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George escribió para el Daily Telegraph una refutación de esta entrevista. Ahora quedaba claro el «endeble fundamento» de los cargos formulados contra él. «De hecho», ni «una sola vez vagó por las calles» y, a no ser que volviese tarde de Birmingham o de algún espectáculo vespertino en el distrito, estaba «invariablemente en casa hacia las 21.30. No había nadie en la comarca» que saliera menos de noche, y al parecer «la policía se tomó en serio» algo que fue dicho «en broma». Además, si hubiera salido con frecuencia a horas tardías, el hecho habría sido conocido por las «nutridas fuerzas de la policía» que patrullaban el distrito.

Pentecostés había sido frío y extemporáneo. El hijo de un millonario se había matado en un trágico accidente de tráfico cuando conducía su coche de doscientos caballos. Príncipes extranjeros habían llegado a Madrid para un bautizo real. Unos viticultores habían causado disturbios en Béziers, cuyo ayuntamiento había sido saqueado e incendiado por campesinos. Pero no había nada -no había habido desde hacía años- sobre la señorita Hickman, médico.

Sir Arthur se brindó a financiar cualquier querella por difamación que George quisiera incoar contra el capitán Anson, el ministro del Interior o miembros del comité Gladstone, bien individual o colectivamente. George, aunque reiterando sus expresiones de gratitud, declinó cortésmente el ofrecimiento. La reparación obtenida se había logrado gracias al compromiso, la labor ardua, la lógica de sir Arthur y su amor a armar ruido. Pero George pensaba que el ruido no era la mejor solución para todo. El calor no siempre produce luz y el ruido no siempre produce locomoción. El Daily Telegraph reclamaba una investigación pública sobre todos los aspectos del caso; para George, era lo que correspondía hacer. El periódico también había organizado una colecta en su ayuda.

Arthur, mientras tanto, continuaba su campaña. Nadie había aceptado su propuesta de demostrar «en media hora» que George Edalji no podía haber escrito las cartas: ni siquiera Gladstone, que públicamente había afirmado lo contrario. Arthur, por tanto, se lo demostraría a Gladstone, al comité, a Anson, a Gurrin y a todos los lectores del Daily Telegraph. Dedicó al asunto tres extensos artículos, con abundante ilustración holográfica. Demostró que era obvio que las cartas las había escrito alguien «totalmente diferente» de Edalji, «un patán deslenguado, un chantajista», alguien que no conocía «ni la gramática ni la decencia». Además se proclamaba desairado personalmente por el comité Gladstone, ya que en el informe «no hay una sola palabra que me induzca a pensar que han tenido en cuenta mi evidencia». Respecto a la vista de Edalji, el comité citaba la opinión de «un médico carcelario sin nombre» y despreciaba el dictamen, presentado por Arthur, de quince expertos, «entre ellos algunos de los mejores del país». Lo único que habían hecho los miembros del comité era sumarse a «la larga cola de policías, funcionarios y políticos» que debían una «disculpa muy abyecta» a «este hombre maltratado». Pero hasta que se expresara esta disculpa, hasta que se reparase la injusticia, «las pinceladas de cumplidos mutuos no conseguirán limpiarlos».

A lo largo de mayo y junio, hubo constantes preguntas en el Parlamento. Sir Gilbert Parker preguntó si existían precedentes de que no se hubiese pagado una indemnización a alguien injustamente condenado y posteriormente indultado. Gladstone: «No conozco ningún caso análogo». Ashley preguntó si el ministro del Interior consideraba que George Edalji era inocente. Gladstone: «No me parece una pregunta muy adecuada. Es cuestión de opinión». Pike Pease preguntó qué reputación había tenido Edalji en la cárcel. Gladstone: «Tenía buena reputación». Mitchell-Thompson pidió al ministro del Interior que ordenara una nueva investigación para estudiar el asunto de la letra. Gladstone denegó la petición. El capitán Graig solicitó que se entregaran al Parlamento todas las notas tomadas durante el juicio para uso del tribunal. Gladstone denegó la petición. F. E. Smith preguntó si Edalji habría sido indemnizado si no hubieran existido dudas respecto a la autoría de las cartas. Gladstone: «Me temo que no puedo responder a esta pregunta». Ashley preguntó por qué habían excarcelado a aquel hombre si su inocencia no había sido completamente establecida. Gladstone: «Es una pregunta que en realidad no me incumbe. La liberación fue consecuencia de una decisión de mi antecesor que, sin embargo, apruebo». Harmood-Banner solicitó detalles de agresiones similares contra ganado perpetradas mientras George Edalji estaba en la cárcel. Gladstone respondió que había habido tres en el vecindario de Great Wyrley: en septiembre y noviembre de 1903 y en marzo de 1904. F. E. Smith preguntó en cuántos casos, durante los últimos veinte años, se habían pagado indemnizaciones, tras demostrarse que una condena había sido insatisfactoria, y qué importes se habían pagado. Gladstone contestó que en los últimos veinte años había habido doce casos y que en dos de ellos se habían abonado sumas cuantiosas: «En un caso se pagaron cinco mil libras y en el otro se dividieron mil seiscientas entre dos personas. En los diez casos restantes, las cifras oscilaron de 1 a 40 libras». Pike Pease preguntó si en todos aquellos casos se había concedido el indulto. Gladstone: «No lo sé seguro». El capitán Faber solicitó que se publicaran todos los informes y comunicaciones de la policía enviados al Ministerio del Interior sobre el caso Edalji. Gladstone denegó la petición. Y, por último, el 27 de junio, Vincent Kennedy preguntó: «¿El trato que se está dispensando a Edalji obedece a que no es inglés?». En el acta de la sesión constaba: «[No hubo respuesta]».

Arthur siguió recibiendo cartas anónimas y tarjetas insultantes, las primeras en toscos sobres amarillos, pegados con papel adhesivo. El matasellos era del noroeste de Londres, pero las arrugas de los documentos le indicaban que quizá los hubiesen transportado escondidos, o posiblemente en el bolsillo de alguien -un jefe de tren, por ejemplo-, desde los Midlands a Londres para franquearlos en la capital. Ofreció una recompensa de veinte libras a quien le ayudase a descubrir al autor.

Arthur solicitó nuevas entrevistas con el ministro del Interior y con el subsecretario, Blackwell. En el Daily Telegraph contaba que le habían recibido con «cortesía», pero también con una «antipatía helada». Además, tomaron «claro partido por los funcionarios cuestionados» y le hicieron sentirse rodeado de una «atmósfera hostil». No hubo un aumento de temperatura ni un cambio de atmósfera; los funcionarios lamentaron que en lo sucesivo estarían demasiado ocupados con las tareas de gobierno para conceder más tiempo a sir Arthur Conan Doyle.

El Colegio de Abogados votó a favor de readmitir como miembro a George Edalji.

El Daily Telegraph abonó la suma recaudada en su colecta, que ascendía a unas trescientas libras.

Después, como no hubo sucesos nuevos, disputas, demandas por difamación, acciones del gobierno, preguntas parlamentarias, investigación pública, disculpas ni indemnización, la prensa tuvo poco de que informar.

Jean le dice a Arthur:

– Hay algo más que puedes hacer por tu amigo.