Ella absorbió las primeras dulces gotas de sangre caliente dentro de su boca, las dejó estallar sobre su lengua, su cuerpo asimilando la esencia de él. Las manos de él le tomaron la cabeza, sosteniéndola contra su hombro, inclinándole el cuello cálido y suave. Su lengua lamió a lo largo de la vena.
El cuerpo de ella explotó a su alrededor. Pulsaba. Ondeaba de vida. Su corazón saltaba. Cada músculo en el cuerpo se le tensó, apretándose sobre él como un torno de terciopelo. Jadeó inhalando con brusquedad. La lamió otra vez. Permitió que sus dientes le rozaran el cuello. Su respuesta fue otro orgasmo, éste más intenso que el primero.
Ella inspiró en un jadeo, intentando elevar la cabeza, pero él le sostuvo la nuca en su palma con todo ese glorioso cabello negro-azulado, y la forzó a beber. Sus colmillos le perforaron el cuello, hundiéndose profundamente. Ella gimió, el sonido vibró a través de él, rodeando su erección, acariciándolo, ordeñándolo, bañándolo en rica y caliente crema.
Bebió de ella mientras la conducía a otro orgasmo. Y a otro. Cada vez su erección se engrosaba más. Más caliente. Más larga. Mientras, bebió hasta saciarse y ella también, sus orgasmos los sacudieron ambos. Cuando los dos estuvieron satisfechos, cerraron los pinchazos y cuidaron uno del otro.
Razvan se movió primero, inclinándose para capturarle la boca con la suya, la sangre palpitándole en las venas y la ingle tan llena, dura y dolorida, que sabía que un movimiento más, un ligero espasmo del cuerpo de ella a su alrededor, y olvidaría quién era. En el momento en que sus labios tocaron los de ella, sucedió. Ella apretó los músculos de esa exquisita vaina femenina y él gimió, puso fin al beso y le cogió las caderas en sus manos.
Empezó a moverse machacando en ella como un pistón, embistiendo profundamente en ella, tirando de ella hacia abajo sobre su regazo mientras se impulsaba hacia arriba. Sus senos rebotaban contra él, la fricción enviaba flechas disparadas como dardos a su ingle. El largo cabello que rozaba contra sus muslos lo excitaba más aún, de modo que usó la enorme fuerza de sus piernas para empujarse dentro de ella.
Su boca se abrió. Sus ojos se ampliaron. Él sintió la primera onda, intensa, como un temblor, ondulándose a través de ella desde sus senos a su funda y entonces ella se ciñó sobre él, extrayendo su semilla. Chorro tras chorro de caliente semen se vertieron hasta que estuvo drenado y vacío, y sus deliciosos gritos hicieron eco alrededor de él.
Fue Ivory la que los hizo flotar de regreso a la relativa seguridad del suelo rejuvenecedor. Yacieron juntos, unidos, brazos, piernas, su cuerpo profundamente dentro de ella, mientras se miraban fijamente a los ojos. Ella le sonrió lentamente. Una sonrisa satisfecha. Un poco atónita.
– Nunca dejas de sorprenderme, Razvan.
Él lamió una pequeña gotita de sangre carmesí de donde había quedado tras deslizarse inadvertida desde el cuello al pecho durante el momento de pasión. Ella se estremeció en reacción, produciendo otra nueva oleada de crema líquida, caliente e insoportablemente sensual mientras se apretaba otra vez, drenando las últimas gotas restantes que el cuerpo de él pudiera producir.
– Siempre que te apetezca, fél ku kuuluaak sívam belso…amada mía.
A regañadientes aflojó su agarre sobre ella y dejó caer las piernas de donde las tenía envueltas alrededor de sus caderas. El movimiento provocó otro estremecido pulso a través de ambos. Ella rodó alejándose y se tendió con los brazos extendidos, el cuerpo aún jadeando en busca de aire.
– Creo que has acabado conmigo. Mis pulmones, al menos, están deshechos. Y aún estoy experimentando estos pequeños, diminutos y tremendamente increíbles orgasmos. ¿Cómo lo haces?
Él giró la cabeza para brindarle una sonrisa descarada.
– Resulta que es mi trabajo mantenerte satisfecha, y me tomo la tarea muy en serio.
Los dedos de ella encontraron los suyos. Ivory cerró los ojos y simplemente lo disfrutó. Estar con él.
– Quiero que sepas algo, Razvan. Es muy difícil para mí hablar de lo que guardo en mi corazón. Me hace sentir tonta decirlo en voz alta pero tienes que saberlo. -Abrió los ojos, fijó su mirada en la de él y se puso una mano sobre el corazón-. Por si las cosas van mal, y ambos sabemos que existe la posibilidad de que así sea, éstos han sido los mejores momentos de mi vida. No me arrepiento de ningún momento pasado contigo. Has hecho que me sienta viva de nuevo. Me has recordado porqué he conservado el recuerdo de mis hermanos en mi alma. Y me has dado el supremo regalo de tu corazón. Quiero que sepas que atesoro ese regalo. Te amo sin medida.
El reconocimiento significaba aún más porque sabía que era verdaderamente difícil para ella expresar emociones intensas.
– Yo también te amo. -Aquello no era lo bastante bueno, no en lo que a él concernía. Le envió la emoción. Intensa. Devoradora. La inundó con ella. La ahogó en ella. Le dejó ver dentro de su corazón y mente y en su alma misma.
– Me conmueves como ningún otro podría -dijo ella y tragó con dificultad, parpadeando para contener las lágrimas. Suspiró-. Tenemos que alimentarnos bien. Nosotros y también la manada. Ésta es nuestra mejor oportunidad para destruir al alto mago. Estará mas débil debido a lo que hicimos la pasada víspera.
– Estás segura de que quieres hacerte cargo de ésta tarea.
Ella sonrió y esta vez su sonrisa fue serena, igualando la suya.
– No he cambiado de parecer, tampoco te dejaría ir sin mí, como estás pensando hacer. Si vamos a triunfar, me necesitas, tal como yo te necesito a ti. Tenemos una mejor oportunidad juntos que separados.
– No podemos perder ésta noche entonces, fél ku kuuluaak sívam belso… amada mía -dijo Razvan-. Vayamos a escoger nuestras armas y llamemos a la manada. Si se nos escapa pasará un buen tiempo antes de que nosotros, o cualquier otro, tenga de nuevo ésta oportunidad.
– No se nos escapará -dijo Ivory, y había acero en su voz.
Capítulo 20
Los copos de nieve caían mientras se deslizaban a través del cielo desde su casa hacia las montañas donde Razvan sabía que Xavier había fijado su residencia. Habían encontrado un pequeño grupo de cazadores humanos que rastreaban venados por el bosque a algunos kilómetros de la aldea más cercana al territorio Cárpato y se habían alimentado bien. Con el grupo saciado y todos en plenas facultades, comenzaron inmediatamente el viaje a la montaña del glaciar, donde Xavier había ido cuando su laberinto de cuevas había sido destruido meses atrás, permitiendo a Razvan escapar.
Viajaron por el cielo con cuidado de no dejar señales, pero permaneciendo tan bajos como podían para examinar el suelo con cuidado. Una vez fuera de los árboles y cerca de la corriente helada, un destello de color llamó la atención de los ojos de Ivory. Los lobos reaccionaron con malestar. Ivory y Razvan aterrizaron justo sobre la tierra, reasumiendo sus formas físicas para estudiar las señales.
– Aquí hay un rastro de sangre -indicó Ivory innecesariamente-. Puedes ver donde ha sido arrastrado el cadáver de un venado desde la protección de los árboles por la nieve hacia las montañas. No son lobos los que mataron al venado, ni cazadores humanos. -Señaló a las marcas de huellas en la nieve-. Murciélagos.
Se quedó de pie un largo rato sólo estudiando esto. Razvan no dijo nada, disfrutando al observar a la cazadora desentrañar el rastro. Era sumamente excepcional para los murciélagos mutantes de Xavier el alimentarse a distancia de las cuevas, pero ésto había sido definitivamente un ataque de murciélagos. La evidencia de las aladas criaturas en las huellas de la nieve estaba clara.
– Tendieron una emboscada al venado aquí -dijo ella. Señaló hacia arriba-. Algunos se dejaron caer desde arriba, algunos vinieron de abajo, y obviamente lo rodearon. El pobre no tuvo ninguna oportunidad.