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Transcurrieron más horas, pero ya nadie las contaba, Pippa seguía sin moverse. Josie tenía la cabecita apoyada en la cama. No estaba llorando, pero tenía las mejillas bañadas de lágrimas, y Luke tomó entonces una decisión desesperada.

– Josie -pronunció con tono urgente-, se ha movido.

– ¿Qué? -la pequeña alzó la cabeza.

– Que tu madre se ha movido. He sentido que me apretaba la mano.

– Papi… ¿se está despertando ya?

– Quizá aún no, pero está a punto…

– A mí no me está apretando la mano – comentó Josie, nerviosa.

– Ten paciencia. Muy pronto volverá con nosotros, cariño. Ya lo verás.

Se tomaron un descanso para permitir a los demás que entraran. Luke fue a estirar las piernas y a tomar un poco de café. Cuando volvió, Josie no estaba y él pudo estar durante unos instantes a solas con Pippa. Acercándose lo más que pudo a ella, con el rostro muy cerca del suyo, murmuró:

– Cariño, he mentido. Le he dicho a Josie que me has apretado la mano. Estaba aterrada. Pero no era verdad. No he sentido nada. No sé si he hecho lo más adecuado, quizá no. El caso es que ahora está esperando a que tú también le aprietes la mano, y… ¿cómo reaccionará si no lo haces? Por favor, cariño, inténtalo. Inténtalo con todas tus fuerzas. ¿Sabes? Cuando te pongas bien, nos iremos a casa. Te encantará vivir en Los Ángeles, y a Josie también. ¡Piensa en todos los restaurantes que fundaremos cuando la mejor cocinera del mundo se convierta en mi socia! Tengo planes para nosotros. Cambiaremos el nombre de mis dos restaurantes. Se llamarán «El Local de Pippa y Luke», si quieres. Y… ¿sabes? Solo es cuestión de tiempo que uno de ellos se convierta en «El Local de Josie». Seguiremos haciendo el programa con ella, pero creo que deberíamos limitarnos a un show por semana, ya que de otra manera la pequeñaja nos dejaría sin trabajo. Cariño, va a ser maravilloso, tú y yo juntos, sin separarnos. Cualquier cosa que desees, eso es lo que querré yo darte… -la garganta se le estaba quedando seca-. Por favor, cariño -le suplicó, presa de la impresión de que se estaba alejando de él por momentos-. Por favor…

Imágenes y palabras empezaron a atropellarse unas con otras en su cerebro agotado. Su boda, Frank entregándole la mano de su sobrina, Elly ofreciéndole su anillo, Elly leyendo la carta de Pippa con su súplica de que no se enfrentara con ellos por el bien de Josie… De repente se irguió, recriminándose por haber sido tan estúpido. Seis palabras de aquella carta asaltaron su mente: «si llegara a suceder lo peor». Pippa se había referido a su propia muerte. Había antepuesto por encima de todo el bienestar de la persona que más necesitaba su protección. No él, sino Josie. Todo lo que había hecho había sido por Josie. Incluso, quizás, casarse con él. Y había tenido razón.

Solamente podía preocuparle una cosa: saber que su hija estaría a salvo cuando ella no estuviera a su lado. Solo entonces podría quedarse tranquila. Luke ya le había hablado de la infinidad de cosas que ansiaba darle, pero lo único que quería era eso; después podría morir en paz.

– ¡No! -exclamó con vehemencia-. Pídeme cualquier otra cosa.

Pero Pippa no tenía nada más que pedirle. «Cualquier cosa que desees, eso es lo que querré yo darte»; tenía la sensación de que sus propias palabras se burlaban de él. Qué fácil había sido pronunciarlas antes de conocer el precio que tendría que pagar por ellas.

– Si tú… si yo… si nos perdemos el uno al otro -se repente se interrumpió. No sabía cómo seguir. Pero al instante las palabras salieron solas de sus labios -: No volveré a abandonarte. Josie tendrá un verdadero padre, te lo prometo. El mejor de todos. Bonitas palabras, ¿eh? Y te estarás preguntando: ¿sabrá realmente este idiota lo que me está prometiendo? Claro que no. Pero lo iré aprendiendo día a día, porque siempre me acompañará tu recuerdo. Intentaré cuidar a Josie pensando en la madre tan maravillosa que tuvo. Ninguno de los dos te olvidaremos, y yo nunca dejaré de amarte, mientras viva -se inclinó para besarla con infinita ternura-. Adiós, amor mío – susurró.

En aquel momento Josie entró en la habitación.

– ¿Te ha vuelto a apretar la mano, papá?

Consternado, Luke se dio cuenta de que se había olvidado de la promesa que tan precipitadamente le había hecho a su hija. Josie tomó una mano de su madre entre las suyas.

– Mami, papá me dijo antes que te estabas despertando.

– Josie, hay algo que…

– ¡Papi! -gritó su hija con entusiasmo.

– ¿Qué pasa?

– Lo ha hecho. Me ha apretado la mano.

Y en aquel preciso instante sintió la presión de los dedos de Pippa, increíblemente fuerte, como si estuviera recuperando las energías a marchas forzadas.

– Papi, mira. Está abriendo los ojos.

– ¿Pippa? ¡Pippa!

– Hola, Luke. ¿Realmente has estado aquí todo el tiempo, conmigo?

– Todo el tiempo -respondió con voz ronca de emoción.

Se levantó para dejar solas a la madre y a la hija. No podía ver bien por las lágrimas y sentía un doloroso nudo en la garganta. Luego Josie se apresuró a comunicar la noticia a los demás, y Luke se arrodilló de nuevo al lado de Pippa.

– Te he oído -susurró ella.

– Entonces sabrás lo mucho que te amo, Pippa.

– Eso es algo qué siempre me había preguntado -sonrió.

– ¿Cuánto has oído exactamente?

– Bastante, especialmente lo del final.

– No quería que te marcharas, pero en el último momento llegué a pensar que quizás no tenías otra elección.

– Yo también lo pensé. Pero luego te oí, y comprendí que no podía soportar abandonarte. Nunca imaginé que me lo pondrías tan difícil…

Josie contemplaba la llegada de los aviones por los grandes ventanales del aeropuerto de Los Ángeles, frunciendo el ceño como si estuviera disgustada. A pesar del despliegue de actividad que la rodeaba, por ninguna parte había señales del avión que estaba esperando.

– Detesto que se retrasen las cosas -comentó, irritada.

– Es solo media hora, cariño -repuso Pippa, riendo.

– Pero el tío Frank, la tía Elly y Sam solo van a estar aquí dos semanas, y ya hemos perdido media hora.

– No te preocupes. Probablemente también se marchen con retraso -intentó consolarla Luke-. Así equilibraremos la situación.

– Voy a ver si los veo -dijo Josie-. No, tú quédate aquí, mamá. No deberías caminar demasiado.

– Querida, solo llevo cuatro meses de embarazo… Puedo moverme perfectamente.

– Josie tiene razón -terció Luke-. Nos quedaremos aquí. Muy pronto tendremos que anunciar la gran noticia.

– Mamá, si es un niño, ¿lo llamaremos George?

– ¿Quieres ponerle a tu hermano el nombre de un perro? -le preguntó Luke.

– Era un perro muy bueno -replicó Josie, desafiante.

– Es lo mismo…

– ¿Os callaréis de una vez? -los interrumpió Pippa-. No quiero oír más discusiones hasta que nazca él o ella, lo que sea.

– Él -declaró Luke, rotundo-. Yo quiero un niño.

– ¡Eres un redomado machista! -lo atacó Josie, en tono de broma.

– No lo soy -se defendió-. Lo que pasa es que ya tengo una hija, y me temo que mis nervios no podrán soportar otra -no obstante, mientras lo decía, le dio un beso en la cabeza.

– Me preguntó cómo será Sam… -comentó Josie.

– Yo solo sé lo que me contó Elly -dijo Pippa-. Tiene once años, lo adoptaron durante las últimas navidades y, al parecer, es un gran chico. Es callado y un poquitín tímido, pero Elly está convencido de que tú le curarás esa timidez.

– ¡Por supuesto que sí! -le confirmó la niña-. Bueno, voy a intentar buscarlos -y se fue corriendo.

Pippa ya se volvía para decirle algo a su marido, cuando descubrió que estaba frunciendo el ceño.

– ¿Qué te pasa, querido? ¿Estás preocupado por los restaurantes?