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Nicky se puso a soltar vivas. Roberta estaba igual de emocionada, pero permaneció callada, para que se notara que era ya mayor. Veinte minutos después, Alex se detuvo frente a la fachada del edificio de las oficinas del parque.

– ¡Eh! ¡Ahí están nuestros padres! -exclamó Nicky, bajando la ventanilla-. ¡Hola, papá!

– ¡Hola, papá! -dijo Roberta.

Los dos hombres se acercaron al autobús. Alex abrió la puerta y ellos subieron con una sonrisa. Chase abrazó a su hija.

– Parece que te lo has pasado en grande, ¿eh?

Roberta asintió con la cabeza.

– Es el día libre de Alex. Le pedimos que nos llevara a dar una vuelta en su microbús.

– ¡Sí! -exclamó Nicky muy entusiasmado-. Ella sabe más que todos los rangers juntos. Nos ha dicho que tenemos en el parque árboles tan grandes como cohetes espaciales.

El niño tenía una sonrisa contagiosa. Vance no cabía en sí de satisfacción.

– Tienes razón hijo, Alex es muy inteligente. Por eso forma parte de nuestro equipo y por eso tengo que hablar con ella. ¿Por qué no te vas a casa con Chase y Roberta? Yo estaré allí en unos minutos.

– Como tú digas, papá. ¡Gracias, Alex! Ha sido muy divertido. ¿Nos llevarás otra vez?

– Claro que sí.

– Has sido muy amable, Alex. Muchas gracias -dijo Roberta dándole un abrazo.

– No hay de qué -respondió ella.

Los niños y Chase se marcharon. El jefe Rossiter subió al microbús y se sentó en la primera fila junto a ella.

– Gracias por el mensaje. Y gracias también por la tarde tan feliz que le has hecho pasar a Nicky.

– Yo también me lo he pasado muy bien con ellos. Nicky es encantador.

– Sí, yo opino igual -dijo él sonriendo-. Ahora dime, ¿cómo les va a tus voluntarios?

– Mejor de lo que había pensado. Y todo gracias al ranger Hollis -respondió ella, y le explicó la conversación que había tenido Cal con Lusio y Mika.

– Ha hecho lo que debía hacer. Me alegra que se involucre en esta clase de asuntos. ¿Alguna información más?

– Bueno, tenía intención de llamar a Beth por la mañana para concertar una reunión con usted.

– Bueno, ahora que estoy aquí ya no hace falta. Cuéntame de qué se trata.

– Me preocupan un par de cosas. Brock Giolas, el nuevo monitor del grupo de Crane Flat, no parece que encaje con el perfil habitual de las personas que trabajan aquí. Es un tipo con unos modales algo… bruscos. Lo primero que quería saber era si el ranger Hollis y yo éramos pareja. Soltó la pregunta así de sopetón si ninguna delicadeza.

– Si yo estuviera soltero quizá te habría hecho también la misma pregunta.

– Usted no se parece en nada a él -dijo Alex con una sonrisa-. Usted tiene un carácter amable y toda la gente le aprecia y le respeta. Brock a veces es grosero. Por supuesto, es sólo una impresión, pero aún sigo preguntándome cómo consiguió que le contrataran. Es un fotógrafo de Las Vegas que trabaja como free lance en su tiempo libre. Si yo fuera un turista en apuros, sería a él al último al que pediría ayuda.

Mientras ella hablaba, Rossiter fue tomando notas en una libreta que sacó de un bolsillo.

– ¿Alguna cosa más?

– Ralph Thorn es uno de los monitores de Sugar Pines que estuvo ya aquí el verano pasado. Me propuso ayer que lleváramos a nuestros grupos a Tenaya Lake para se fueran haciendo amigos -comenzó Alex, y le explicó el incidente de Lusio y Mika con el chico del otro grupo-. Me pidió que me quedara al cuidado de su grupo mientras él se iba con Steve Minor. Pensé que sería sólo cosa de unos minutos.

– ¿Y cuanto tiempo tardó en volver? -preguntó Rossiter.

Dos horas y media -el jefe frunció el ceño al oírlo-. Después de media hora, empecé a pensar que podría haber pasado algo y le llamé por teléfono, pero tenía el móvil apagado.

– Algo sospechoso, ¿no te parece?

– Sí. De hecho, estaba muy preocupada. Tenía en ese momento a mi cargo a los treinta chicos de su grupo, además de los míos. Si hubiera ocurrido algo, no sé si habría podido solucionarlo yo sola. Llevábamos ya mucho tiempo esperando, algunos chicos tenían hambre y querían volver a Sugar Pines. Creo que Ralph quebrantó una de las normas básicas que nos enseñaron en el curso de orientación.

– Tienes razón.

– Y también hizo caso omiso de la regla que prohíbe que un monitor se quede a solas con un menor. Tenemos esa misma regla en Hearth & Home. No estoy acusando a Ralph de nada, pero si hubiera habido un problema de ese tipo, Steve habría estado a su merced.

– ¿Y qué hiciste? -preguntó Vance.

– Estaba a punto de telefonear al ranger Sims para que viniera a ayudarme cuando Ralph apareció. Le pregunté por qué no había respondido a mi llamada y dijo que había perdido su iPhone en algún lugar y habían estado buscándolo y que por eso habían tardado tanto -dijo Alex, con un manifiesto tono de reproche-. No me convenció su explicación. Un teléfono puede reemplazarse por otro. Si lo hubiera perdido, debería haber vuelto al lugar donde le estábamos esperando. Podría haber vuelto luego a buscarlo después de acabar su servicio. En ese momento no le quise hacer más preguntas para que los chicos no pensaran que le estaba interrogando.

– ¿Podrías describirme la zona donde ocurrieron los hechos? -preguntó Vance.

Alex le detalló lo mejor que pudo el área de Tenaya Lake donde habían acampado.

– Le pediré a Chase que abra una investigación. Le diré que hable con Steve antes de tomar ningún tipo de acción contra Ralph, y le diré también que tenga cuidado para no involucrarte a ti en el asunto.

– Se lo agradezco -dijo ella, suspirando aliviada.

– ¿Algo más?

Alex se mordió el labio inferior.

– Bueno hay una cosa… pero lo más probable es que no sea una tontería.

– Déjame que sea yo quien lo juzgue.

– La otra noche, cuando Cal llegó a Sugar Pines con el ranger Sims para darles una charla a los chicos, Ralph hizo un comentario acerca de que el ranger Thomas estaba en contra de la idea de introducir perros de raza Carelia en el parque. Añadió que los experimentos que se habían realizado en el estado de Washington con ese tipo de perros no habían dado ningún resultado positivo. No sé por qué, pero me dio la impresión de que tenía algún interés por desprestigiar a Cal. Luego me preguntó si el ranger Hollis y yo teníamos alguna relación.

– Ya son dos los que te encuentran atractiva.

– Pero ninguno de ellos se comportó como un joven normal que espera conseguir una cita -alegó ella.

– Comprendo. ¿Sabes alguna cosa más sobre Ralph?

– Parece que trabaja como psicólogo en la escuela pública de Torrance durante el resto del año. Los otros dos voluntarios de Sugar Pines me dijeron que era un tipo agradable, pero que el año pasado les pareció bastante reservado. Eso es todo lo que sé hasta ahora.

Vance terminó de hacer sus anotaciones y se volvió a guardar la libreta en el bolsillo.

– Muy bien, Alex, esto es lo que esperaba de ti cuando te contraté. ¿Dónde está Ralph ahora?

– No estoy segura. Cuando nos separamos ayer en el lago, yo seguí con mi grupo hacia Tioga Pass y no le he vuelto a ver desde entonces.

Alex pudo percibir un gesto de recelo en la mirada del jefe.

– ¿Les gustó a los chicos?

– Mucho. Estaban muy contentos cuando llegamos anoche al complejo de Tioga Pass.

– Bert Rodino dice que están trabajando muy bien y con mucho entusiasmo -dijo Vance levantándose del asiento-. Tanto ellos como tú estáis haciendo una gran labor. Seguid así.

– Todos le estamos muy agradecidos por habernos dejado venir a este sitio tan maravilloso.

Rossiter se bajó del microbús y la saludó con la mano mientras ella partía hacia Sugar Pines.

Durante todo el tiempo que Alex había estado hablando con el jefe Vance, había tenido la mente puesta en Cal. Necesitaba pensar en otra cosa para no volverse loca.