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—Yo no diría que debas con... fiar en ella —dije Grimya—. No de momento. Pero creo que podrrría estar dispuesta a ser nuestra amiga, y mi instinto me dice que eso sería un buen comienzo.

—Tu instinto raras veces se equivoca, Grimya, y me inclino a confiar en él. Shalune es la aliada más improbable! que se pueda imaginar, pero intentaré ganarme su amistad. —Índigo volvió a dirigir la mirada hacia la entrada de la cueva—. Puede que sólo sea un pequeño paso. Pero, si la Dama Ancestral es el demonio que buscamos, podría ser un paso de vital importancia.

CAPÍTULO 6

Índigo contempló cómo Shalune tomaba con destreza un puchero situado sobre el hogar y empezaba a servir su contenido en dos recipientes de arcilla.

—Ésta es la primera ocasión que he tenido para poder decirte lo agradecida que te estoy, Shalune —dijo la muchacha en la lengua de la Isla Tenebrosa—. Debiera haberlo expresado antes, pero no sabía cómo decirlo de forma correcta en tu lengua.

Shalune alzó la cabeza y le dedicó una sonrisa.

—No hay nada que agradecer. Me limité a hacer lo que la Dama Ancestral me indicó; cualquier otra habría hecho lo mismo.

Índigo escuchó con atención mientras Grimya traducía en silencio las palabras y frases que no conocía. En estos momentos ya no eran demasiadas; llevaban quince días en la ciudadela, y, con la ayuda de la loba, había realizado rápidos progresos en su aprendizaje de la lengua de los habitantes de la Isla Tenebrosa. Devolvió la sonrisa a Shalune, preguntándose si podría aventurarse a hacer algunas preguntas que Uluye, al parecer, no estaba dispuesta a contestar con todo detalle.

Para empezar, no la habían requerido todavía para cumplir con sus deberes como oráculo por segunda vez. No podía negar ni por un momento que se alegraba de ello, pero a la vez también lo encontraba curioso. No obstante, cuando intentó preguntar a Uluye sobre ello, la mujer se limitó a encogerse de hombros por toda respuesta y decir que esto estaba en las manos de la Dama Ancestral.

Tal vez Shalune fuera más comunicativa, así que Índigo inquirió:

—Shalune, ¿puedo hacerte una pregunta?

—Pregunta. —Entonces la sacerdotisa lanzó una risita ahogada—. Aunque debería ser yo quien preguntase, ¿no? ¡Tú eres el oráculo después de todo!

—Es lo que todo el mundo dice. Pero, desde esa prime noche, no se me ha pedido que vuelva a hablar. —Hizo una pausa, para luego seguir—: Me he estado pregunta do cuándo llegará esa próxima ocasión.

—Nosotras no podemos predecirlo —respondió Shalune—. Es la Dama Ancestral quien escoge el momento el lugar para su siguiente revelación, no nosotras. Volver a hablar a través de ti cuando tenga algo que decir, no antes. Pero no te preocupes —añadió, dedicando de nuevo a Índigo su sobrecogedora y feroz sonrisa—. Cuando llegue el momento, ¡tú lo sabrás antes que nadie!

Animada por el buen humor de la mujer y su disposición a hablar, Índigo preguntó:

—Pero ¿qué sucederá si ese momento no llega, si estáis equivocadas y yo no soy el oráculo después de todo?

—Eso no es posible —repuso Shalune con expresión desconcertada—. Lo eres.

—¿Cómo podéis estar tan seguras?

—Porque las señales eran inequívocas, claro está. Uluye te habrá hablado sin duda sobre las señales...

—No —negó Índigo meneando la cabeza—. Intenté preguntar, pero..., bien...

Shalune vaciló un momento, como si no estuviera muy segura de lo franca que podía atreverse a ser; luego se encogió de hombros.

—Uluye puede haber tenido sus motivos para no hablar. Pero yo no tengo ninguno. Las últimas palabras de la Dama Ancestral a través del antiguo oráculo fueron que debíamos viajar hacia el sudoeste en nuestra búsqueda, y que encontraríamos a la persona escogida resguardándose de una fuerte tormenta. La persona elegida, dijo el oráculo, un tendría a un animal como compañero, y nuestra primera prueba sería salvarle la vida con nuestras artes curativas y nuestra magia. —Volvió a encogerse de hombros—.

¿Cómo es posible que los dos seres que buscábamos no seáis tú y Grimya? A menos que seáis un hushu que intenta engañarnos, ¡y a estas alturas ya lo habríamos descubierto! —finalizó concuna risa gutural.

—¿Un qué? —inquirió Índigo, contemplándola con fijeza.

—¿No sabes lo que significa hushu? —Shalune se quedó inmóvil con el cucharón en el aire y una peculiar expresión en el rostro.

También Grimya parecía perpleja, por lo que Índigo se vio obligada a mover la cabeza, negativamente.

—No había oído esta palabra en mi vida.

—Ah. Bueno, quizá sea mejor que siga así; te ahorrará momentos desagradables. De todos modos, no tienes que preocuparte por los hushu ahora que estás a salvo aquí. —Sonrió de nuevo mostrando toda la dentadura—. Me enorgullece haber sido yo quien te encontró. La Dama Ancestral está complacida conmigo, y esto me proporciona mucho ches.

«He oído esta palabra», la informó Grimya en silencio. Significa que las otras mujeres ahora la respetan más que antes.» Con buen juicio, añadió: «Creo que eso no complace mucho a Uluye».

«Desde luego que no...», se dijo Índigo, conteniendo una sonrisa.

Ignorante de la conversación que tenía lugar entre las dos, Shalune depositó un cuenco frente a Índigo y otro en el suelo frente a Grimya.

—Basta de preguntas por ahora —declaró con firmeza—. Come, o no tendrás tiempo de disfrutar de tu comida antes de que empecemos a prepararnos para la ceremonia de esta noche.

Se levantó para marcharse, pero Índigo la detuvo.

—Shalune..., una última pregunta. ¿Qué tendré que hacer esta noche? No sé nada sobre la ceremonia, ni tampoco por qué tiene lugar. —Esperando que no sonara a falso, añadió—: No quisiera cometer ningún error y fallaros.

La mujer frunció el entrecejo y su boca se curvó brevemente en una pequeña

mueca de irritación.

—¿Uluye tampoco te habló de esto? Ah... Bueno, pongo que no importa. Ésta es la Noche de los Antepasados, la noche de la luna llena. Mucha gente de los pueblos de los alrededores vendrá hasta el lago para tomar parte. Todo lo que tienes que hacer es ir hasta la orilla del lago y que te vean. Nada más. No hables; limítate a mirar, y a dejar que la gente que llevemos ante ti te toe la túnica para que les dé buena suerte, igual que sucedió en el viaje hasta aquí.

—Comprendo, —Índigo se sintió aliviada, aunque llena de curiosidad sobre la naturaleza de la ceremonia y significado—. Gracias.

—Come ahora —sonrió Shalune—. Regresaremos pronto.

La cortina descendió a su espalda, e Índigo volvió atención a la comida. Era una de las muchas peculiares rarezas de este culto el que no estuviera permitido que comiera con el oráculo, ni lo viera comer. A Índigo le preparaban la comida —no se le permitía, como no había dado en descubrir, hacer más que lo mínimo por misma—, pero contemplar cómo la ingería era tabú.