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– ¿Pero y qué hay de todas esas razones que se me han ocurrido para no tener nada que ver con él?

– ¿Pero cómo puedes pensar en no tener nada que ver con un hombre que te provoca sudores metida dentro de una piscina? Estás de broma, ¿no? Has experimentado una reacción física perfectamente sana y normal hacia un hombre atractivo, y ya era hora. ¿Cuál es entonces el problema?

– Para empezar, no sé nada de él. No sé si está casado o soltero, o si es un asesino en serie en busca de su nueva víctima.

Darla le quitó importancia a sus palabras haciendo un gesto con la mano.

– Eso se puede remediar haciéndole unas cuantas preguntas. ¿Qué más?

Lexie vaciló.

– Es difícil de explicar. Supongo que me sorprende la reacción tan fuerte que he experimentado hacia él. Estoy rodeada de hombres atractivos todo el tiempo, pero no me entran ganas de arrancarles la ropa con los dientes.

– Eso es porque eres una persona decorosa, y porque hasta hace once meses estabas prometida a Tony. Es una sencilla cuestión de lógica. Hace casi un año que no estás con un hombre. Dios mío, Lexie, eso no es natural. Tu cuerpo está harto de tanta privación -señaló el queso fundido-. Si tuvieras sed, ¿qué harías?

– Tomar algo de beber.

– ¿Y si tuvieras hambre?

– Comer.

Darla se arrellanó en el asiento de vinilo con expresión triunfal.

– Exactamente. Tu cuerpo sabe lo que quiere. Y lo que necesita es una buena sesión de sexo apasionado con ese apuesto vaquero. Por lo que me has contado, parece divertido, y desde luego su estancia aquí es temporal.

– Lo sé, lo sé. Sin embargo, por muy tentador que me resulte todo eso, sigo dudando. ¿Cómo puedo acostarme con un extraño? Podría ser un loco.

– Y podría ser un cielo. No quieres casarte con él; piensa en él como algo transitorio. Llevas demasiado tiempo sin socializar. Y un vaquero que te enciende de ese modo es el hombre que necesitas en este momento -Darla se inclinó hacia delante y apoyó los codos en la mesa de madera-. Mira. Llevas penando demasiado tiempo por la ruptura con Tony…

– No he estado penando. He estado muy ocupada. Hay una diferencia -Lexie removió su bebida con la paja-. Sabes que no me arrepiento de haber terminado con Tony. Era un buen tipo, al menos hasta que se perdió en el esplendoroso mundo de los deportes de riesgo, pero no fui capaz de seguir viviendo con eso. Sin saber si iba a volver a casa de una pieza -se pasó las manos por la cara-. Ahora solo quiero un contable, un jardinero, un agente de seguros, un jefe de cocina. Se supone que una quiere envejecer junto a alguien, no por culpa de alguien. No puedo pasar por eso nunca más.

– Bueno, todo terminó ya entre vosotros dos -dijo Darla con expresión determinada-. Y finalmente has conocido a un hombre que te hace tilín. Si te preocupa el hecho de que no lo conoces, entonces intenta tratarlo un poco. ¿Cuánto tiempo va a quedarse en el complejo? -miró a Lexie significativamente-. ¿Lo habrás comprobado, no? Lexie se ruborizó.

– Sí, lo he mirado. Se ha registrado durante las siguientes tres semanas. Darla arqueó las cejas.

– Eso es bastante tiempo. Yo diría que podrías enterarte de todo lo que te hace falta de él tomando unas cuantas copas.

– No me ha invitado a tomar una copa.

– ¿Qué te pasa? ¿Te has quedado muda? Pídeselo tú. Invítalo a tomar una cerveza después de vuestra clase de mañana -hizo un gesto con la mano a su alrededor-. Tráetelo aquí, a La Sirena. Es acogedor y animado. ¿Y en el bar del complejo? Emborráchalo, acósalo a preguntas hasta que lo conozcas mejor; después haz con él lo que quieras -meneó las cejas-. Averigua si esa serpiente le dejó una cicatriz.

Lexie suspiró.

– No puedo creer que quiera ver otra cicatriz. Tony tenía más que mosquitos Florida. ¿Qué demonios me pasa?

– Nada. Simplemente lo deseas. Es normal. Acéptalo y ponte manos a la obra. Necesitas dejar de trabajar sin parar para divertirte un poco. Eres joven, guapa y soltera. Es el momento adecuado. Quiero decir, ¿cuándo pensabas tener una aventura? ¿Cuando seas una abuela? Invítalo a salir.

– ¿Y si no le interesa?

– Entonces es un imbécil y estás mejor sin él. ¿Te ha parecido que no tuviera interés durante la clase?

Lexie recordó cómo la había mirado, con tanta atención, y cómo le había acariciado el brazo.

– No, pero…

– Lex, lo peor que puede pasar es que salgáis a tomar unas copas y resulte ser un cretino, en cuyo caso dejará de parecerte atractivo. Lo más probable es que sea encantador, agradable e irresistible, y que viváis una aventura deliciosa durante un par de semanas -Darla le agarró y le apretó las manos-. No puede salir mal.

Lexie se mordió el labio inferior y reflexionó sobre las palabras de Darla. Josh Maynard había despertado en ella algo que llevaba mucho tiempo dormido. La ruptura con Tony, cuya creciente preferencia por las escapadas de riesgo en lugar de querer estar con ella, por no mencionar su repentina querencia a estar rodeado de manadas de admiradoras, había conseguido hacer que se sintiera rechazada, poco atractiva e inútil. Josh era el primer hombre que le había hecho sentir deseo desde entonces. Y el atractivo de un lío de vacaciones era que, en tres semanas, Josh se marcharía. No se lo encontraría en fiestas, ni en los locales de la ciudad.

Así que… ¿qué podría tener de malo invitarlo a tomar una copa? Era una manera tan buena como cualquiera de enterarse de si era tan atractivo como parecía. Tal vez después de charlar un rato con él decidiera que no era tan maravilloso. O tal vez decidiera que merecía la pena tener una aventura con él. Una cosa era segura: si no lo intentaba, jamás lo sabría. Y desde luego quería saberlo.

– De acuerdo -dijo Lexie-. Lo invitaré a tomar algo.

– Buena chica -contestó Darla, muy sonriente-. ¿Y cómo se llama ese cachas?

– Josh Maynard. Incluso suena a vaquero.

Darla frunció el ceño.

– Y también me resulta algo familiar -arrugó la boca y después se encogió de hombros-. Pero, no puede ser. No conozco a nadie en Montana. En realidad, jamás he conocido en persona a un cowboy auténtico.

– Ni yo -se le escapó una risotada-. Pero parece una ocupación bastante tranquila. Quiero decir… ¿qué se hace en un rancho? ¿Montar a caballo y colocar vallas? Al menos no es un loco por el riesgo, como Tony.

Darla se rió con ella.

– De verdad. Lo peor que le podría ocurrir al cowboy es que le doliera el trasero de tanto montar a caballo.

– Mmm. Una buena razón para darle un masaje.

Darla soltó otra risilla.

– ¡Viva! ¡Empiezas a hablar con cabeza, amiga!

Cuando Josh llegó a la piscina la tarde siguiente lo primero que vio fue a ella, a la ninfa acuática que se había deslizado por sus sueños y después ocupado sus pensamientos durante todo el día.

Antes de salir de la piscina, Lexie se hizo seis largos más. El bañador de una pieza que llevaba ese día era de lo más sencillo, pero Josh tuvo que disimular una mueca de pesar al notar la rápida reacción física que había experimentado al verla. Sin duda lo atraía como la miel a las moscas.

Cuando ella lo vio se quedó quieta. Durante varios segundos se limitaron a mirarse. A Josh el pulso pareció detenérsele esos segundos, para seguidamente iniciar un ritmo cardiaco. Ella se pasó la lengua por los labios, Josh tuvo que ahogar un gemido, y entonces sonrió.

– Hola, Josh. ¿Cómo estás?

¿Cómo iba a estar? Nervioso y caliente, y todo por culpa de ella.

– Bien, Lexie. ¿Y tú?

– Estupendamente.

Desde luego que sí. No sabía cuántos largos había nadado antes de llegar él, pero no parecía ni siquiera un poco cansada. Tenía unas piernas y unos brazos bien tonificados, y a Josh se le aceleró un poco más el pulso. No había nada que le gustara más que una mujer en forma y atlética, y aquella en particular era… caramba… era perfecta.