Ivory surgió del suelo, encogiéndose, extendiendo los brazos. Los lobos saltaron de su espalda y en mitad de los murciélagos, rompiendo cuellos mientras agarraban y sacudían a sus presas, luchando a través de la masa para llegar al círculo que defendía al Príncipe. Ivory les siguió, sacando una de sus muchas armas caseras, se la tiró a Razvan y sacó otra.
Razvan descubrió que la extraña arma disparaba luz, no balas. Él nunca había participado de este modo en una batalla, con sangre rociándose sobre la nieve. Pero no vaciló, permaneció en la mente de Ivory. Ella era una guerrera por los cuatro costados, caminando entre los murciélagos, pateándolos, rociando la brillante luz alimentada por un diamante a través de un sendero ancho y cortando cabezas.
– Mantén el nivel del spray con los cuellos -aconsejó ella y luego gritó- ¡Gregori! Estamos llegando.
Uno de los murciélagos agarró a Razvan por la pantorrilla e intentó desgarrarle la pierna. Blaez, el segundo lobo mayor, agarró a la maliciosa criatura con sus fuertes mandíbulas y lo arrancó de Razvan, tirando el cuerpo ensangrentado hacia un grupo de murciélago donde lo desgarraron con una virulencia que le recordó a Xavier.
Gregori golpeaba con rayos al centro de los murciélagos, abriendo un camino para ellos. Razvan seguía a Ivory a través del mar de murciélagos, permaneciendo cerca para protegerle la espalda, el arma arrojaba una hoja de luz detrás de ellos en un arco ancho. Cuándo los lobos vacilaron, prefiriendo permanecer en el exterior, Ivory siseó una orden.
Os comerán vivos. ¡Venid! Extendió los brazos y los lobos saltaron por encima de la masa de cuerpos peludos y se fundieron con su espalda.
Ivory continuó avanzando entre los murciélagos, corriendo hacia el pequeño grupo, luchando por evitar ser dominada. El grupo se negaba a disolverse y abandonar a Gary, su amigo humano. Sería casi imposible protegerlo desde el aire.
– Saca al Príncipe del suelo -gritó Ivory por encima del jaleo a Gregori-. El ataque vendrá por debajo del suelo. Esto es una diversión.
Falcon sacó a Gary del suelo de un tirón, sin hacer preguntas, mientras Mikhail se alzaba también. Las hordas de murciélagos se volvieron locas, lanzándose sobre ellos con frenesí renovado.
– Perdí de vista los fragmentos de Xavier -advirtió Gregori-. Probablemente están en los murciélagos.
Ivory empujó con fuerza una de sus armas de luz a las manos de Sara.
– Tienes que cortarles directamente en el cuello o realmente se pondrán psicópatas contigo. -Sacó un objeto de aspecto extraño, como una granada, de un lazo de su cinturón, preparándose.
– ¿Has visto estas mutaciones antes? -preguntó Gregori, mientras continuaba utilizando el delgado látigo de relámpago para incinerar a los murciélagos.
– Estudio todo lo que el mago hace -contestó Ivory-. Hay un portal cerca. Debo encontrarlo y cerrarlo o seguirán replicándose. Está en el suelo, no en una cueva.
– ¿Has visto estas criaturas antes? -preguntó Mikhail.
Ivory asintió, escudriñando el suelo con la mirada. Se curvaba bajo ellos, ondulaba, como una ola en el mar.
– Huyen de Xavier a veces y serían una amenaza inmensa para la aldea cercana. Son carnívoros mayores y atacan en grupo. -Agarró el disco en la mano de forma más apretada cuando vio la tierra burbujear en el suelo.
Gregori y Falcon estaban en movimiento constante, azotando golpe tras golpe de energía al rojo vivo entre la masa. Mikhail golpeó fuerte con el puño, dándole un puñetazo a uno que volaba sobre la cara de Gary. Todos los Cárpatos y Gary tenían numerosas marcas de mordiscos y rasguños por el asalto continuo.
– Dame una de esas armas -dijo Razvan-. No vas a ir sola.
Ivory frunció el entrecejo, los ojos todavía escudriñaban el suelo.
– Adentrarse en su guarida es peor que el gusano. Permanece aquí y ayuda a proteger al Príncipe.
Ahora el suelo burbujeaba siniestramente. Varias secciones se hundieron algunos centímetros.
– Ivory. -Esperó hasta que ella lo miró para que leyera la determinación en su cara. Razvan no era un hombre que se echara atrás-. Dame un arma.
Ella se tensó, viendo el suelo moverse en las áreas hundidas. Una mano se desplazó con rapidez a la cintura y tiró a Razvan un duplicado de su granada mientras saltaba, con los pies por delante, al centro del lugar donde el hundido suelo era más activo. Razvan la siguió bajo el suelo, cambiando a vapor para atravesar las capas de tierra. La granada cambió con su cuerpo, convirtiéndose en nada más que moléculas, lo que le dijo que era otra de sus armas naturales caseras. Había tenido forma oval y desigual, en absoluto lisa.
Subía un hedor, una combinación de fétida carne podrida, cadáveres y azufre. El estómago se le revolvió, pero no vaciló en seguirla a lo más profundo del túnel. Los murciélagos se elevaban desde abajo y tenía que resistir el impulso de golpearlos mientras se dejaba caer a los salientes más rocosos donde la colonia habitaba. Mantenía su mente firmemente en la de ella, siguiendo sus movimientos exactamente. Era una guerrera, bien versada en las maneras de Xavier, decidida a derrotarlo y a las mutaciones que él liberaba en el mundo. Él se había unido firmemente a su guerra, y que mejor manera de aprender que de una experta.
No podía evitar admirar su completa concentración y su propósito práctico y firme. No malgastaba conversación, ni movimientos. Ivory era toda concentración, lo inundaba con información mientras se dejaban caer al suelo de la guarida. La roca que les rodeaba estaba punteada de agujeros oscuros, el suelo cubierto de huesos y piel; sangre vieja y nueva salpicaba las rocas y empapaba el suelo, reuniéndose en espesos charcos y ocultándose en grietas.
Esto es un matadero.
Una vez que escapan de las ordenes de Xavier, comienzan esta conducta, formando enjambres y reproduciéndose, matando a todo a su alrededor. Dejarán los huesos de un caballo limpios en minutos.
Vi los primeros experimentos de Xavier. Los alimentó con humanos y magos indistintamente. Razvan trató de no recordar los sonidos de estos al morir en agonía, pero los olores horrorosos provocaban los recuerdos y su estómago se revolvió. Una vez tiró a uno en mi cámara. Yo estaba encadenado a la pared y comenzó a devorarme por los pies. Pude sentir como cada diente desgarraba mi carne. Pensé que si me comía, dejaría de existir, pero pude soportar la agonía después de un rato.
No supo por qué se sintió obligado a hacer la admisión, y se avergonzó en el momento en que lo hizo. Eso había sido hacía mucho tiempo y él había empujado esos recuerdos al fondo de su mente hasta que el hedor de la muerte y la podredumbre los trajeron de vuelta en tropel.
Hace mucho tiempo, yo tuve lobos royéndome la tibia. Afortunadamente, ellos me ayudaron a enterrarme.
Su voz fue tan práctica, que él casi no comprendió lo que había dicho. Ella siguió hablando como si no hubiera revelado nada de importancia.
Lo que vamos a hacer es cambiar la composición del aire usando las granadas caseras. El fuego aquí abajo arderá a mayor temperatura que nada de lo que hayas sentido jamás, así que recuerda, no puedes respirar esta sustancia química a tus pulmones y tienes que protegerte del calor intenso, aún en esta forma. Querrás ceder al pánico e ir a la superficie, pero el fuego correrá hacia arriba y debemos esperar hasta que la sustancia química se disperse. Cuando te materialices para activar la granada, ellos acudirán en tropel hacia nosotros. La sensación es totalmente horrorosa. Si sentiste uno. Imagina centenares.
Vamos a hacerlo. Le estaba llegando el hedor, y la idea de exponerse a centenares, quizá miles de esas criaturas demoníacas sería aterradora si se permitía a sí mismo pensar en ello.