– ¿La echas de menos, Krissie? ¿Echas de menos a Zoe? Supongo que no era amiga de tu mamá, seguro que no. Pero era una amiga buenísima de sus amigos.
Jacky hablaba con vehemencia. No se me ocurrió cómo responderle. No le había dicho mi apellido -¿o sí?-, pero su pregunta parecía sugerir que sabía quién era. Al cabo de un momento se inclinó bruscamente desde la silla para buscar algo a tientas en un armario y se apoderó de una botella de ron jamaicano; luego vertió un chorro de líquido oscuro en su taza y bebió con avidez. Sonrió después, aliviada. Sonrió y me hizo un guiño. Desde más cerca vi ya que el carmín de los labios estaba mal aplicado y rotas y desiguales las uñas, nada parecido a la perfección característica de Zoe Kruller.
Por West Ferry cruzó pesadamente un volquete. La casa vibró como un ser vivo que se estremeciera. En algún sitio, calle arriba, unos muchachos gritaban. Era aquél un barrio de ruido, de sonidos continuos: un barrio mixto, como mi madre diría con pretensiones de objetividad. Un barrio poco seguro.
Jacky miraba ahora por encima de mi cabeza, distraída. Le parecía necesario no parar de hablar:
– … ¿once, has dicho? ¿O… doce? ¿Y vives fuera… junto al río? ¿Hurón Road?
Me dolió darme cuenta de que a Jacky DeLucca más que yo le interesaba mi presencia en su casa. Daba la sensación de que quería estar acompañada a cualquier precio.
– La señora Kruller, la persona que vivía aquí, y que murió, era amiga de mi madre -hablé de pronto, con tono desafiante. No tengo ni la menor idea de por qué aquellas palabras salieron de mi boca-. Sí. Era amiga.
– Ah… ¿amiga? Vaya… estupendo.
– Mi madre se llama Lucille. Lucille Diehl.
– Diehl. Ah.
Jacky me miró con los ojos muy abiertos. Ojos sorprendidos y desconfiados. Como mirarías a alguien que te acaba de desconcertar al decir algo del todo inesperado y muy poco probable.
– Eres su hija, ¿no es eso? «Diehl.»-Mi padre se llama Eddy Diehl.
– Sí. «Eddy.» Yo también lo conocía, conozco a Eddy.
Con mano torpe se sirvió más ron en la taza y bebió. Yo estaba esperando a que me ofreciera ron, pero no lo hizo. Su rostro era tan asombroso en su glamour emborronado, con tiznones, con un algo de payaso, sus ojos tenían una viveza tan vidriosa, que resultaba molesto mirarla, como una fotografía demasiado cerca de los ojos, pero también imposible mirar en otra dirección. Me recordaba a una de las tías de mi madre de más edad, viuda, una mujer desconsolada sin remedio por la pérdida de su marido, a quien yo apenas conocía; una mujer siempre necesitada de atenciones, de afecto. No bastaba con que tía Marlene te abrazara una vez, tenía que abrazarte dos, tres veces. No había manera de llenar el vacío de su corazón, así que al final te apartabas de ella, salías corriendo, le decías Déjame en paz, te aborrezco excepto que no eras tan cruel, y no aborrecías a tía Marlene, tan sólo a su terrible desamparo. Y allí estaba Jacky DeLucca respirando ruidosamente, apretándose el pecho con la mano como una mujer ofendida en una película en blanco y negro. Pese a los olores de la cocina percibía el aroma, mezcla de perfume y sudor, de la carne de Jacky, de su ropa, que necesitaba ser lavada; olía también el ron, un aroma que me pareció dulce, empalagoso y exquisito. Pensé También es amiga de papá. Papá ha estado aquí, donde estoy ahora.
Durante todo aquel tiempo bebía el chocolate que Jacky había calentado en el fogón y que era un preparado comercial. Después, durante horas, la boca me latiría con un dolor agradable.
– Zoe era mi mejor amiga, ¿sabes? Zoe era como una hermana para mí. Nos conocíamos desde… ¡Jesús! Años y años. Antes incluso de que se casara. ¡Ah, aquel Delray Kruller! Viéndolo ahora nunca te imaginarías cómo era Delray entonces, Zoe y él, ella no tenía más de quince o dieciséis años cuando se conocieron, y estaba loca por él y Delray también estaba loco por ella excepto… ya sabes… esos tipos con mezcla de razas… se dice que tienen lo peor de la sangre de los indios seneca, que se pueden volver más locos que nadie y dan muchísimo miedo, y lo peor de los blancos, de nosotros; la raza blanca también está muy loca, ¿sabes?… como… ¿los nazis?, ¿alemanes?, ¿vikingos, no es eso? No tienen inconveniente en colgarte por los pies y encender una pira… un fuego… en el nombre de la religión, o de lo que sea… -Jacky perdió pie, sin saber muy bien de qué era de lo que estaba hablando; luego se acordó-: ¡El tal Delray! Era más guapo que nadie, la cara india de rasgos muy marcados, y el pelo negro de los indios que es tan sexy, te sorprenderás cuando te diga que era… que es… sólo una cuarta parte indio… eso es lo que Zoe decía… el padre de Delray era alguna clase de… ¿austriaco?… ¿parecido a alemán?… «Kruller» es algún tipo de… no lo recuerdo, pero Delray por ese lado no es un indio seneca, eso es seguro. Y Zoe, siempre ha sido tan guapa, al menos para mí, una cerda gorda como yo, Jesús!… allí estaba Zoe como una especie de… cómo se dice… hada… con alas… sólo revoloteando… no serías capaz de apresar nada así con las manos… quiero decir que tendrías que agarrarlo, y apretar mucho, porque de lo contrario se escaparía. Había gente… todavía hay… que nunca creyó que Zoe fuese nada del otro mundo, con todas esas pecas. Los dos, en la Harley-Davidson tic Delray. Zoe es un poco más joven que yo. Era joven de verdad cuando ligaron, puede que Delray «se saltara» alguna norma… alguna ley… creo que se llama violación «estatuaria»… quiere decir que la chica es menor de edad… por eso es un delito… pero Zoe desde luego quería, estaba loca por casarse, le apetecía quedarse embarazada con el bebé de Delray, fue para ella como encontrar a Cristo en tu corazón, ¿sabes? Como para otras personas encontrar a su salvador en el corazón, así fue para Zoe, el porqué de que se casara con tan pocos años, dejara de estudiar y tuviera a su hijo, Aaron, tan joven… si los hubieras visto a los dos hace unos años, habrías pensado, seguro, que el chico era su hermano, no su hijo. Quiero decir que nunca pensarías que Zoe pudiera tener un hijo tan mayor y tan grande como Aaron -hizo una pausa, sonriendo. Luego se sirvió más ron y bebió despacio.
Volvió a oírse ruido de gritos en la calle, pero Jacky no pareció oírlo.
– Es cierto, Zoe y yo no fuimos siempre amigas. Zoe y Jacky no fueron siempre «hermanas». Los hombres se interponen en determinadas circunstancias. Una vez que Zoe dejó a Delray, y que las cosas no funcionaron con… ya sabes… Eddy Diehl… una vez que aquello tampoco funcionó como ella había pensado… hubo tensión entre nosotras en lo relacionado con los hombres. Porque siempre había un hombre… siempre había hombres… interesados en Zoe. Tenía una veta alocada, nadie me puede echar la culpa a mí. Una vez que se subió al escenario y se puso a cantar y el público estaba feliz con ella, le costaba demasiado trabajo decir que no. Si preguntas quién hizo que Zoe empezara con las drogas, no fui yo. Ni tampoco tengo la culpa de que bebiera mucho. Quiero decir que ya bebíamos en el instituto, los chicos nos abastecían. Nos proporcionaban hierba, anfetas, cocaína. Crack, no… eso vino después. Ahora los chicos de instituto consumen esa porquería, pero nosotras, no. Bebíamos cerveza y perdíamos el conocimiento. Fumábamos hierba y perdíamos el conocimiento. Éramos lo más parecido a… ¡hippies! Unas inocentes, si quieres saber la verdad. Crecí a menos de un kilómetro de Zoe, en North Fork Road. Íbamos juntas a la parada del autobús que nos llevaba a clase. Más adelante hubo tipos que nos llevaban en coche a las dos. Zoe podía ser la cosa más dulce del mundo, pero un poco retorcida. Nunca explicaba lo que quería pero siempre se salía con la suya. Algo así como el camino de un sacacorchos. Su familia eran los Hawkson. Podrían haberse ocupado de ella (cuando más o menos se desmoronó y vino aquí a vivir conmigo) pero no quisieron. La consigna en el caso de Zoe era «lavarse las manos». ¡Los muy cabrones! Se dicen cristianos, presbiterianos, la peor especie de santurrones. Bueno, Zoe hizo cosas que yo no hubiera hecho nunca… rompió promesas a determinadas personas que yo no habría roto nunca… Tenía una manera peligrosa de pensar que, como era muy sexy, como era guapa y una cantante de country con su grupo, se le iba a perdonar hacer cosas que otras, quizá no tan guapas, quizá con una figura no tan sexy ni con tan buena voz, nunca haríamos -Jacky dejó de hablar unos instantes, agitando la cara, de mejillas anchas, con el aire de satisfacción de un bulldog. Luego continuó, alzando la voz, como si se enfrentara con sus acusadores-: Hay gente que me culpa a mí, la maldita familia de Zoe me acusa a mí de ser quien la metió en las drogas duras… heroína… ¡Dios del cielo! Eso sí que es un chiste. Malditos hipócritas… ¿hipócritas?… Diciendo esas cosas sobre mí a la policía, citadas en el condenado periódico, salen de la comisaría y dicen… esa «amiga» de Zoe Kruller… esa tal Jacqueline DeLucca… es la responsable de que Zoe «se echara a perder». ¡Sandeces! ¡Es una mentira tan burda, tan cruel! Lo que pasó entre Del y ella, fuera lo que fuese, ¿cómo pude tener nada que ver con eso?… o cuando Zoe dejó su empleo en la granja porque estaba más aburrida que una mona, dijo, cuando aseguró que el olor de la leche le daba ganas de vomitar, por no decir nada de que nunca te daban propinas en un empleo como ése cuando la mitad del tiempo has de atender a unas condenadas