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La desnudó lentamente, despojándola de cada prenda como si dispusiera de todo el tiempo del mundo. Solo su respiración acelerada y el leve temblor de sus dedos mientras le quitaba los vaqueros, hablaban de lo desesperadamente que se estaba conteniendo hasta que llegara el momento adecuado. Hasta que quedó completamente desnuda.

Luego él se desvistió rápidamente, dejando la ropa en el suelo sin apartar los ojos de Pippa.

– Hola -le dijo con una sonrisa.

– Hola -le respondió ella, sin aliento.

Nunca se había mostrado desnuda ante ningún hombre antes, pero sabía que podía sentirse orgullosa de su fina y esbelta figura, de su estrecha cintura y de sus largas piernas. Sus senos eran pequeños y firmes. Deseó preguntarle si creía que era hermosa, pero en la práctica ya se lo estaba diciendo con la expresión de adoración con que empezó a acariciarla, deleitado.

Pippa se sintió abrumada por la intensidad de sus propias sensaciones, como si otro ser se hubiera apoderado de su cuerpo, un ser libre de cualquier restricción. Durante un inefable instante todos los viejos preceptos de su infancia estallaron en mil pedazos dentro de su cerebro y tuvo la sensación de que pertenecían a otro mundo, un mundo que no era el mágico universo de placer que Luke le estaba ofreciendo. Y por primera vez en su existencia, se sintió auténticamente viva.

Tantas veces había intentado imaginárselo sin ropa, desnudo del todo… Lo deseaba con tanta desesperación…

– Luke -le susurró-, me deseas, ¿verdad?

Su respuesta le llegó sin palabras. Sonriendo, se apartó levemente para que pudiera ver la prueba por sí misma: allí estaba, duro y orgulloso con el espléndido y arrogante poder de la juventud. Y era todo suyo.

– Luke -gimió, impaciente.

– Sí, cariño.

Finalmente le separó las piernas y se colocó entre ellas. Segundos después empezaba a deslizarse fluidamente en su interior, y fue tan hermoso que Pippa empezó a desear más y más. Deseaba desesperadamente que empezara a moverse y que no se detuviera nunca. Deseaba tener el universo en sus manos y Luke se lo estaba ofreciendo. A cada empuje se hundía lenta y profundamente en ella, abrumándola de placer y despertando a la vida hasta la última terminación nerviosa de su cuerpo.

Entonces sucedió. Un resorte se activó en el universo y de repente todo encajó en su lugar. A partir de entonces el instinto se hizo cargo de su persona, guiándola perfectamente. Era como si Luke le hubiera lanzado un sueño y ella lo hubiera atrapado al vuelo para echar a correr con él. Nadie le había dicho cómo, pero sus caderas empezaron a moverse como si tuvieran voluntad propia. El pensamiento de ser capaz de incrementar su propio placer y, al mismo tiempo, aumentar el de Luke la llenó de júbilo, y cuando él respondió incrementando la fuerza de sus embates, la sensación resultó sencillamente abrumadora.

Percibiendo que él esta experimentando lo mismo, echó la cabeza hacia atrás y lo miró. Sí, todo aquello estaba sucediendo realmente. Había magia en el mundo, después de todo, y felicidad, y gozo, y risa y canciones. Era cierto. Era joven, alegre y se sentía viva, y todo eso era maravillosamente real.

Luke la estrechó entre sus brazos cuando alcanzaron el clímax. Pippa se acurrucó contra él, estremecida. Nunca en toda su vida había sido tan feliz.

En cierto momento la besó en la cabeza, pero ella tuvo el presentimiento de que algo lo preocupaba.

– ¿Qué te pasa? -le preguntó-. ¿No he estado bien?

– Has estado maravillosa. Es solo que me había prometido a mí mismo que no haría esto. Y supongo que no soy muy sincero, porque si realmente no hubiera querido hacerlo, habría dejado de verte y me habría colocado a mí mismo lejos de la tentación. Te deseaba tanto que sabía que, más tarde o más temprano, acabaría cediendo.

– ¿Pero por qué no habrías debido hacerlo?

– Pues por lo diferentes que somos tú y yo, Pippa. Yo no me quedaré mucho tiempo aquí. Nunca lo hago. Cuando se me acabe el permiso de trabajo, volveré a Los Ángeles.

– Ya lo sabía -se encogió de hombros-. ¿Y qué?

– Bueno… tú eres especial. Te mereces un hombre que…

– Te refieres a un señor serio y estable que me lleve al altar y me instale en una casa de las afueras que se vaya llenando de hijos, ¿verdad? ¡No, gracias! Precisamente dejé Encaster para huir de eso.

– Si hay algo que yo no soy, es precisamente ese señor serio y estable.

– Si lo hubieras sido, ahora mismo no estaríamos acostados.

¿Hasta qué punto había sido verdaderamente sincera con él? ¿Cuánto de lo que le había dicho en aquellos momentos no había sido más que lo que ella sabía que él deseaba escuchar? Pippa nunca llegó a saberlo. En aquel entonces disponía de varios meses para hacerlo cambiar de idea, si era ese su propósito.

Fue pasando el tiempo y no tardó en empezar a ver la vida a través de los ojos de Luke. Cierta tarde, durante uno de sus paseos por el parque, no pudo evitar fijarse en una joven pareja y en su hijo pequeño, que se estaba mostrando bastante insistente…

– Papi, mira esto…

– Ahora voy, cariño.

– ¡No, no, papi! ¡Ahora!

La mujer le reprochó al marido:

– No te haría daño hacerle algo de caso a tu propia hija, aunque solo sea por una vez en tu vida.

– Tal vez lo hiciera si se callara alguna vez.

Luke sonrió.

– ¡Pobre diablo! -exclamó con una irónica sonrisa, contemplando la escena-. Antes era un hombre libre. Y ahora ya ni siquiera recuerda la sensación.

Con gesto cansado, el hombre miró a su hija.

– Muy bien, pequeña. ¿Qué quieres?

– Ven a mirar esto. Hay una excavadora muy grande, muy grande…

Luke y Pippa siguieron su camino, abrazados, pero la voz de aquella niña parecía perseguirlos.

– Ven a mirarla ahora, papi. Papi, papi… ¡papi!

Capítulo 3

PAPI, papi… ¡Papi!

Luke alzó a Josie en brazos, emocionado.

– ¡Esta es mi chica favorita! -exclamó, ebrio de gozo.

Padre e hija se miraron, examinándose con detenimiento. Pippa casi se echó a reír mientras los contemplaba. Sus rostros no se parecían mucho, pero sus gestos, la manera que tenían de echar hacia atrás la cabeza, eran idénticos.

Luke bajó suavemente a Josie al suelo y se volvió hacia Pippa, con los brazos abiertos. Mientras la estrechaba contra su pecho, le murmuró al oído:

– No has podido aparecer en mejor momento.

Por encima del hombro de Luke, Pippa descubrió a Dominique y lo comprendió todo.

– Pippa, amor mío -le dijo cuando la soltó-, te presento a Dominique… una amiga. Dominique, esta es Pippa, la persona de la que justamente te estaba hablando hace unos minutos.

A Pippa no se le escapó el menor detalle, sobre todo la ligera tensión que pareció experimentar la mujer cuando Luke sé refirió a ella como «una amiga». Llevaba la bata ligeramente abierta, lo suficiente para que pudiera ver que no llevaba nada debajo. Le tendió una mano exquisitamente manicurada, mirando a Pippa de una forma que obviamente pretendía resultar intimidante. Sin dejarse amilanar, esta le devolvió la sonrisa.

– Será mejor que te vistas -le sugirió Luke, rodeándole los hombros con un brazo y guiándola hacia la puerta-. ¿No tienes una cita dentro de una hora?

– Resulta que es dentro de tres horas – repuso la modelo con tono glacial.

– Bueno, pero no querrás llegar tarde, ¿verdad? -Luke se volvió hacia Pippa y Josie-. ¿Dónde tenéis vuestro equipaje?

– En el hotel del aeropuerto.

– No vais a quedaros en ningún hotel – declaró, ofendido-. Mi familia se queda en mi casa. Dentro de un minuto os tendré preparada la habitación de invitados. Os encantará.