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La mañana del tercer día de su estancia en la ciudadela Shalune declaró por fin a su paciente en perfectas condiciones; lo que significó un gran alivio para Grimya, pues la curandera había mantenido a la muchacha bajo los efectos de sedantes y por lo tanto inalcanzable durante todo el tiempo que duró la recaída, y ésta era la primera vez desde la ceremonia de la cima del farallón en que la loba podía hablar con ella.

Grimya se sintió consternada al descubrir que Índigo apenas si recordaba nada de lo acaecido durante la ceremonia. En un principio se preguntó si no sería algún efecto secundario de las drogas administradas por Shalune lo que enturbiaba la memoria de su amiga, pero Índigo se mostraba demasiado lúcida para que tal teoría fuera posible. Sencillamente, no recordaba y, cuando escuchó

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el relato de la loba, se sintió profundamente preocupada.

—¿Dices que cambié? —Se encontraban a solas en la cueva mientras Shalune se ocupaba de otros asuntos, pero Índigo sospechaba que no disfrutarían de aquella intimidad mucho tiempo.

—No en lo rrreferente a tu as... pecto —respondió Grimya—. Pero percibí a alguien... o algo... diferente allí donde debiera haber estado tu mente. Y no me gussstó. Luego, cuando em... pezaste a hablar, supe que quien hablaba tampoco eras tú.

—¿Qué dije?

—No lo sé. No comprrrendí las palabras. Pero las mujeres se excitaron mucho, y hubo a... alegría.

—¿Qué era lo que Shalune había dicho mientras contemplaban la ceremonia del lago la tarde siguiente? «La Dama Ancestral está satisfecha de nosotras... Grimya vaciló y luego continuó—: Índigo, ¿has consultado la piedra-imán desde que despertaste? Porque temo que... —Se interrumpió al ver la expresión de su amiga, e Índigo asintió con seriedad.

—Sí, Grimya, la he estudiado, y confirma lo que ambas sospechábamos. El demonio está aquí en la ciudadela. Y tú crees que lo hemos encontrado, ¿no es así?

—Sssí —gruñó la loba en voz baja—. Creo que toma la forma de esta crrriatura que ellas llaman la Dama Ancestral. —Descubrió los dientes en un gesto de desasosiego—. También creo que fue ella la que penetrrró en tu mente cuando estabas sssentada en el trrrono de piedrrra. Olí a muerte, como a carne po... drrrida, y ella tiene mucho que ver con la muerte.

La idea de que un ser de esta naturaleza hubiera podido hacerse con el control de su mente, por breve que hubiera sido esta posesión, hizo estremecer a Índigo.

—Por la Madre, esto es una especie de locura —musito con apasionamiento—. ¡Yo no soy un oráculo!

—Las mujeres que viven aquí creen que sí. —Grimya titubeó un instante, para luego añadir—: Parece como si la Dama Ancestral también lo pensara.

De improviso, de forma espontánea, una imagen de unos ojos oscuros orlados de plata centelleó por un brevísimo instante en la mente de Índigo. La joven se sobresaltó, y Grimya levantó la cabeza con brusquedad al captar la momentánea perturbación en su cerebro.

—¿Índigo? ¿Qué sssucede?

—No lo sé. —La imagen había desaparecido, e Índigo meneó la cabeza—. Por un instante tuve la impresión que alguna imagen de lo ocurrido anoche volvía a mí, debo de haberme equivocado. —Sus ojos se desviaron en dirección a la entrada de la cueva—Ojalá pudiera hablar con Uluye. Si tan sólo pudiera hablar su idioma, podría hacerle comprender que no soy lo que piensa que soy.

Grimya pensó en las sacerdotisas de las lanzas que con sutileza pero también

con energía habían reforzado la voluntad de Uluye durante la ceremonia.

—No estoy sssegura de que fuera prrru... dente —dije Uluye posee un grrran poder aquí..., poder terrenal, quiero decir; no conozco ninguna otrrra clase. Sssi dices que no quieres ser su oráculo, no le gusss... tara. Puede ser una enemiga peligrrrosssa. Sería más prrrudente hacer lo que quiere, al menos por ahora. Además —añadió—, pueden existir otrrras razones para no decir nada. Sssi esta Dama Ancestral es el demonio, ¿en qué convierte esto a Uluye?

—No lo había pensado —respondió Índigo, mirándola con desazón—. ¡No se me había ocurrido siquiera! !

—No digo que Uluye sea perversa. Sólo digo que no lo sa... sabemosss.

—Y, hasta que lo sepamos, seríamos muy estúpidas del arriesgarnos a decirle cualquier cosa parecida a la verdad. Además, incluso aunque Uluye no esté directamente conectada con el demonio, dudo que consiguiéramos nada razonando con ella.

Índigo paseó la mirada por la bien equipada cueva, por el montón cada vez mayor de regalos y ofrendas traídos por los habitantes de la ciudadela durante los dos últimos días.

—Estas mujeres pueden festejarnos y concedernos todos los lujos, pero eso no cambia el duro hecho de que somos prisioneras aquí; y esto significa prisioneras de Uluye. Las sacerdotisas pueden venerar a su supuesto oráculo, pero tanto si son conscientes de ello como si no, su lealtad está ante todo con Uluye. El oráculo habla, pero Uluye interpreta y actúa, y, en su calidad de portavoz del oráculo, tiene poder absoluto sobre todo el mundo. —Sonrió torvamente y sin la menor alegría—. En el momento en que me proclamó nuevo oráculo, me convertí en la piedra angular de ese poder. No permitirá que ninguna disensión por mi parte comprometa su posición, y tiene guerreras suficientes a su servicio para asegurarse de que yo no disiento. De modo que, por lo que parece, no tengo más lección que someterme a su voluntad.

—Puede que no resulte tan mala idea después de todo, eso crees? —repuso Grimya bajando la cabeza—. Si estamos en lo cierto con rrrespecto al demonio, entonces, como oráculo, al menos has encontrrrado una forma de llegar cerca de él.

—Cierto; pero en muchos aspectos eso me preocupa más que cualquier otra cosa. ¿Recuerdas la maldición de los Bray y lo que pasó con ella? No me gustaría exponerme abiertamente a un poder como aquél una segunda vez.

Frunció el entrecejo—. No creo que pudiera resistir para ver por algo parecido otra vez.

—Lo siento —gimoteó Grimya en voz baja—. No era mi intención despertar recuerdos dolorosos.

—No, no; tienes razón en lo que dices. Es sólo que...

Suspiró—. No me malinterpretes, querida Grimya. Sé lo leal y fuerte que eres.

Pero, incluso con tu amor y tu apoyo, todavía desearía poder contar con otra aliada aquí. Si hubiera alguien en la ciudadela en quien pudiera confiar para que me ayudara en lo que tengo que hacer, me sentiría menos vulnerable.

Grimya permaneció en silencio unos instantes. Luego dijo:

—Quizá deberías hablar con Sha... lune.

—¿Shalune? —Índigo la miró sorprendida.

—Sssi. No es mi intención prrre... cipitarme, pero..., desde que volviste a enfermar, creo que me ha empezado a gustar. Mi instinto también me dice que no todo está bien entre ella y Uluye. Crrr... creo que no están de acuerdo en muchas cosas, y que Shalune preferiría ser la jefa aquí en lugar de Uluye. No conozco la palabra justa para el; pero pienso que ella es... mejor persona.

Acompañando esta afirmación surgió una imagen mental que combinaba la racionalidad, el sentido común y una voluntad de razonar sin dogmatismos, Índigo, que pensaba que escoger entre las dos sacerdotisas era cuestión decidir entre el menor de dos males, se sintió a la vez prendida e intrigada. Había supuesto que Shalune ocupaba el segundo puesto detrás de Uluye en la jerarquía religiosa; si, tal y como daba a entender Grimya, Shalune estaba descontenta con la jefatura de Uluye, entonces que era posible que la mujer resultara ser la aliada que necesitaban, Índigo no deseaba verse involucrada en una lucha por el poder entre las dos mujeres, pues ello pe acarrear demasiadas complicaciones, quizás incluso demasiados riesgos. Pero, si podía ganarse la confianza de Shalune, al tiempo que se mantenía aparte de cualquier disputa que pudiera estarse cociendo entre la mujer y superiora, evitaría al menos el peor de los riesgos.