la conciencia. Pero no fue así, lo cual preocupó terriblemente a todos los allí presentes. Frank parecía a punto de derrumbarse. Luke lo miraba con verdadera compasión, esfumada su antigua enemistad.

Josie quiso reunirse con sus tíos, pero de repente se detuvo para mirar rápidamente a Luke, como si se sintiera desgarrada entre los tres. Luke se apresuró a susurrarle al oído:

– Vete a hablar con ellos.

Mientras observaba a su hija, Luke escuchó la voz de Pippa en su cerebro, aprobando su conducta. Era como si ella estuviera allí, mirándolo, hablando con él, a pesar de que seguía dormida en la habitación contigua.

Más espera. Finalmente, la puerta se abrió y el médico indicó a Josie y a Luke que entraran.

– Está empezando a moverse.

Rápidamente se colocaron a cada lado de la cama. Pippa se estaba moviendo, musitando algo inaudible. Al momento siguiente abrió los ojos, mirando directamente a Josie.

– Hola, mami -la saludó la niña, gozosa.

– Hola, cariño – flexionó el brazo y Josie apoyó la cabecita sobre él.

Luke permanecía en un segundo plano, a la espera de que le llegara su turno. Que llegó cuando la propia Josie le dijo a su madre:

– Mira quién está aquí, mami -y se lo señaló.

Pippa volvió un poco la cabeza y Luke se arrodilló lentamente frente a ella.

– ¿No sabías que había venido, amor mío? -le preguntó.

– Sí, supongo que sí -sonrió levemente, y volvió a cerrar los ojos.

– Pippa -musitó Luke con tono urgente.

– Tiene que seguir descansando -les dijo en aquel momento el médico. Una vez fuera de la habitación, se sometió a sus preguntas.

– ¿Qué significa que haya vuelto en sí?

– Eso siempre ayuda -repuso el médico tras una pausa-, pero no es algo concluyente.

– ¿Quiere decir que su vida todavía corre peligro?

– Sí. Es positivo que haya recuperado la conciencia, pero algunos de los síntomas no son tan buenos como esperábamos.

– Quiero verla otra vez, ahora. Solo un momento.