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– Si me disculpan, voy a ver a los chicos y a telefonear a sus padres. Deben de estar intranquilos tras la noticia del terremoto.

– Creo que Lonan ya se ha encargado de eso, Alex. Antes de irme, quiero que sepas que me gustaría hablar contigo en mi despacho el próximo viernes. Digamos, a mediodía. Tendremos un almuerzo de trabajo mientras hablamos.

Telford la había estado mirando mientras hablaba, como si Cal no estuviera presente. Ella no sabía qué pensar, pero no podía rechazar una invitación del superintendente.

– Allí estaré. Buenas noches, Bill.

Dirigió una rápida mirada a los dos hombres y se apresuró a entrar en el albergue, deseosa de alejarse de Cal. Después de lo que le había dicho en su casa no quería quedarse a solas otra vez con él.

– Espera, Alex… -la voz de Ralph, acercándose a ella, la sacó de sus amargos pensamientos-. ¿Dónde te habías metido? No sabes lo emocionante que ha estado esto…

Tras su charla con Vance, tenía que ser muy comedida para que Ralph no se diera cuenta de que había elevado al jefe una queja sobre él. Después de todo, tenían que convivir en el albergue el resto del verano.

Aunque parecía sentir un interés personal por ella, Alex estaba convencida de no se trataba de atracción física sino de alguna otra razón misteriosa. Tuvo la sensación de que la había visto llegar con Cal hacía unos minutos y andaba buscando saber cosas de él. ¿Por qué? Quizá consiguiese descubrir sus intenciones si obraba con habilidad.

– ¿Sabías que Sergei se ha herido una pata?

– Alguien lo mencionó -dijo él apretando los dientes.

– Por eso estuve allí, tratando de tranquilizar al perro mientras Hollis le suturaba la herida. Durante la operación, sentimos el temblor. ¿Están bien tus chicos?

– Algunos se pusieron nerviosos, pero están todos bien.

– Me alegro. Yo aún tengo que ir a ver a los míos.

– Me gustaría decirte una cosa antes. ¿Qué te parece si preparáramos otra excursión para el próximo sábado? Creo que la experiencia de ayer fue muy positiva para los chicos.

– No para todos -le recordó ella.

– Le dije a Steve que tenía que pedir perdón a esos chicos y ya lo ha hecho. Así que cabe esperar que, en adelante, no tengamos más contratiempos.

– Me alegra oírlo. ¿Y en qué lugar has pensado para la excursión?

– En el Hetch Hetchy Valley. Podríamos ir al mirador desde el que se domina todo el valle.

Alex había estado allí muchas veces. El lugar parecía una réplica del Yosemite Valley. Estaba poblado de osos y serpientes de cascabel.

– Es uno de mis lugares favoritos. Ya hablaremos de ello durante la semana -dijo ella.

– ¿Qué te parece si jugamos de nuevo a las cartas mañana por la tarde?

– De acuerdo. Nos veremos por la mañana en el desayuno.

Ralph resultaba simpático, pero ella sabía que no podía confiar en él.

Tras dejarle, se fue a buscar a Lonan. Tal vez él quisiera ir también a esa excursión. Lo necesitaba a su lado por si ocurría algo inesperado.

Alex había preguntado a Vance si podía dar su autorización para que el jefe Sam Dick les hablara a los chicos en el mítico enclave del Hetch Hetchy Valley.

Teniendo en cuenta su ascendencia zuni, podría deleitarles con sus historias sobre la herencia paiute. La mezcla de las dos culturas sería una experiencia enriquecedora.

Alex llamó a la puerta de Lonan y él contestó al primer toque.

– Bienvenida a casa.

– Ha sido una noche muy larga y ajetreada. ¿Estás bien?

– Sí, claro. Todo está bien.

– Lamento no haber estado aquí.

– Los chicos estaban de acuerdo en que el perro era más importante.

– Sergei es muy especial para el ranger Hollis.

– Y el ranger Hollis es muy especial para ti.

Era verdad. Entre Lonan y ella no había apenas secretos. Lo sabían casi todo el uno del otro.

– ¿Has telefoneado a Mankanita?

Alex tenía pensado pagar ese verano a Lonan un salario suficiente para permitirle, con ese dinero y los ahorros que él tenía en el banco, casarse con Mankanita en el otoño.

– Sí.

– Apuesto a que se alegró de oírte.

Los ojos negros de Lonan brillaron con luz propia.

– Ella ha sido la que ha estado informando a todas las familias de la evolución del terremoto.

– Muy bien. Me preocupaba que algunos padres pudieran estar angustiados por sus hijos. La próxima vez que hables con ella, ¿por qué no la invitas a venir el próximo fin de semana y estáis juntos mientras nosotros vamos a Hetch Hetchy Valley? Le pagaré el avión y un coche de alquiler. Puede alojarse en mi habitación. Te estará añorando mucho.

Lonan sonrió, feliz.

– Sí, quizá pueda venir. Se lo preguntaré.

– Bien.

– Una cosa más. Lusio y Mika llamaron por teléfono a sus padres y les dijeron que querían hacerse rangers del parque.

– ¿Qué? ¡Pero si sólo llevan aquí diez días y ayer mismo querían volverse a casa!

– Las personas cambian.

Sí, y Cal seguramente tenía algo que ver en ese cambio.

– Hasta mañana, Lonan, que descanses.

– Igualmente, Alex.

CAPÍTULO 08

A SERGEI le habían quitado la venda el viernes y tenía ya la pata mucho mejor. La doctora Gretchen le dijo a Cal que en una semana estaría curado del todo y hasta entonces no podría rastrear a los osos por las sendas más inhóspitas del parque. Eso no suponía ningún problema para Cal. Esa semana iba a haber una batida general para erradicar la maleza del parque y pensaba llevar a Mika y a Lusio.

Pero no podía continuar engañándose más tiempo. Ese día Alex iba a ir a reunirse con Telford y sentía unos celos terribles. Alguien del personal del superintendente le había dicho que Telford estaba interesado por ella.

Después de cuatro días sin verla, tenía tantas ganas de estar con ella que se dirigió en la camioneta a Sugar Pines a las seis y media de la mañana. La otra noche, ella se había negado a seguir escuchando sus explicaciones, pero ahora tendría que escucharle hasta el final.

Esperó en el camión hasta que vio salir a Alex acompañada de otros monitores. Se dirigía al microbús. Llevaba unos vaqueros ajustados que realzaban sus caderas y sus piernas largas y bien formadas y una blusa de color caqui metida por dentro de los pantalones.

Cal se bajó de la camioneta y se dirigió a ella.

– Cal… -dijo Alex, sorprendida de verle por allí tan temprano.

– Buenos días. Me alegro de verte.

– ¿Hay algún problema?

– ¿Por qué tienes siempre que imaginarte lo peor?

– Es una mala costumbre, supongo.

– Tengo que ir a Wawona esta mañana y pensé que podría llevar a Mika y a Lusio conmigo. Desde allí podrán ir sin dificultad a Meadows.

Como por arte de magia, nada más pronunciar sus nombres los dos muchachos salieron del albergue.

– Después de lo que dijeron de ti a Lonan, estarán encantados de ir en tu camioneta.

– ¿Si? ¿Y qué fue?

– Que de mayores querían ser rangers como tú.

– Me alegra saber que hay alguien que me aprecia.

– Dijeron también que se llevaban muy bien con los nuevos voluntarios con los que les habías puesto a trabajar.

– ¿Y el trabajo en sí?

– En eso no tienen ningún problema. Lo han hecho muchas veces en el poblado.

– Bueno, las cosas pueden cambiar. Van a subir las temperaturas a lo largo del día. La previsión es que esta tarde va a ser especialmente calurosa.

– Están acostumbrados al calor, no te preocupes. ¿Cómo está Sergei?

– Bien. Recuperándose. ¿Por qué no vengo a recogerte esta noche, después de que los chicos hayan cenado? Prepararé algo de comer en casa. Sergei te ha echado mucho de menos, tu visita le haría mucho bien.