Se detuvo, el cuerpo dolorido y con lágrimas congeladas en la piel. Corrió, cantando.
Lara aprovechó el ímpetu, corriendo más y más rápido, asustada que ahora que estaba tan cerca, Xavier encontrara un modo de detenerla. La apertura se asomó ante ella y corrió hacia allí, sin ver la caída. Sus pies descalzos y manchados de sangre golpearon el espacio vacío y cayó con un chillido agudo y asustado, cayendo como una piedra a la nieve de abajo.
Aterrizó con fuerza, el aire se escapó de sus pulmones, abrió los ojos de par en par con terror cuando un animal grande se encabritó, golpeando con las patas el aire por encima de su cabeza. Un hombre corrió alrededor del animal, calmándolo con una mano apacible y la miró a la aterrorizada cara manchada de sangre. Su expresión cambió a una de bondad y preocupación. Como si ella fuera un animal asustado, se inclinó lentamente hacia ella y levantó su cuerpo en el calor de sus brazos, canturreando en un idioma que ella no comprendía.
Apareció una mujer, vestida con una falda larga, la atrajo y la envolvió en su chal apretando el tembloroso cuerpo de Lara, hablando con su marido en el mismo lenguaje. Él la llevó de vuelta al colorido carromato donde viajaban.
Escena 3
Lara estaba de pie en lo alto de los precipicios, el corazón le latía con fuerza. Miró a través de la extensión de rocas a Nicolas con el corazón en la garganta.
– ¿Estás segura de querer hacer esto, Lara? Puedo hacerlo por ti -ofreció Nicolas.
Ella sacudió la cabeza.
– Terry y Gerald eran mis amigos, la cosa más cercana a una familia que tenía. He pasado por mucho siendo niña, tenía problemas con el concepto de confianza y compañerismo. Un equipo de espeleólogos expertos fue formado para realizar un estudio en Groenlandia. Buscaban extremofilos para que la Universidad los estudiara y tanto Terry como Gerald formaban parte de un equipo que estudiaba el calentamiento global.
Nicolas estudió la cara demacrada. Ella necesitaba esto, tanto si a él le gustaba como si no.
– Las condiciones eran extremadamente frías y muy peligrosas, los vientos eran terribles. A diferencia de los Cárpatos que pueden cambiar y flotar hacia abajo por los túneles, nosotros tenemos que bajar por una cuerda delgada, aterrorizados de que la cuerda vaya a helarse. Cuando haces eso con alguien, cuando tu vida depende de ellos, ellos se convierten en importantes. Gerald y Terry eran como yo. Tampoco tenían a nadie y nos sentábamos juntos, apiñados en una tienda, escuchando ese viento atroz. Terry contaba las historias más graciosas.
Sintiendo la pesada piedra que la abrumaba, la pena y la culpa que la empujaban, Nicolas le enmarcó la cara con las manos.
– Tú no hiciste esto, Lara.
– Honestamente no creía que mi niñez fuera real. Parecía un sueño tan nebuloso, pero seguí buscando y seguí llevándolos conmigo.
– No puedes entrar en una cueva de hielo sola -indicó él-. Necesitas compañeros de escalada.
Lara miró las dos urnas, ambas contenían las cenizas de sus dos amigos. La explicación de Nicolas no quitaría la culpa que sentía, no durante mucho tiempo -si acaso alguna vez. Ambos habían sufrido terriblemente antes de morir. Cuándo Terry se arrancó la cabeza de la serpiente del tobillo, había descargado una masa entera de parásitos en su sistema. Gregori había luchado larga y duramente para quitárselos y todos pensaron que él estaba bien, que sólo necesitaba descansar. Gerald había vuelto a su cuarto para ducharse y nadie le había comprobado. Pero ella debería haberlo hecho. Debería haberse preocupado con su pasado apareciendo y con Nicolas reclamándola, cambiando su vida para siempre.
– No hay excusa… no para ninguno de nosotros -dijo Lara-. Ellos eran hombres buenos. Hombres valientes. Descendían ciento cincuenta metros en cambiantes cuevas rápidamente para conseguir lo que fuera necesario para la investigación. Y ambos eran tan graciosos. Realmente no sabía cómo divertirme hasta que los encontré.
Nicolas le acarició la coronilla.
– Estoy contento que los tres os encontrarais. Tú probablemente realzaste sus vidas tanto como ellos la tuya. -Deseó no haber estado tan celoso, su lado primitivo negándose a compartirla, sin pensar en verificar a sus amigos. Mikhail tenía razón al pensar que necesitaban reclutar la ayuda de humanos, ampliar su círculo de amigos de confianza. Su familia tenía una relación simbiótica con una familia humana y la había tenido durante muchos siglos, pero no confiaban en los demás. Si iban a sobrevivir a la guerra venidera con Xavier, el pueblo Cárpato tendría que conseguir aliados.
– Las bandas azules y blancas en las cuevas indican la edad, los veranos y los inviernos, como los anillos en un árbol. Con el paso de años, las bandas se comprimen en estas líneas muy delgadas. Gerald estaba obsesionado con contarlas -se rió suavemente al recordarlo-. Una vez estábamos en un agujero que cambiaba rápidamente. Habíamos medido las paredes y sabíamos que las condiciones empeoraban mucho más rápido de lo que habíamos anticipado. Terry y yo corríamos por nuestras vidas. Las paredes crujían y gemían y caían fragmentos de hielo sobre nosotros como en una ducha. Terry estaba empezando a sentir claustrofobia. Y allí estaba Gerald, contando tranquilamente las bandas, como si tuviéramos todo tiempo del mundo. Finalmente, Terry sujetó un carabinero a su aparejo y dio un tirón como una correa atada a un perro para conseguir que Gerald se moviera. Yo me reía con tanta fuerza que apenas podía escalar.
Se frotó la muñeca, un hábito que al parecer no podía romper.
– El mundo de hielo es hermoso, con un color increíble, pero tan frío. Incluso esperando las condiciones correctas, acurrucados en una tienda con el viento azotando alrededor y las manos tan entumecidas que no puedes agarrar nada, ir simplemente al baño es peligro. El hielo estalla a tu alrededor y llueve fragmentos y astillas. Sólo te tienes uno al otro.
Nicolas la tiró a sus brazos.
– Mantendremos algunas de sus cenizas en nuestra cueva. A ellos les gustaría eso. Podemos encontrar un nicho para ellos y tú puedes tener un monumento allí, pero permíteme hacer esto contigo. En vez de cambiando y tratar de sujetar las urnas, déjame llevarte a través de los cielos. Volaré sobre las montañas que ellos adoraron tanto y si deseas dispersar algunas de las cenizas, podrás hacerlo, si no, nosotros las enviaremos a los cielos.
– Los dos siempre quisieron volar. Escalaban mucho, pero abrían los brazos sentados en una cuerda y fingían que volaban. Quiero darles eso.
Nicolas asintió.
– Cambiaré, sube a mi espalda.
Él ya estaba cambiando, las plumas se esparcían por su cuerpo, su forma se transformaba, las alas bajaron para permitirla subir. Lara se enjuagó las lágrimas de la cara y recogió las urnas. No podía traerlos de vuelta, pero podía darles su sueño.
Apéndice 1
Para entender correctamente los cánticos sanadores de los Cárpatos, se requieren conocimientos en varias áreas:
1.- El punto de vista de los Cárpatos sobre la sanación.
2.- El “Cántico Sanador Menor” de los Cárpatos.
3.- El “Gran Cántico Sanador” de los Cárpatos.