Razvan estaba arrodillado a su lado, y por primera vez, Ivory sintió pánico. Él no estaba listo para esto. Nunca debió permitirle venir a este lugar. Se dejó caer de rodillas a su lado, rodeándole con los brazos a pesar de que él no quería que lo reconfortara. No sentía que lo mereciera. Había sido incapaz de proteger a su hija no sólo de Xavier, sino también de sí mismo, del monstruo que Xavier le había forzado a ser. Para Razvan, la posesión no era una excusa. Esta niña, su amada Lara, había nacido de él, pero como Skyler, ella había vivido entre de los monstruos.
La conocía. La amaba. Aun cuando no podía sentir emociones, éstas habían estado ahí, distantes, como un recuerdo. Su sentido de la familia, la sangre de los Buscadores de Dragones, llamándole, llamándola.
– ¿Padre? -La voz era la de una niña.
Razvan alzó la vista y allí estaba ella, directamente en frente de él, con lágrimas corriendo por su cara. Le envolvió con sus brazos y lo abrazó junto con Ivory.
– Todo está bien. De veras. Estoy bien. Nicolas me ha cuidado mucho, y ahora que estás aquí con nosotros, y sé que realmente estabas tratando de sacarme de allí, todo está bien.
– No te merezco.
Lara sonrió.
– Tampoco Nicolas, pero lo amo de todos modos. -La sonrisa se desvaneció y ella se puso seria-. Estoy orgullosa de ser tu hija.
Nicolás ayudó a Razvan a ponerse de pie.
– Y yo, de ser su hijo. -Sonrió con un toque de picardía, algo que sorprendió a Ivory al tiempo que él se inclinaba para darle un beso en la mejilla-. Hola, Madre.
Ivory fingió mirarlo con un ceño fruncido, pero la absurda broma valió la pena al sentir el alivio de la tensión en Razvan.
Razvan halló una sonrisa formándose en su corazón.
– Llévate a mi hija y sentaos donde ella pueda descansar -instruyó- tal vez así puedan comenzar.
Ivory tocó su mente otra vez. El terrible dolor había cedido, pero ella sabía que aún lo sentía. Lo rodeó fuertemente con el brazo y se aferró a él mientras el Príncipe caminaba hacia el medio de la cámara y el silencio volvía a caer.
Gregori y Savannah llevaron a sus bebés al centro del recinto. La multitud estalló de alegría, las paredes se expandieron como si no pudieran contener tanta felicidad. Razvan envolvió su brazo alrededor de la cintura de Ivory y la sostuvo cerca.
– Cada uno tomará el compromiso de amar y apoyar a estas niñas -dijo Ivory, recordando la ceremonia de su infancia-. Se espera de todos nosotros que las eduquemos, amemos y nos convirtamos en su familia a fin de que si cualquier cosa le ocurriera a sus padres, no se sientan solas en el mundo. -Le rozó un beso a lo largo de su mejilla-. Más hijos para ti.
Ante la risa en su voz, la espoleó con una promesa de represalia.
– Tendremos que tener al menos diez más.
Ivory tomó aliento y lo miró ceñuda. No sabía ni lo más elemental acerca de bebés… que le dieran una espada cualquier día a cambio.
Razvan profirió un pequeño sonido, como un resoplido, e incluso los lobos se agitaron como si estuvieran riéndose.
Gregori entregó su hija al Príncipe. El bebé le pareció increíblemente pequeño a Ivory, aunque tenía todos los dedos de las manitas y de los pies y la cabeza cubierta de espeso cabello oscuro, y estaba viva. Volvió la cabeza y sus ojos encontraron los de Ivory. Allí había entendimiento. La garganta de Ivory se apretó más.
– ¿Quién dará un nombre a esta niña? -preguntó Mikhail.
– Su padre -contestó Gregori.
– Su madre -proclamó Savannah.
– Su gente -coreó la multitud al unísono.
– Yo te nombro Anastasia Daratrazanoff -dijo Mikhail-. Nacida en la batalla, consagrada con amor. ¿Quién aceptará el compromiso del pueblo Cárpato de amar y criar a nuestra hija?
– Sus padres, con gratitud -contestaron formalmente Savannah y Gregori.
La segunda infante fue entregada a Mikhail con gran cuidado. Era visiblemente más pequeña y un poco más frágil, con el mismo cabello oscuro en la cabeza. Ella también miró a Ivory mientras Mikhail la sostenía en el aire, en lo alto, para que el pueblo Cárpato pudiera verla. El júbilo se extendió a través del recinto a la vista del pequeño bebé, una exaltación casi eléctrica que inundó de lágrimas los ojos de Ivory. Le sonrió a la bebé y se quedó atónita cuando la pequeñita le correspondió con una sonrisa.
– ¿Quién dará un nombre a esta niña? -preguntó Mikhail.
– Su padre -contestó Gregori. Su voz sonó ahogada, como si apenas pudiera hacer pasar las palabras a través del nudo en su garganta.
– Su madre -contestó Savannah, abrazando protectoramente a la pequeña Anastasia contra su cuerpo.
– Su gente -proclamó al unísono cada hombre, mujer y niño en la caverna.
– Yo te nombro Anya Daratrazanoff -anunció Mikhail-. Nacida en la batalla, consagrada con amor. ¿Quién aceptará el compromiso del pueblo Cárpato de amar y criar a nuestra hija?
– Sus padres, con gratitud -Gregori y Savannah aceptaron juntos el tremendo honor y compromiso.
La multitud irrumpió en coros y canciones, la alegría colmaba la cámara ceremonial. Estallaron risas. Ivory divisó a Travis abrazando a Falcon. Se le veía feliz y despreocupado. Se encontró sonriendo junto con el resto de ellos.
– Supongo que deberíamos jurar lealtad al Príncipe -susurró.
– Supongo que sí -convino Razvan-, pero no ahora. Ahora quiero llevarte a casa y comenzar con esos diez niños que vamos a tener.
Ivory se rió y puso la mano en la suya. Dudaba que el asunto de los diez niños fuera a suceder alguna vez, pero ciertamente no pondría objeciones a intentarlo.
Escenas descartadas de Maldición Oscura
Escena 1
El guerrero de la sombra se dio la vuelta, la espada destelló, cortando directamente hacia la garganta de Vikirnoff. Él se agachó y la paró, las chispas llovieron mientras los bordes de metal chocaban con enorme fuerza.
– ¿Te diviertes, cariño? -gritó Natalya-. Pareces un poco lento. Tienes a un trío acercándose por tu derecha. -Cruzó los brazos y dio golpecitos con el pie mientras tres guerreros más se apresuraban al combate.
Vikirnoff se enderezó, saltando en el aire, pateando a uno.
– Que guay, tesoro, estoy tan impresionada con ese movimiento. ¡Muy a lo Jackie Chan! -Se abanicó-. Mi corazoncito está revoloteando.
– Bueno, ya lo he entendido, ven aquí y ayúdame. -Vikirnoff le frunció el ceño por encima del hombro, esquivó otra espada que venía hacia él, girando para llevarlo hacia las filas de guerreros de humo, sus movimientos los alejaban de su compañera.
Natalya se agarró el costado y aleteó las pestañas.
– Creo que estoy ovulando y este es el momento óptimo. ¿Podemos conseguir un tiempo muerto para que puedas hacer guarradas y darme un niño?
Uno de los guerreros de sombra se dirigió con fuerza contra Vikirnoff. El Cárpato se elevó corriendo por la pared de hielo, saltó al aire y atravesó con la espada el pecho del guerrero. Eso debería decapitado a su adversario, pero como el guerrero de sombra ya estaba muerto, la hoja cortó por el aire.
Natalya aplaudió.
– ¡Oye! Si fueras más bajo y verde, te podríamos llamar Yoda. ¿No le enseñó ese movimiento a Luke Skywalker?
– Natalya -replicó Vikirnoff rechinando los dientes-. No eres graciosa. Tengo cinco de esos guerreros viniendo a por mí y tú sólo te quedas ahí parada.
– Pero parezco bonita. Tienes que admitir que tengo buen aspecto aquí parada. Y te estoy vitoreando, cariño. -Unos pompones aparecieron en sus manos y de repente estuvo llevando una faldita. Hizo una pequeña demostración para él-. Vamos Vik, vamos, destruye a esos chicos malos.
Ella dejó de moverse cuando uno de los guerreros de sombra giró la cabeza hacia ella. El movimiento siempre les atraía.
Vikirnoff luchó entre las filas hasta que colocó su cuerpo entre su compañera y los guerreros. Su espada destelló dentro y fuera cuando giró elegantemente, cayendo, levantándose y manteniendo un movimiento giratorio que hacía imposible anticiparlo.