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—Entonces eres una estúpida. —Uluye se puso en pie y volvió a pasear—. Existe un defecto en ella, Shalune, y no me gusta. La Dama Ancestral habla a través de ella, pero después de ello Índigo no recuerda nada de lo su cedido.
—Sabía que tuvo un fallo de memoria durante la entronización en el templo — respondió la otra frunciendo el entrecejo—. Pero eso era de esperar; estaba agotada, no se había recuperado por completo de la fiebre. Te dije cu esa ocasión que esperabas demasiado de ella tan pronto. —Sus oscuros ojos centellearon—. Con el mayor de los respetos.
Intercambiaron una mirada de mutua antipatía, y Uluye frunció el labio superior.
—No me refiero a la ceremonia de entronización. Hablo de anoche. Y también de esta mañana.
Sus palabras cogieron a Shalune por sorpresa.
—¿Esta mañana? —repitió—. ¿Qué ha sucedido esta mañana?
En otras circunstancias, Uluye habría disfrutado en su fuero interno al revelar algo que Shalune desconocía; sin embargo, en estos momentos estaba demasiado preocupa da para observar siquiera la expresión mortificada de la gorda sacerdotisa.
—Al amanecer —relató—, mientras tú todavía roncabas, fui hasta la orilla del lago y encontré a Índigo paseando allí. Mientras hablábamos, la Dama Ancestral se puso en contacto con ella.
Shalune lanzó una exclamación ahogada.
—¿Qué dijo?
—Ese es el problema. No dijo nada. O al menos, nada que Índigo esté dispuesta a decirme.
—¿Quieres decir que te ocultó el mensaje de la Dama Ancestral? —preguntó Shalune, mirándola perpleja.
—¡No, claro que no! No se atrevería a hacer tal cosa. Quiero decir que ella ni siquiera sabía lo que le acababa de suceder. La Dama Ancestral penetró en su mente sólo unos instantes, y después Índigo no era consciente de que eso hubiera sido así.
Shalune revolvió el contenido de la marmita, que empezaba a humear.
—¿No estaría fingiendo? Si el mensaje que se le transmitió contenía algo que pensó que a ti no te gustaría escuchar...
—¿Cómo podía llegar a tal conclusión? —replicó Uluye, desdeñosa—. Además, yo lo sabría. Yo lo sabría. No «ay duda alguna, Shalune. La Dama Ancestral se comunicó con ella, pero ella fue incapaz de transmitir lo que : le había dicho. Eso significa..., sólo puede significar... que algo no funciona nada bien.
Shalune retiró el recipiente del fuego y vertió cuidadosamente el humeante líquido en dos copas altas. Uluye Ornó una sin dar las gracias y la sujetó con ambas manos; Inspirando el fragante vapor, clavó los ojos pensativa en la entrada de la cueva.
—¿No recuerda nada? —inquirió por fin Shalune—. ¿Ni O más mínimo?
—Ni lo más mínimo. Eso, como estoy segura que no necesito recordarte, es inaudito. Y creo que algo en el interior de Índigo obstruye su memoria y le impide ser consciente de lo que hace. —Tomó un sorbo de la bebida y empezó a pasear otra vez—. Supongo que debemos dar por Atentado que no cometiste algún error estúpido y trajiste contigo a la candidata equivocada.
—Seguí las señales, Uluye —respondió la interpelada, roja de rabia—, como tú bien sabes. La Dama Ancestral dejó bien claro que...
—Muy bien, muy bien; no es mi intención arrojar ninguna duda sobre tu muy encomiable eficiencia. Así pues, aceptamos que es el oráculo elegido y que la Dama Ancestral ha penetrado en su espíritu. Pero ¿qué más mora en su interior? ¿Qué es lo que obstruye la puerta de comunicación de su mente entre este mundo y el mundo de los espíritus? Pudiera ser que la señora hubiera considerado necesario depositar un defecto en ella, como una prueba de nuestra habilidad para encontrarlo y corregirlo, pero, no sé por qué, no lo creo. El defecto tiene su origen en la misma Índigo, en su voluntad. Intenta combatir el poder de la señora, ¡y esto es una blasfemia que no podemos consentir!
—¡Uluye, me es imposible creer que Índigo sea malvada! —exclamó Shalune, consternada.
—¿Malvada? —La sacerdotisa giró sobre los talones bruscamente y clavó los ojos en la otra mujer—. No he dicho que sea malvada. Pero hay que encontrar esa imperfección suya, pues, hasta que así sea, continuará sin cumplir con su deber para con nuestra señora. —Levantó su largo índice en dirección a Shalune—. Tú eres nuestra curandera mayor a la vez que mi delegada. Tienes que ayudarme a encontrarla, y a erradicarla.
Shalune la miró por encima de sus gruesas y espesas cejas.
—Eso es más fácil de decir que de hacer, Uluye. Si estás en lo cierto —el énfasis era sutil pero claro— y existe algo en su interior que intenta obstruir la influencia de la señora, no puedo ni imaginar cuál pueda ser su naturaleza.
—En ese caso, tendrás que buscarlo con mucha más celeridad. —Uluye terminó su bebida, dejó la copa vacía y dedicó a su subordinada una mirada severa—. Parece que te considera una especie de amiga, de modo que sugiero que aproveches todo lo que puedas su confianza. Te ordeno que la vigiles, y me informes de inmediato de cualquier cosa fuera de lo corriente.
—¿Y si no descubro nada? —inquirió Shalune, encogiéndose de hombros.
—Si no descubres nada —Uluye apretó los labios—, me veré obligada a adoptar otras medidas. Si todo lo demás fracasa, existe aún otra opción: llevar la cuestión ante la Dama Ancestral en persona.
Shalune levantó la cabeza con una sacudida.
—Quieres decir, enviarla...
—Sí.
—¿Pero cómo? Algo así sólo puede hacerse cuando existe una razón de peso, o de lo contrario nos arriesgaremos a provocar la cólera de la Dama Ancestral sobre todas nosotras.
—Hay una razón de peso; o la habrá. La prueba de iniciación de Yima.
—¿Yima? —Shalune estaba horrorizada—. ¡Pero si sólo tiene dieciséis años...! ¡Es demasiado joven! —Yo no era mucho mayor cuando pasé la misma prueba. —Uluye esbozó una desagradable sonrisa entonces, para decir—: ¡Ah!, lo olvidé... Originalmente tú venías de fuera ¿verdad? Mi prueba se celebró antes de que te unieras nosotras.
Shalune enrojeció, como si Uluye hubiera tocado un tema doloroso.
—Cualesquiera que fueran las circunstancias entonces, Yima no es más que una criatura. —Es mi hija. Y ahí está la diferencia, igual que estuvo cuando mi madre decidió que era mi hora. —Uluye dirigió una mirada llena de astucia a la gordezuela sacerdotisa—por qué te opones a que su iniciación tenga lugar antes lo planeado en un principio? ¿La consideras no apta a sucederme cuando se me llame a un mayor servicio la Dama Ancestral?
—Claro que no —respondió Shalune, dedicándole una airosa mirada—. Siempre he aprobado sin reservas la elección de Yima como nuestra próxima Suma Sacerdotisa, como muy bien sabes. Sencillamente me preocupa que no preparada todavía para enfrentarse a la prueba de la iniciación.
—Eso —replicó Uluye con aspereza— no es asunto tuyo, ¡«no mío. Yo decidiré el momento de llevar a cabo la iniciación, y Yima estará lista.
Shalune realizó un gesto de asentimiento, aunque estaba claro que no le gustaba. —Se hará como desees, desde luego. —Exactamente. Y, como es tradicional, el oráculo la acompañará en su viaje. —Los negros ojos centellearon—.¡Entonces se acabará para siempre ese defecto en el interior de Índigo! ¡La señora lo sacará al exterior y lo destruirá! —Avanzó en dirección a la entrada—. Te dejo ahora; tengo otros asuntos de los que ocuparme. Recuerda lo que he dicho, Shalune: vigílala, investiga todas las pistas, y mantenme informada.
—Sí, Uluye.
Al llegar junto a la cortina, la sacerdotisa se detuvo y volvió la cabeza.