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– ¿Dice que no salió ayer por la noche? -preguntó Michael, como si no hubiera oído su protesta.

– Salí, no salí, none of your business, no es asunto suyo, no tengo ninguna intención de responder a nada si no me explican por qué. Si me dijeran lo que quieren, a lo mejor estaría encantado de ayudarles. ¿Es que no le contesté a él ayer cuando vino a preguntarme por…? -señaló con la cabeza el patio contiguo y después a Yair-. ¡Pero así!

– Necesitamos al laboratorio de criminalística -le dijo el sargento Yair a Eli Bahar, que estaba parado junto al garaje- para que analice este coche.

– ¿Qué es esto? ¿Qué es esto? -exigió saber Yoram Benesh-. ¿Pueden analizar un vehículo privado sin…? ¿Así, sin más?

– Usted no coopera -explicó Michael-, y nosotros tenemos que saber algunas cosas.

Yoram Benesh puso la mano sobre la capota del coche y se apoyó en la puerta del conductor, como quien protege su vehículo de los ladrones con su cuerpo.

– ¿Qué tienen que saber? -dijo Yoram Benesh.

– Lo primero, dónde estuvo ayer por la tarde y por la noche.

– En casa, ya se lo he dicho, no salí de casa.

– ¿Alguna otra persona cogió el coche? ¿Se lo dejó a alguien, a algún amigo o a algún vecino?

– El coche estuvo ahí toda la noche -dijo Yoram Benesh, y dirigió la mirada a la zona de la carretera que estaba delante del garaje-, all night long; estuvo cortando el paso a los coches de mis padres. Debajo del árbol, toda la noche, acabo de meterlo ahora para limpiarlo. La manguera no llegaba…

– ¿También lo ha limpiado por dentro? -intervino el sargento Yair, mientras peinaba con la mirada todo el garaje-. ¿Con una aspiradora?

– ¿Por dentro? -Yoram Benesh repitió las palabras como si no hubiese comprendido su significado-, ¿por qué iba a limpiarlo por dentro? Ya se lo he dicho: las palomas se cagan en la capota y…

Eli Bahar, que estaba detrás del coche, tocó la puerta del maletero y esta se levantó. Miró dentro.

– Pero aquí hay una aspiradora de mano -dijo mientras cogía el beeper-, y aún está caliente.

– ¿Y eso qué quiere decir? -saltó Yoram Benesh-. Qué hace rebuscando sin permiso… Está caliente, pues está caliente; por el sol. Yo no…

– ¿Cómo va a ser por el sol? -preguntó Yair-, ¿cómo va a estar caliente por el sol si aquí hay sombra y hoy además no hace mucho calor? Perdóneme un momento -dijo y le puso la aspiradora a Eli Bahar en las manos-, nos la llevamos -y con delicadeza le explicó a Yoram Benesh que el laboratorio de criminalística analizaría su contenido.

– ¡No pueden llevarse de aquí nada que no les pertenezca! -gritó Yoram Benesh-. What the hell! ¿Por qué me fastidian así? Si… -dijo temblando de furia-, si no me la devuelven ahora mismo y se van de aquí, ahora mismo llamo, ahora mismo llamo a un abogado -se puso las manos en las caderas y los miró; en esa postura recordaba a un actor fracasado ensayando su papel en una película del oeste.

– Por favor -dijo Yair abriendo los brazos-, de todas formas tenemos que hablar con sus padres para cerciorarnos de que de verdad no salió de casa ayer; por tanto, si no tiene inconveniente, entraremos ahora con usted y usted puede llamar a su abogado si quiere.

– No pueden entrar ahora en casa -se estremeció Yoram Benesh-, no pueden… Sólo está mi padre, y está descansando; mi madre ha salido y, cuando vuelva, no se sentirá muy bien; y tenemos invitados, mi prometida está aquí y no pueden… Usted ya ha hablado conmigo, lleva horas hablando conmigo -protestó dirigiéndose a Yair-. ¿No me ha preguntado ya todo lo que…?

– Mire -dijo Michael-, nos está haciendo perder el tiempo. No quiere venir con nosotros para que le interroguemos, pues entonces coopere aquí. ¿Quiere que hablemos con usted en la calle o dentro de su casa? Porque no le vamos a dejar irse así, sin más, ¿me comprende?

– Vale, entren -accedió Yoram Benesh después de titubear-, prefiero eso a ir con ustedes. Y, además, no tengo nada que ocultar, acabemos con esto de una vez y ya está. Sólo les pido que no hagan ruido porque mi padre está descansando ahora.

– Podemos empezar así y después ya veremos -dijo el sargento Yair mirando a Michael.

– Vaya entrando -le dijo Michael a Yoram Benesh-, nosotros vamos ahora mismo.

Por un instante los miró a ellos y al coche con preocupación.

– ¿Por qué no entran conmigo? -preguntó Yoram Benesh.

– Dígame -dijo Michael-, ¿qué le ha pasado en el ojo?

– Me he arañado en el jardín -dijo Yoram Benesh sin dudarlo y tocándose el ojo-, se me metió una rama en el ojo cuando le estaba enseñando el jardín a mi prometida. Puede preguntárselo a ella si no me cree -añadió con una sonrisa desafiante-; aunque ahora no está aquí.

– ¿Cierro el coche con llave? -le preguntó Eli Bahar a Michael-. ¿Tardaremos un rato, no?

– Cierra, cierra -dijo Michael y por un instante sintió un vahído de hambre-. Y usted, entre -le ordenó a Yoram Benesh-, ¿a qué está esperando? ¿Es que de repente no quiere separarse de nosotros?

Caminó despacio detrás de Yoram Benesh, que arrastraba los pies cojeando un poco, saltó la manguera y se dirigió hacia la entrada principal.

– Ahora dime, ¿qué pasa?, ¿qué has encontrado? -le preguntó a Yair.

– Esto es lo que pasa -contestó el sargento, se sacó la mano del bolsillo y la abrió. En la arrugada palma de la mano había un pétalo de rosa marchito y con los bordes ennegrecidos-. Y estoy seguro de que por los alrededores hay más como este o parecidos, o algunos pedazos; alguien de criminalística podría encontrarlos -añadió con seguridad.

– Dime, ¿estás seguro de que por un solo pétalo se puede… se puede identificar una planta completa? -dudó Michael mirando la palma de la mano.

– ¿La verdad? -dijo Yair-, no, no al cien por cien -del otro bolsillo sacó una flor y puso el pétalo al lado-, ¿lo ves? Parecen similares, pero la flor la he cortado hoy y el pétalo… lleva ahí tal vez desde ayer…, ya no tiene el mismo tono -dijo apenado-. No es suficiente para probar nada, tal vez los de criminalística o un gran experto, yo no soy experto en flores en absoluto, pero el color es de una pureza insólita; aquí, en el jardín, no tienen rosas así, ya he estado en este jardín. Tienen simples rosas modernas; ese tal Peter, el australiano ese, me dijo que Baqah es un barrio de rosas, pero eso no tiene nada que ver, y aquí no hay un rosal así. Y este pétalo no es de hace una semana, ya te lo he dicho, como mucho es de ayer por la noche; y el color, hay que comprobarlo, pero aquí no hay rosas de este color -bajó la vista y se sacudió los zapatos antes de seguir murmurando-. Yo en tu caso usaría esto al menos para tirarle a alguien de la lengua.

– ¿Es decir que de verdad tenías intención de llamar a criminalística? -dijo Eli Bahar, que estaba detrás de ellos-. Creía que era una artimaña.

– No, no era una artimaña, el contenido de la aspiradora y el interior de este coche… Porque estoy dispuesto a apostar a que él…

La puerta de la casa se abrió. Yoram Benesh estaba ahí con la mano metida en la manga larga de una camisa azul. Se la abrochó despacio, dobló las mangas hasta debajo de los codos y se dio una palmada en las mejillas. Se había quitado los pantalones cortos y se había puesto unos largos.

– Entonces llevamos el coche a criminalística -concluyó Eli Bahar.

– ¿Cómo te lo vas a llevar? -murmuró Michael-. Sin su consentimiento sólo se puede hacer con una orden, ahora no tenemos tiempo de…

– Vosotros entrad -dijo Eli Bahar- y yo me encargo del resto.

– Y después no será procedente en el tribunal -dijo Michael-, ¿entonces qué habremos ganado?

– ¿Cómo dice nuestro amigo de información? ¿Quieres que sea procedente en el tribunal? No hay ningún problema, haremos que sea procedente -aseguró Eli Bahar y en su mirada verdosa brilló una evidente satisfacción-. Vosotros entrad y dejadme eso a mí, ¿vale?