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Lexie lo miró anonadada.

– ¿Casarnos?

Divertido por su reacción, se inclinó hacia delante y le rozó los labios con delicadeza.

– Sí. Casarnos. Ya sabes. Tú, yo, un cura -se echó hacia atrás y meneó las cejas-. Una luna de miel.

Ella no sonrió. En lugar de eso, lo miró con mucha seriedad.

– ¿Estás seguro de estar listo para ese tipo de compromiso?

Se llevó la mano al corazón.

– Estoy más que preparado para llevar a cabo un compromiso -sus palabras la hicieron sonreír-. Y, para demostrarte que voy totalmente en serio, te he traído esto -se metió la mano en el bolsillo trasero del pantalón y le pasó un sobre-. Ábrelo.

Lexie abrió el sobre y sacó el documento que contenía. Tras leerlo por encima, su expresión se volvió de total confusión. Eran las escrituras del terreno que tanto deseaba.

– Vaya… -dijo y se le llenaron los ojos de lágrimas-. No puedo creer que lo hayas hecho.

– Por favor, no llores… Hablaré con el agente. Debe de haber algún modo de invalidar el contrato.

Sin dejar de llorar, Lexie soltó una risotada nerviosa.

– Eres el hombre más romántico, considerado y maravilloso que he conocido en mi vida -dijo mientras la cubría de besos; se echó hacia atrás y le sonrió-. Me siento abrumada.

– Bueno, no sabes el peso que me quitas de encima. Y espero que esto termine con todas tus dudas, porque no pienso separarme de ti -la estrechó contra su cuerpo y sonrió- en mucho, mucho tiempo.

Ella contoneó las caderas, y Josh sintió un latigazo de deseo.

– No me oirás quejarme -murmuró ella.

– Me alegro que me lo digas. Pero no me has respondido oficialmente a mi proposición -la miró a los ojos-. Entonces, ¿qué dices, cielo? ¿Quieres ser mi vaquera?

Ella le dedicó una sonrisa pausada y sensual que a punto estuvo de provocarle un infarto.

– No sabes cuánto.

Jacquie D’Alesandro

***